martes, 18 de diciembre de 2018

¿De qué lado estás?


Hace tiempo que los ciudadanos argentinos estamos de alguna manera en situación de tener que definirnos para un lado o para el otro. 

Cada vez que me subo a un taxi avanzo con pie de plomo cuando se da la ocasión, porque las conversaciones no suelen ser ajenas a lo que ocurre en el país y por ende a la política.

Entonces en mis desempeños más medidos escucho con paciencia. En unas pocas cuadras ya genero la suposición de que la persona está a favor del gobierno o del Kirchnerismo. 

No suelo encontrar matices. 

Con lo cual el sondeo de opinión es bien simple. Y se limita a dos candidatos hasta ahora, porque en cualquier momento si avanza la desesperanza y crece la desilusión, es muy probable que cambien las cosas. Que por ejemplo la gente decida hacer un cambio en serio y vote a Espert, cansada de tanto palabrerío bien intencionado que no se corresponde en muchas instancias con un accionar consecuente, y deja como resultado el país como está o aún peor por más buenos propósitos que se tengan.

De lo cual, creo que no se duda.

Pero bueno, como toda creencia es cuestionable. Porque si uno piensa por un minuto en el bando contrario al gobierno, no solo dudan muchos sino que no son pocos los que piensan que hay un plan sistemático y perverso para saquearnos y destruirnos sin las más mínimas contemplaciones.

Cosa que honestamente en lo personal no creo en lo más mínimo. Más bien pienso que lo que explica el fracaso es esencialmente que sembraron dudas en sus auténticas convicciones y pasaron de gritar que se puede a explicar que el gradualismo es lo mejor que podía pasarnos. Y que no se puede hacer lo que se tiene que hacer en este país.

Por eso hay que vivir con piquetes y planes sociales.

Hay que seguir contando que los chicos son estafados porque terminan la escuela sin comprender un texto simple. 

O hay que sostener la presión impositiva con la ridícula expectativa que las inversiones vendrán o se alentarán en el país a fuerza de eventos elogiables pero realidades impositivas que no se modifican.

Es difícil abstraerse de lo que ocurre en la Argentina y a veces es bueno decir algo. La palabra inquieta y con frecuencia moviliza hasta incidir en la realidad.

Qué se yo, compatriotas. Creo que hay mitad de duda y mitad de confusión.

Hay que procesar la realidad con un desconcierto que nos abruma.

Y en el medio estamos todos los ciudadanos como exigidos a decir que uno está de un lado o de otro, como si se pudiera sintetizar una posición y dejar para siempre la propia capacidad de discernimiento que es en verdad el rasgo más honesto que uno puede tener. Porque cualquier persona con sanas intenciones lo primero que debería hacer es estar siempre a favor de todo lo que está bien y en contra de todo lo que está mal.

Y eso ocurre con un partido o con otro. En el idealismo de ambos solo se encuentra el fanatismo enceguecido que obstruye la posibilidad del discernimiento. Quizás la condición más relevante y valiosa para favorecer la calidad de las decisiones que en última instancia son las que generan la realidad que vivimos.

Pero pedir eso o estimular eso en un contexto de fanatismos que exige la simplificación del ser para etiquetarlo, es desmesurado.

Estos tiempos demandan que la identidad doblegue a la inteligencia. Que se esté de un lado o del otro.

Nada es más desconcertante que los ciudadanos que piensan por sí mismos.

Desconcierto que se acentúa en un mundo de obsecuencia, cobardía, carencia de educación y mediocridad.

Que es en verdad el mundo que hay que dejar atrás.






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domingo, 16 de diciembre de 2018

Regalos de Navidad


He pensado enviar un mensaje al grupo de mi familia extendida por WhatsApp pero mi principal asesora personal me ha sugerido no hacerlo, aunque tras mi insistencia en el propósito, me ha indicado no hacerlo, porque a la luz de los hechos he quedado cobardemente replegado en mi intención y no he tenido el coraje y la valentía necesaria para evadirme de la disposición ajena y ser fiel a mi mismo.

