lunes, 4 de noviembre de 2013

Timidez


Yo era muy tímido cuando era chico.

Muy tímido.

Aunque quizás no fuera tan así. Quizás es una percepción. Una suposición que se generó sobre mi persona. Que en cierto momento alguien dijo.

-Tímido.

Y ahí anduve, llevando la etiqueta. Honrando la mirada de Juan Pérez, que un día levantó el dedo. Me miró tal vez desde lejos. Dijo.

-Tímido.

Vaya a saber si Juan Pérez tenía razón. Si fue responsable en su definición. Si cuando levantó el dedo asumió responsabilidad. Observó la pluralidad de los comportamientos. Antes de la sentencia. De la resolución definitiva.

Porque es posible que Juan Pérez haya sido un tipo impulsivo. Claro, eso es posible también.

Podría ser uno de esos que lanzan juicios alborotados. Que despliegan una catarata de definiciones, desparramadas para todo el mundo.

Ahí está.

Quizás yo fui el primero que se le cruzó en la mañana. Venía enojado consigo vaya a saber por qué. Porque para qué enojarse si la vida es tan linda. Pero venía enojado. Eso sí, seguramente eso fue así. De ahí su determinación. Por eso levantó el dedo, me señaló y dispuso.

La etiqueta. Que algún otro también compró. No todos piensan por sus medios. De modo que si alguien sentenció, otros agradecen la sentencia. Evitan observar, evitan indagar, reducen el intelecto a la síntesis.

Contentos todos.

Pero yo no creo que haya sido tan así. O quizás sí.

Tal vez quería un helado y no me atreví a pedirlo. O deseaba una vuelta más en la calesita y murmullé en silencio.

Pérez debía tener razón. O no.

No sé.

De todos modos quien carajo es Pérez para sentenciar. De dónde se adjudica las facultades de la definición. Por qué se atribuye sin permiso la posibilidad de incidir en la identidad del otro. Subirlo al escenario y presentarlo al mundo.

Pérez debió ser maleducado. Mal educado e ignorante.

No menos que eso.

Aunque quizás fue un buen tipo. Un impulsivo tomado por bravuconadas. Que un día abrió la boca y se marchó.

Se fue. Por suerte se fue.

Ya no importa que suponga, fabule, sentencie. Que por imposición de la vida lo cruce cada tanto.

Por suerte uno se siente cómodo siendo quien es. No quien no puede ser.

Con el tiempo uno remueve las etiquetas.

Eso es así. Eso es bien cierto.

No sólo las remueve, las pinta si quiere. Las cambia por otras.

Toma aire, respira. Celebra la posibilidad de adherirse calcos o liberarse de ellos.

Hasta que uno va dejándose como una pinturita.

Se mira el espejo, se acomoda el hopo.

Y anda por la vida.

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Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook.



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La Escucha


Uno escucha lo que puede escuchar.

El resto, es sólo ruido.

Lo sospechaba hace un tiempo. Hace poco lo corroboré.

Ahora mismo.

Ahora…

Me pregunto cuáles son los ruidos que cada uno no puede escuchar. Que hay por encima de nuestras posibilidades de escucha.

De entendimiento.

Porque esos ruidos algo deben estar diciendo. Y si llegan hasta nosotros o merodean por algo estarán ahí.

Salvo que tengamos la soberbia de despreciarlos, es posible que los ruidos algo traigan.

Algo digan.

Salvo que sean caprichosos e infundados. Salvo que sean ficticios y no tengan ningún sustento.

Ahí podríamos decir que no nos interesan los ruidos. Para qué escucharlos. Dejar que nos atormenten.

Posibilitarles que modifiquen quienes fuimos. Quienes somos. Quienes podemos ser.

Pero es posible que su existencia sea fundada. Haya un sustento que los agrupe para revelarlos. Hasta que un día se expresan.

Pasan al frente. Aparecen.

De manera que sería propicio en ese caso permitirles que lleguen hasta nuestras cabecitas.

Porque en esa instancia somos nosotros quienes debemos tener la capacidad de percibirlos.

Porque tenemos la responsabilidad de escucharlos.
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Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook.



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El Enojo


Hace tiempo que no me enojo como debería enojarme.

Años, diría.

Gritar con rabia malas palabras o pegarle una buena piña a la pared.

Así se habla.

Ahora mismo me dan ganas de levantarme, acercarme a la pared. Mirarla de frente. Y darle con toda la rabia.

Eso es lo que debería hacer. Al menos una vez en la vida. Para sentirme vivo, para honrar el enojo.

Pero me quedo acá, escribiendo. Disciplinado como un niño bien educado.

Sin siquiera el más mínimo atisbo que me impulse a levantarme, ir hasta la pared y procurar justicia.

