jueves, 12 de enero de 2023

He dicho

No voy a andarme con chiquitas ni a hablar subrepticiamente de los burócratas o los desbarajustes del sistema de representación.

Lo diré todo.

La burocracia es una pantomima que los legitimiza. Los súbditos se aprestan como corderitos a dotarlos de una representación formal que en los hechos lo único que hace es facultarlos para vivir a costa de todos y desplegar las arbitrariedades que se les ocurran bajo remanidos discursos de pretensiones memorables cuyo transfondo está impulsado por la falsa creencia de salvar a todos.

Cuando no salvan a nadie.

O mejor dicho si a alguien salvan es a ellos mismos que viven en comodidades gracias a exprimir a todos.

Todo gracias a que la muchedumbre les presta la pelota que luego con gusto se adueñan para hacer lo que se les antoja.

Y no todos los burócratas son lo mismo.

Distingamos.

Hay tipos que se rompen el alma en el sector público y ganan de muy buena forma sus ingresos.

Ejercen con dignidad su rol y con su trabajo hacen un aporte muy valioso a la sociedad en su conjunto.

Pero los otros son muchos y creo sin riesgo de equivocarme que los ñoquis que mantiene el pueblo como si fueran señores feudales superan con creces a los que trabajan dignamente con cuerpo y alma.

Por qué protesto, dirán ustedes.

Porque creo en la incidencia de la palabra para transformar la realidad.

Y en el sano desahogo para producir salud.

Creo en la conveniencia de ponerle puntos a las íes y distinguir lo que está bien de lo que está mal.

No estamos para atestiguar la realidad que nos acontece, sino para producir la que juzguemos conveniente.

¿Y?

Y creo en la democracia bien constituida, que es muy distinta a la que transfiguran burócratas chamulleros cuyo mayor logro es producir países bananeros.

Con las nefastas consecuencias que sufrimos todos.

He dicho.


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