Este tipo de cuestiones son las que me hacen dudar primero y sospechar después, de que en las entrañas de mi ser reside un hombre calzonudo, inseguro y miedoso que prefiere evitar riesgos, evadir problemas y dejar esencialmente como consecuencia de esa actitud mediocre y cobarde, el mundo como está.

Mi intención llegó hasta las palabras finales de mi asesora:

-No generes alboroto hasta que nazca Santino.

Con eso solo. Con esa palabra mágica y perfecta.

Con eso desistí.

Yo simplemente quería evadirme de una imposición ajena que era participar de prepo en una suerte de amigo invisible familiar con alguna justificación que resulta apropiada para los manejos comportamentales recurrentes que propicia la familia y observamos sin decir nada todos.

En general hay una actuación que ejerce algún miembro familiar para resaltar penurias que desmiente la elocuencia. Y a mí que no me gustan las pantomimas propias de la farsa, me pareció un buen momento para incidir en la realidad, fomentar la sana reflexión que puede ayudarnos a replantear conductas y desarticular la vocación por desplegar lamentos falsos pero siempre bien representados.

Simplemente yo quería escribir en el grupo familiar de WhatsApp...

Querida familia,
Informo que no participaré del regalo del amigo invisible debido a las difucultades económicas, digo como para fundamentar algo que esté a tono con las lógicas de la familia.
Queda mi amigo invisible liberado de mi regalo.
Lo verdaderamente importante es el amor que podamos profesarnos! 💓




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sábado, 15 de diciembre de 2018

Cuánto vivimos


Creo conveniente procurar vivir lo más posible dentro del tiempo de vida.

Eso significa sacarle más provecho al día, a los minutos y a los segundos.

¿Y cómo se hace eso?

Es lo que me pregunto y procuro responder o bien abrir la posibilidad de indagar con la expectativa de cierto descubrimiento.

Creo que uno vive más si está verdaderamente conectado con el presente, sin importar las circunstancias.

Digo como para pensar algo, quizás motivado por tanta gente que dice que hay que vivir el presente, como si uno pudiera en verdad residir en el pasado o en el futuro.

Pero es cierto, cuando uno le da espacio a la mente y no toma sus riendas, se va al pasado o hacia el futuro. Su cuerpo queda por supuesto en el presente en forma irremediable, pero la disociación de la mente hace que parte de uno viva por cierto lapso en el pasado o futuro.

Con lo cual uno andaría en parte desdoblado, sería cuerpo presente y mente en pasado o futuro.

Una suerte de doble vida.

Pero bueno parece que eso no es bueno.

Ustedes verán.

De momento parece conveniente vivir más cada día.





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viernes, 14 de diciembre de 2018

Confesiones de verano


Creo que es la libertad la que me ha impulsado siempre a escaparme de la identidad y la posibilidad de quedar encarcelado en una vida determinada.

Quizás por eso y por el atractivo irrenunciable de un mundo de abundancia interminable, la fuerza de la inquietud y la motivación del descubrimiento llevan a participar de numerosas circunstancias y terminan fomentando una identidad maleable y difusa para los ojos ajenos.

O polifacética para ser más preciso.

Emprendedor. Coach. Escritor. Profesor. Gerente. Periodista...

Los recorridos son siempre prometedores e interesantes.

Debe ser por el valor irrenunciable de la libertad, la desesperación por vivir con intensidad y escapar del aburrimiento que supone un mundo previsible e inalterable.

Debe ser porque el tiempo que tenemos, aunque nunca lo decimos, cada día se nos va acabando.

Por la conciencia de finitud. Por el ímpetu por vivir.

Quizás por eso uno escapa de las identidades previsibles y respetables, vive en varias ciudades a la vez y cada día es lo que puede ser.

Lo que elige ser.

A pesar de la identidad requerida y las etiquetas que siempre quieren atraparlo.





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Entre el pensamiento y la realidad


No es que uno va a crear la realidad con el pensamiento en una suerte de pasaje telepático desde la imaginación al hecho materializado.

