sábado, 28 de agosto de 2021

¿Es bueno quejarse?

Sepan ustedes que el taladro no cesa y yo persisto estoico con la mente en la cuestiones importantes que debo resolver. Imbuido en una pantalla que exige acción y decisiones, me abstraigo de ese taladro de mierda que no deja a nadie tranquilo.

Uno puede decir un taladro y otro muy bien podría decir del parlante bullanguero portátil que inventó quien merece la pena máxima.

Por la calle, el parque o la playa siempre aparece un susodicho que viene con el barullo a imponernos ruido a todos. Y los viejos o lo que no estamos tan viejos, protestamos, maldecimos y vemos la impudicia de quien nos impone sus caprichos para destruir nuestra libertad.

En esas circunstancias siempre pienso en ir a decirle al buen muchacho que está jodiéndonos el momento a todos los que queremos disfrutar el silencio, leer o evitar esa música pedorra chengue chengue que nos quema el cerebro.

Y que prejuiciosamente pensamos que puede ser la causante de su zoncera, que se manifiesta en ese acto tan tonto como elocuente de creer que con la música a todo volumen nos va a salvar a todos.

Pero en general no me acerco porque tengo muy pocas expectativas sobre la incidencia de mi eventual accionar sobre la cuestión y no quiero enredarme en ninguna discusión pendenciera que obviamente me exceda y en el peor de los casos, me deje además de aturdido, al borde del sopapo.

Así que solo observo y a lo sumo como acto de rebeldía miro desde lejos con cara de malo. Como diciendo, no se da cuenta que es un desubicado que está obligando a todos a escuchar esa pedorrada o lo que fuera.

Hasta ahí.

El tema es que la queja vuelve a la persona tóxica y arruina su emocionalidad. Luego tiñe su mirada viendo todo negativo.

Nada es más beneficioso que evitar un quejoso y escabullirse de él tan rápido como sea. Con lo cual a veces es bueno hasta escaparse de uno mismo.

La técnica es muy adecuada y parece ser la más conveniente. Por eso muchos la utilizamos casi de manera automática. Apenas nos percatamos de nuestro pensamiento o vemos que alguien arranca por la huella de la queja, escapamos como podemos, torcemos la conversación interna o externa si tenemos margen para hacerlo, y si no podemos huimos lo más rápido posible.

Y eso no quiere decir que nos tapemos los ojos y oídos frente a la realidad decadente que se manifiesta y exige reacomodarse. Porque nada es peor que la actitud pusilánime de la cobardía.

Simplemente quiere decir que evitamos intoxicarnos y quedar con una emocionalidad negativa, que nos haga ver que el mundo es un verdadero despropósito.

Porque por supuesto no es así.

La queja sirve en su justa medida. Para movilizarse, para decirse, bueno esto hasta acá. Mucho más no lo tolero. 

Ahora a actuar.

Para eso sirve la queja. Es como pellizcarnos, un poquito.

Nos pellizcamos un poquito y molesta. Nos pellizcamos un poquito más y duele, se vuelve algo intolerable.

Ahí es que hay que accionar.

Advierto ahora que el taladro sigue de manera indeclinable. 

Esta vez no creo que baje a evitar lo que no se puede evitar, están construyendo lo que se ha roto y la tendencia natural del mundo es arreglarlo. Así que está bien así.

No voy a ser yo un viejo rezongón que se apersona para pedir clemencia.

Iré a caminar para evitar que la queja me atrape otra vez.





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viernes, 20 de agosto de 2021

Los malos

Yo no creo en los malos.

Y si bien son peligrosos, pienso que no les tengo miedo.

Aunque es una suposición, por supuesto. No está debidamente corroborada. Quizás porque la técnica infalible del escape hace que la ausencia de participar en situaciones con malos evite la corroboración.

Es decir, saber qué tan jodidos son.

La posibilidad de aprender desde afuera es suficiente. Uno mira.

Uno mira, no?

Y sí, mira y entonces va como entendiendo. Como dándose cuenta del proceder ajeno. Y es ahí donde lo advierte todo, o casi todo.

Ve al bueno, ve al malo.

Ve el mundo que vive el bueno, ve el mundo que vive el malo.