Nada.

Me defraudo con la recurrente calma que apacigua cualquier vocación de incipiente violencia.

Sólo unas líneas de escritura para liberar el fastidio, adormecerlo sin facilitar su desahogo.

Debo reconocer que mi enojo es moderado, se desvanece apenas emerge y se esfuma sin adquirir la instancia que facilite su manifestación.

Un fiasco.

Es en verdad filtrado por la razón, que lo diluye ante cualquier titubeo o insinuación que procura liberarlo.

Sospecho que al enojo le gana siempre la razón. Será por eso que lo seduce la calma.

Sospecho.

Pero no sé muy bien por qué en este momento sonrío. Me paro…

Y me acerco a la pared.

. Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook.



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viernes, 4 de octubre de 2013

Se publicó en formato ebook “Escritos de la Vida”


Hoy comparto con ustedes la noticia. Recientemente se publicó mi libro “Escritos de la Vida”, en formato ebook. 

Había sido publicado en papel, pero ahora también está disponible en formato digital.

El libro tiene un espíritu inspiracional. Procura aportar textos disfrutables, que contribuyen a pensar la vida y construir bienestar.  

Los invito a leer una mayor descripción de “Escritos de la Vida” haciendo clic aquí.

Espero que este libro pueda ofrecer lo mejor de mí. Y tenga la fuerza de incidir de manera sana y positiva en sus lectores.

Creo en cada uno de esos escritos. Como creo en las palabras que hacen bien.


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Versión Impresa vía editorial Autores de Argentina (Se envía a cualquier ciudad del mundo).
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martes, 24 de septiembre de 2013

La crucé

Yo la crucé a Flavia caminando.

Caminando, ¿dónde?

En un lugar donde camina bastante gente. Diría.

Flavia venía como a veinte o treinta metros. Sí, más o menos a unos veinticinco metros.

La vi de lejos, mientras intercambiaba la mirada en línea horizontal con rítmicos avisajes hacia el costado. La primer perspectiva para percibir el camino y no tropezarme. Y la vista al costado para disfrutar el paisaje, el lugar que justifica que muchos transeúntes caminen por ahí.

Entonces en uno de esos avistajes, la vi a Flavia. A lo lejos la vi.

No puede ser. Seguro que no puede ser. Eso pensaba mientras sostenía la mirada a la distancia y cedía a la alternancia de ángulos.

La situación se complicó más, porque de más cerca se confirmaba la percepción inicial. La chica que venía, linda y estilizada, era Flavia.

Flavia había venido hasta acá. Qué sorpresa, me decía. No puede ser, quería convencerme.

Pero la chica me empezó a mirar de lejos. Y entonces yo devolví la gentileza.

Y ella me miraba. Y yo le correspondía.

Flavia se acercaba. Cada paso confirmaba la certeza…

De repente, nos cruzamos.

No era ella.



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sábado, 24 de agosto de 2013

Mandados

A mí nunca me gustó ser el chico de los mandados. Siempre me mantuve alerta y negado cada vez que me indicaba la realidad que debía asumir ese rol. Quizás fue mi espíritu de vagancia, la comodidad o haraganería. No lo sé, lo único cierto es mi declinación a asumirme como el chico que iba hacerse cargo del mandado.

Aunque por supuesto no podía desatenderme del tema. El mundo venía con mandados y yo no ostentaba mayores armas para rebelarme que mi convicción por rechazarlos.

Así que decía que no quería ir y procuraba mantenerme firme en mi posición. Pero escuchaba que esta vez me tocaba a mí, que ya había ido mi hermano la otra vez y la otra mi hermana, y que anteriormente había ido mi hermano también y mi otra hermana también fue.

Y así estaban las cosas que acreditaban irrevocablemente que era mi turno y debía asumir la función estoica de cruzar a lo de Marcelino, escuchar unos quince o veinte minutos las conversaciones chismosas que el almacenero sostenía con las viejas del barrio y volver a mi casa con la misión cumplida.




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martes, 18 de junio de 2013

Culpable

Mi novia, que es más inteligente que yo y robaba ciruelas cuando era chica, me dice que no puedo dejar que otro incida en mi emocionalidad. Que ya leí o estudié bastante sobre el tema y que no me podría permitir semejante torpeza.

Ella sabe que el mundo ha venido a contrariarme hoy y que con mi temperamento no podría dejar de presentar batalla. Así que desplego la rebeldía que pretende ajusticiar el despropósito, que no es más que el accionar malicioso y dañino de algún semejante que terminó perturbándome.