Algo que se produce por fuerza de la visualización y se materializa ante nuestros ojos.

Nada es tan fácil.

Si alguien creyó eso de los libros de autoayuda bien intencionados permitámonos sospechar que cayó en la trampa del facilísimo y la comodidad.

Si queda ahí, visualizando con el ímpetu, con el alma, con la fuerza del corazón, con lo más profundo de su ser y sus entrañas, es posible que no logre mucho.

O no logre nada.

Porque el pensamiento facilita y crea la posibilidad, pero no realiza. Solo incita y convence de que el mundo que usted ve es claramente posible.

No es poco.

Pero si uno no pone manos a la obra, compromiso, convicción, coraje y la acción irrenunciable que para construir cualquier realidad hace falta, permítame a mí asegurarle con la convicción que a veces me caracteriza, que a fuerza solo de la imaginación usted no va a cambiar mucho las cosas.

Se va a quedar ahí quieto, residiendo en el mismo mundo desde el que imaginó.

Sin ir a ninguna parte.





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lunes, 10 de diciembre de 2018

Dolor de ojos



Hace un tiempo quedé impávido ante un par de mails recibidos de alguien que manifestaba abiertamente total desprecio por la ortografía y la gramática.

Luego de esos correos recibí otros que se mantenían en la misma lógica y revelaban un compromiso indeclinable por manifestar la dejadez y el analfabetismo sin pudor alguno.

Casi por azar recibí esos mensajes que luego también me llegaban en comunicaciones de WhatsApp de mi nuevo compañero de trabajo, hasta que un día me reuní con el responsable del despropósito para procurar persuadirlo de la inconveniencia que supone obrar con extremos descuidos haciendo culto a la ignorancia.

Previamente por supuesto ya le había dicho que no debía comunicarse nunca por escrito con ningún cliente. Esa precisión fue una certeza elocuente ante el primer correo recibido.

Es cierto que soy amante de la libertad y estimulo a que cada uno haga lo que se le antoje, siempre con la salvedad de que sus actos no perjudiquen al otro al punto de ocasionarle un serio daño que pueda vulnerar drásticamente su bienestar físico o psicológico.

Por eso este muchacho debería deponer su actitud, porque apenas recibo sus correos creo que se me van a partir los ojos.






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sábado, 8 de diciembre de 2018

La decisión


En el juego de la vida me toca estar entre compañeros que deciden ir hacia un lado u otro con ciertas lógicas e ímpetus.

Mi forma de tomar decisiones es meditada, pausada, propia del análisis estratégico que requiere toda la información relevante para que pueda arribarse a una decisión sustentada por la racionalidad y validada por la conveniencia de la fundamentación.

Desde esa lógica muchas posibles decisiones que invitan a crear un nuevo mundo son viables y otras no.

En las primeras estoy en completo acuerdo. Y en las segundas estoy en completo desacuerdo.

Es difícil que me convenzan intenciones voluntariosas sin sustento. O que se asientan en optimismos negadores de las evidencias.

Es que cuando se hacen las cosas bien uno genera las condiciones propicias para que le vaya bien. Cuando se hacen las cosas más o menos se generan las condiciones propicias para que le vaya más o menos, y cuando se hacen mal se generan las condiciones propicias para que le vaya mal.

Y el optimismo negador de la evidencia siempre invita a transitar un mal camino que tarde o temprano notifica la realidad.

Puedo estar equivocado, pero estoy en lo cierto.




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martes, 4 de diciembre de 2018

Regalos navideños


Estoy consustanciado con los mails mientras escucho el tilín tilín de los mensajes que llegan. Sigo en mi mundo hasta que miro el cel y veo numerosos mensajes.

Son los integrantes de la familia extendida que mandan WhatsApp como si estuvieran desenfrenados.

Vuelvo a los mails y sigue el tilín tilín. Sacó la vista del cel, miro a Flavia y pregunto.

¿Qué dicen?