Ve cómo procede el bueno y ve también cómo procede el malo.

La vida es un escenario que está a la vista de todos y basta abrir los ojos con atención para ver lo que cualquiera esté interesado en ver. No es necesario poner un ojo en la hendija de la cerradura para observar muchísimas cuestiones.

Y al malo se lo puede ver con bastante facilidad por estos tiempos, porque arremete sin miramiento en las más disímiles circunstancias.

Siempre se lo ve como entreverado, enojado. Debe ser que el carácter malicioso le imprime cierto disgusto que lo lleva a comportarse como una persona jodida.

Pendenciera.

El malo siempre parece torcido, inclinado a la contienda, con la clara intención de hacer daño o vulnerar al otro tanto como pueda.

Es un ser fallido.

Extraviado.

Debe ser por eso la infelicidad y amargura que puede percibirse con frecuencia en la profundidad de su ser.

Tal vez es por eso la cara de desdicha que tarde o temprano refleja en la vida.

Quizás piensa que destruye a los demás, pero en verdad se destruye a sí mismo.

Lo único positivo de los malos es que ser malo es una elección. Con lo cual a partir de hoy pueden elegir ser buenos.

Dejar de joder a los otros y hacer el bien.

Deberían hacerlo para corroborar el consecuente beneficio de vivir en paz con uno mismo y con los demás.





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martes, 17 de agosto de 2021

¿Qué es lo importante?

Me parece interesante hacernos preguntas que puedan conducir a guiar nuestras vidas de manera inteligente, eficiente y conveniente.

Con lo cual es bueno aprovechar la posibilidad de preguntarse y detenerse luego en la pregunta para explorar, indagar, problematizar y vislumbrar las mejores respuestas.

Si nos preguntamos sobre lo relevante, priorizamos lo importante. 

Pero también, por supuesto podemos preguntarnos por lo irrelevante o por lo que queramos.

Ahí está el tema en cuestión.

¿Nos estamos haciendo las preguntas relevantes o estamos embaucados en inquietudes poco significativas?

Mmm.

Difícil saberlo, habría que pensar, mirarse como desde afuera y ver en qué se anda. 

Si uno se mira desde afuera se ve en perspectiva. Va para allá, viene para acá.

Firulete.

¿Qué hace de vuelta para allá?

Bueno, hay gente que no aprende de la experiencia, ni propia ni ajena.

Pero estamos embaucados.

¿Embaucados?

Sí, dando vuelta como firuletes en coyunturas que se repiten desde hace años. La Argentina es una calecita que gira en torno a la inflación, la devaluación, la desocupación…

Etcétera.

Siempre los buenos contra los malos y en el medio la ciudadanía observándolo todo.

Tratando de acertar.

¿Qué cosa?

Cuáles son los buenos y cuáles son los malos.

Siempre que el ser quede de alguna manera con la facultad de ejercer el libre albedrío. Unica condición necesaria para poder resolver con respetable criterio.

De lo contrario se transforma en fanático y pierde el juicio, porque llega a ver bien incluso lo que está mal. Escucha solo lo que quiere escuchar y ve solo lo que quiere ver.

Por ejemplo.

¿Entonces?

Lo importante sospecho que es el tiempo, la vejez, la muerte.

Qué podemos hacer cada día para honrar la existencia y contribuir en cada una de las circunstancias en las que participamos.

Esas son las cuestiones quizás más relevantes que requieren la mayor atención para eficientizarlas y resolverlas. 

Mejor uso del tiempo, mayor ralentización de la vejez o reversión, y postergación hasta lo máximo posible o anulación de la posibilidad de morir.

En el medio, superarnos y contribuir.

Definitivamente ahí debería estar la atención, la energía y el empeño. Por eso las compañías más exitosas del mundo hacen otras compañías financiadas con millones de dólares que se enfocan en estas cuestiones con objetivos de éxito muy claro para resolver las enfermedades, la vejez y la muerte.

Eso lo hacen Google, Microsoft, Facebook, entre muchas otras.

No sé por qué estamos entonces todos los días leyendo que aumentan los precios, contemplando cómo se pelean los cacareantes de turno y viendo que la plata no alcanza para nada. 

Debe ser porque la urgencia indica que la prioridad irrenunciable es tener para comer.