Así que arremeto con rabia para ajusticiar al mundo que hoy se desalineó y decidió increparme. Aunque en verdad no es al mundo al que quiero disciplinar sino al sujeto confundido y malicioso que por esos azares de la vida se interpuso en mi camino.

Todo porque el hombre no mira al frente su camino y se interesa en provocar el mío, que seguramente le significa una amenaza para su vida mezquina, chiquita, precaria y previsible.

Solo quisiera decir que yo no tengo la culpa de sus elecciones. Solo soy culpable de las mías.

Y es una culpa que sobrellevo con convicción y alegría.

Lo siento.




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domingo, 26 de mayo de 2013

El chismoso


Triste profesión la del chismoso.

Triste, inculta y mediocre.

Parece mentira pero hay quienes la ejercen. Y hasta se vanaglorian de ella.

Es como enorgullecerse de la precariedad que puede alcanzar el ser humano, desplegando sus aspectos más pequeños y empobrecidos.

Porque el chismoso nunca aporta nada, solo se enreda en sus elucubraciones, que obnubilan su atención y despiertan sus peores cuentos. Relatos que lo embaucan en ficciones y supuestos siempre de dudosa comprobación.

Insinuaciones más o menos efectivas, pero siempre fallidas. Que lo único que hacen es demostrarle que lo que imagina está a uno, dos o cien pasos de la realidad.

Al chismoso no le importa fabular o ficcionar porque está en su salsa. Como carece de solvencia para una pretensión mayor que el chusmerío, se adentra con intención en ese mundo empobrecido.

Situación que despierta el interés de otros, no menos chismosos, que escuchan con atención a quien oficia de bufón de turno. Porque en realidad el chismoso, tiene que tener algo de bufón, algo de showman. Porque ese papel secundario y denigrante, exige que quien lo ejerce sea capaz de sostener morisquetas.

Si no llama la atención, no se pone la nariz de payaso o se envalentona con novelas infundadas y en apariencia convincentes, no despierta ningún interés. Y cae en la irrelevancia que suele caracterizar su vida.

El problema del chismoso es que ejerce su oficio sin miramientos. Desempeña su conducta antiética y despliega su destreza para hacer daño, con su lengua envenenada. Que disciplina la maldad y su actitud destructiva.

No sé ustedes, pero yo una sola vez escuché en forma intencional a un chismoso en un medio de comunicación masiva. Me pareció tan insano y vulgar, que decidí apagar la radio y no perder más tiempo.



Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook



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jueves, 23 de mayo de 2013

Una de derecha


Debo reconocer que tengo un boxeador adentro. Cada tanto saca algún puñetazo. Es una piña certera y a los dientes. Sin contemplaciones ni miramientos de ningún tipo.

Simplemente obra, con determinación y cierta malicia. Digo cierta malicia, porque a pesar de que el agresivo esté internalizado, jamás lo dejaría obrar con completa malicia. Eso revertiría mi convicción por la bondad, trastornaría mi conciencia y me haría ejercer como una mala persona. Posibilidad que está en las antípodas de mis intenciones.

Pero…

Eso no quiere decir que el boxeador no esté y que cada tanto se apodere de mí. Y aparezca.

Porque la irrupción no la hace solo frente a los demás, sino también ante mí mismo. Que lo veo operar determinado para responder desde sus lógicas al mundo.

Es ahí donde lanza la trompada.

Trompada simbólica.

Digo trompada y no trompadas, porque suele ser una. Cortita y efectiva. Pero una sola, no dos ni tres.

La piña se reduce en general a una palabra, que devuelve al sujeto la descripción que se merece por su accionar en el mundo.

Para aclarar…

Le otorga la palabra a quien obró con excesiva torpeza, mediocridad o idiotez. Para ser más exacto. Aunque suene un poquito fuerte y lo sienta mucho.

El mundo viene también con esos atisbos y se vuelve imposible esconderlos debajo de la alfombra. Así que aparecen y uno, en este caso yo, no puede más que resistirlos de alguna forma.

Como el boxeador que se apersona en mi vida para acometer justicia.