Nada, Carla que sugirió para Navidad que cada uno le haga un regalo a otro tipo amigo invisible.

Escucho pero no digo nada. Me doy cuenta enseguida que la intención es mezquina porque hará que los regalos se reduzcan notablemente y en vez de fomentar un mundo de abundancia y gratitud, se fomentará uno de escasez propio del ser pijotero.

No sé exactamente de qué hablan pero definitivamente estoy en contra.

¿Por qué tantos mensajes? -pregunto.

Es una idea de Carla, ahí está haciendo los papelitos y va a sortear. Cada uno le tiene que hacer un regalo a otro -me dice Flavia.

¿Uno solo?

Y sí, uno.

La situación se vuelve más clara hasta llegar por la voluntad de la ingenua indagación a la elocuencia.

El juego es un burdo truco que consciente o inconscientemente debe haber pergeñado mi hermana con la intención de restringir costos en los regalos y especialmente no quedar como un ser miserable por regalos muy modestos ante la actitud indeclinable e inconmensurable de mi primo dadivoso, que presentará una vez más regalos que sorprenderán a los presentes por el elevadísimo costo y la manifestación irrenunciable de una generosidad que a los ojos de los demás siempre resulta desmedida.

Lo sé porque cuando pasan las fiestas siempre se acerca algún confidente del clan familiar para mencionar algunos regalos lujuriosos que mi primo ha entregado y que al mismo tiempo que revelan con elocuencia su posición económica reflejan por oposición las penurias de otras supuestas condiciones económicas del resto de la familia que son más fingidas que ciertas, pero se reflejan en regalos muy escuetos y modestos.

El truco de mi hermana definitivamente es menguar el despliegue de mi primo, desalentarlo para que no aparezca con un auto para su querida mujer o una patineta voladora para sus niños, y poder erogar unos pocos pesos comprando los regalos de siempre que gracias a esta endeble treta saldrán de la penuria y pasarían desapercibidos.

Sinceramente debo decir que la intención de mi hermana es tan válida como legítima, pero no dudo que será totalmente inefectiva. Puede entusiasmar a los integrantes del juego en sus inicios pero la realidad pasará esa intención por arriba.

Sigo escuchando el tilín tilín del cel...

¿Qué dicen Flavia?

Facundo cantó que le regale Gonzalo. Y Pía le dijo a Carla que no se podía regalar un par de medias.





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sábado, 1 de diciembre de 2018

Decirlo todo



Algún día confío que cobraré valor y lo diré todo.

Basta de andar sigiloso, titubeante, con resguardo ante el despliegue de lo que se debiera decir y no se dice.

Llegará el día en que lo diré todo sin restricciones ni condicionamientos. En honor a las palabras, a la relidad.

Al mundo.

Que merece voces poderosas, determinadas, innegociables.

Uno no puede andarse con chiquitas, advirtiéndose a sí mismo que es mejor cuidar las formas, evitar ciertas palabras, decir ciertas cosas o esquivar determinados temas.

Uno debiera trascender esas indeseables delimitaciones, observar el mundo sin contemplaciones y arremeter sin miramientos para nombrarlo con la formas y las palabras que se merece.

Sin medias tintas. Con decisión y coraje.

Por eso celebro cuando veo en los medios algunos espadachines de las palabras que arremeten con todo y se hacen cargo del mundo sin el menor de los titubeos. Con total convicción, en el acierto y en el error.

Pero lo dicen todo.

Y en esas actitudes quijotescas de las palabras luchan por sus ideales y por construir el mundo en el que merecen vivir.

Siendo protagonistas de la historia, en vez de espectadores del acontecer ajeno que incide en forma a veces silenciosa pero siempre sistemática en construir la realidad que luego estos seres valientes pero determinados sobrellevan.

Algún día debiéramos todos ascender a esa instancia de la expresión liberada, para no quedarnos delimitados en una voz que insinúa, inquieta pero no resuelve.

Por eso compañeros, todos, todas y todes, hemos de cobrar coraje, vernos de frente con el mundo.

Y decirlo todo.




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