Y quizás estamos advirtiendo que en vez de facilitar las condiciones para que aspiremos todos a ser ricos a partir de nuestro propio esfuerzo, generan las circunstancias propicias para que seamos todos pobres.

¿Qué deberíamos preguntarnos para que esa intención negligente ajena cese?

¿Cómo podría la ciudadanía mejorar el sistema democrático para que no sea estafada sistemáticamente por burócratas que trabajan por sus privilegios e intereses en vez de honrar la representación circunstancial asignada trabajando en verdad por el bien común?

¿Estaremos siendo ineficientes sucumbiendo ante la cotidianidad en vez de hacernos las preguntas importantes?

¿Qué es lo verdaderamente importante?

¿Construimos cada día la mejor salud posible con las decisiones que tomamos?

¿Quiénes podríamos llegar a ser?

¿Qué quisiéramos hacer sí o sí antes de morirnos?





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viernes, 13 de agosto de 2021

Hagan lo que quieran

Está bueno iniciar así porque seguro gano unos cuantos lectores. 

La gente en realidad se suele restringir, delimitar, replegarse ante sus propias ganas. Y si bien no tengo idea qué escribiré, supongo que estas líneas servirán para dar impulso, ánimo para que cada uno se deje de joder y haga de una vez por todas lo que se le antoje.

Es que todos somos en alguna medida una víctima de nosotros mismos y nos sufrimos más o menos, según la complejidad de nuestro ser y esencialmente lo enredado que estemos.

Si para algo sirve la vida en términos prácticos, es para desenredarnos.

Menudo desafío si los hay.

Y en eso en mayor o menor medida andamos todos. A veces más enredados, a veces menos enredados.

Desatados por fin.

Al menos por momentos, en general cuando descomplejizamos, nos evadimos de la rebuscada abstracción, escapamos de diálogos internos escabrosos y vivimos en la simpleza.

Om.

Es clave.

Apagar la mente, replegarla, silenciarla tanto como se pueda. Seguramente es clave para desanudar y permitirnos andar flojitos, sin rollos ni intrincamientos que nos amordacen a mundos subjetivos complicaos y sufrientes.

Om, hay que meterle con el om, pienso.

Fue bueno hacer la experiencia de el Arte de Vivir y mantenerme de algún modo cercano a ese ámbito tan saludable.

A la mente hay que aplacarla para salir del bullicio y dedicarnos a lo importante, que presumiblemente es vivir con intensidad la vida. Ser buena gente y contribuir.

¿Cómo?

Como puede contribuirse en cualquier circunstancia de la vida.

Y no digo con esto que se vayan a la montaña o salgan desesperados a andar en patineta o a comprarse el monopatín manual porque el eléctrico puede ser peligroso. Eso también lo digo, pero esencialmente lo que procuro decir es que hagan de una vez por todas lo que sienten que quieren hacer.

Qué van a esperar…

¿Morirse?

Vamos, adelante, a vivir.

Chau.





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sábado, 7 de agosto de 2021

Compatriotas

Hace tiempo miro muy poca televisión. No porque no sea interesante y súper enriquecedora, sino porque creo haber destinado el tiempo de la vida suficiente a estos efectos y desde que me percaté de esto, me autoimpongo dedicarme a otros menesteres.

Uno no puede vivir de vuelta, lo que sí puede es recalcular y decidir lo que hace en el presente. Así que en esta cuestión, lo único que hago al respecto es bajar el tiempo de vida promedio destinado a la tv.

¿Está bien?

Quién sabe, son decisiones personales y cada uno puede hacer obviamente lo que considere conveniente o lo que se le plazca.

Porque a los masoquistas, no hay que dejarlos afuera.

Diego esto y sigo.

Como saben a mí me gusta la gente que se juega por sus convicciones porque son los que en verdad nutren su dignidad y honrar la existencia. Están en la antítesis de los pusilánimes que nunca se juegan por nada y aplauden hasta el despropósito como consecuencia de creer tanto en el espíritu acomodaticio y honrar la cobardía.

Por eso mi hora, o media hora diaria de tv, la invierto con recurrencia a la noche en un programa periodístico de alguien que se juega por sus convicciones y le pone el cascabel al gato.

Habiendo proliferado tanta mediocridad que se expresa en personajes menores que actúan como chupamedias de los jerarcas de turno, es una bendición encontrar un batallador que no esquiva el bulto y se encarga de cada aspecto del mundo desbarajustado para acomodarlo.

No solo me gusta que se encargue de las cuestiones necesarias para frenar la decadencia del país, sino que lo haga con voz grave, con determinación y sin ningún titubeo.

Cuando enciendo la tv y arranca, enseguida arremete. Porque nunca se anda con chiquitas y dice siempre lo que piensa.

Bravo.

Ese hombre hace más por la democracia y nuestro querido país, que un sinnúmero de mediocres burócratas que tienen por principal objetivo obtener beneficios personales y denigrarse con esa actitud impúdica como ciudadanos.

Al gladiador de la tv lo persiguen, le hacen juicios y lo quieren callar, según cuenta con frecuencia.

Pero el hombre habla sin restricciones, dice lo que tiene que decir, y los manda a todos a la mierda.

Bien hecho.

No sé para qué les cuento esto, quizás para que duerman aliviados al resarcir con la voz ajena el atropello y la burla sistemática que reciben a consecuencia de burócratas decadentes que lo arruinan todo y construyen cada día un mayor fracaso para nuestro querido país.

Parece increíble que a estas alturas de la humanidad haya todavía gente que piense que seremos una potencia si vamos hacia el comunismo al grito de todes.

Quizás verlo un ratito por las noches a este compatriota sanamente cizañero, los alivia un poco. Y si bien los hace calentar por momentos al enfrentarlos con la decadencia en la que nos encontramos sumidos, creo que actúa como un catalizador, un desahogo, una musa inspiradora que calma el sufrimiento, la burla cotidiana y el dolor.

Escúchelo con atención que dormirán como unos angelitos.





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domingo, 1 de agosto de 2021

Qué decir…

Uno podría decir cualquier cosa y luego marcharse a seguir con su vida como si nada pasara. Y esta sucesión de párrafos quedaran en el olvido.

Pero no está bien tirar la piedra y esconder la mano. A la mano hay que dejarla y hacerse cargo de las eventuales consecuencia que genere.

Porque eso de tirar la piedra y disparar, es una actitud propia de la cobardía que se preserva para la próxima guerra.

Y ya saben, no estamos en guerra. Ni siquiera una breve batalla.

Si existe el conflicto y el empecinamiento en combatir contra quien sea, es consecuencia de la mente de algunos burócratas que están en guardia siempre dispuestos a ofrecer batalla. Y por eso le asestan el golpe a quién sea.

Al joven, al niño, al abuelito.

Y especialmente, obviamente, al adversario político que es convertido en un enemigo que es necesario primero doblegar y después si fuera posible eliminar.

Porque a los enemigos, ni justicia. 

Se dijo por ahí, y como hay muchos que no piensan, el problema se agrava. Salen despavoridos a obrar en consecuencia y hacen desastre.

Todo a consecuencia de que hay seres que no son muy evolucionados y se ciñen a lo que dice el mandamás de turno, sobre todo si están poco dispuestos a pensar por sí mismos y creen en ser obsecuentes como el camino más próspero para ascender socialmente en la burocracia que se asienta, como todos sabemos a esta altura, a partir de expoliar a los que trabajan para mantener a los burócratas que son, a no dudarlo, parásitos en muchos casos.

No en todos.

Porque hay burócratas y burócratas. 

Lo que ocurre es que han proliferado muchos ñoquis, incompetentes y acomodaticios que no ejercen ninguna función digna como para justificar los ingresos que le aporta de prepo la ciudadanía a sus representantes directos, que son los elegidos, e indirectos, que son los que de alguna manera se cuelan en la fila y abren la mano para agarrar la monedita.

O billetes suculentos.

Que reciben todos los meses.

Dicho esto vamos terminando por hoy, porque siempre al abrir la boca uno puede herir susceptibilidades, y cuando la verdad es cruel y elocuente, quien se enoja puede quedar endemoniado y proceder a voluntad.

Recordando la frase apuntada, que es mejor no volver a citar.

Porque por ahí se le pasó en el barullo del escrito.

Bendiciones. 

🙏





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