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jueves, 11 de abril de 2013

Un párrafo

Pensaba que podría escribir un párrafo para compensar la sucesión de puntos aparte que uso en mis escritos. Sería la posibilidad de profundizar de continuo lo que quiero decir, sin ningún tipo de interrupciones o saltos bruscos que develen el espíritu inquieto o ansioso que supongo puede percibirse en las letras. Eso me hace pensar que todo lo que hacemos nos revela, nos exhibe ante los otros. Lo que ocurre es que no todos pueden percibirlo, no todos podemos percibirlo. Quizás los psicólogos lo advierten y también los que tienen actitud de indagación, curiosidad y pensamiento. Más allá de lo que pueda en apariencias decir un escrito. Porque sin dudas hay algo evidente, visible. Algo que es fácilmente percibido como mensaje que da sentido al texto. Pero a la vez existe algo subalterno o subyacente, que se encuentra en las profundidades. De ahí puede hacerlo emerger el psicólogo o el ser indagador, pienso ahora. O bien puede quedar desapercibido para todo el mundo, ostentando cierta irrelevancia quizás propia de su naturaleza. Porque, a quién le importa las profundidades de lo dicho, pienso ahora. Solo al psicoanalista que uno le paga o a quien es responsable de esas profundidades. El verdadero causante, que adentrándose en ellas puede tal vez descubrirse. Dilucidarse para saber cómo está siendo y tener así la posibilidad de reafirmarse o cambiar. Eso pienso ahora. Que tal vez los escritos con puntos aparte, son relámpagos para llamar la atención. Para decirle al lector que todo es importante. Que no se vaya a perder el párrafo siguiente. Que tome aire porque ahora viene lo mejor. Eso seguro que es así. Una sucesión de golpes de impacto más o menos efectivos. Creo quizás en esa técnica. Y a la vez es una exhibición de las profundidades del ser. Porque relata cierta ansiedad que se vuelve evidente. Ciertos chispazos de energía entusiasta que necesita ser compartida. Y tal vez también ciertos avances persistentes pero reticentes. Que se despliegan en forma discontinua con el sustento de la perseverancia y la incertidumbre que frena la duda. Quizás esto es así, aunque tal vez puede ser perfectamente de otra manera.



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martes, 26 de marzo de 2013

Entrevista sobre el libro El Campeón

Tenía pendiente compartir esta entrevista radial sobre el libro. Fue en el programa Hagamos un Trato. Agradezco la invitación al equipo de producción y espero que les agrade la conversación.







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martes, 19 de marzo de 2013

Papa Francisco


Creo que el Papa Francisco va a traer sabiduría al mundo. Que Dios lo ilumine y guíe en su importante misión.



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domingo, 10 de marzo de 2013

La patineta


Podría decir que he salido a la rambla de Mar del Plata y la vida me ha jugado una mala pasada.

Que he caído con violencia de la patineta y han tenido que rescatarme.

¿Quiénes?

Unas señoras.

Sí, unas señoras mayores que aún conservan la solidaridad como rasgo distintivo.

Gracias a ellas y sus vacaciones de marzo pude ser asistido.

Eso podría decir.

Vieron la escena con claridad porque casi las atropello. Ellas saben bien si fue una piedra o qué fue lo que generó el accidente.

Porque la patineta voló. Es decir, se disparó por el aire y yo no pude ejecutar ninguna maniobra que me sostenga en equilibrio, me vi sorprendido por el revés de las circunstancias y volé.

Volé por el aire y caí.

Caí de cabeza.

Terrible.



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Estuve en el programa "Clase Ejecutiva"


Tenía pendiente escribir este breve post para agradecerle al equipo de Clase Ejecutiva por la invitación al programa de radio.


Estuve como invitado en el piso durante todo el programa para hablar del libro de superación personal “El Campeón: filosofía práctica para ganar en el juego e imponerse en la vida”.

Agradezco al programa y por supuesto les sugiero que lo escuchen todos los viernes a las 17 horas por FM 94.7 Radio Palermo de Buenos Aires.




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viernes, 8 de marzo de 2013

Diálogo Intempestivo


Intempestivo quiere decir: “que es o está fuera de tiempo y sazón”.

Eso es lo que establece la Real Academia Española. La entidad que determina hasta dónde van las palabras, cuáles son sus límites y sus acepciones correctas.

Sazón quiere decir: “Punto o madurez de las cosas, o estado de perfección en su línea”. Según también resuelve la RAE.

Eso sí que no lo sabía.

Y acepciones significa: “Cada uno de los significados de una palabra según los contextos en que aparece”.

Aclaro por si hay algún lector despistado y se pierde en alguna palabra.

Entonces, después del traspié incial, que justificó la búsqueda en el diccionario, escribo.

Apunto lo que vine a desplegar. A decir u observar.

Hacer notar.

Creo que en esa práctica se ejerce cierta liberación, que alivia inquietudes o perturbaciones.



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Decidir ser


Me parezco bastante a quien quiero ser.

A veces, me gustaría, quizás, tener un poco más de osadía. De valentía.

Creo.

No estoy seguro.

Pero lo creo, es posible que eso sea así.

Y por qué?

Bueno, es sencillo.

La influencia nietzscheana dicta que hay que vivir peligrosamente. O, mejor dicho, que la vida sucede cuando se vive de manera peligrosa.

Por eso yo me digo o intuyo esto de la osadía, la valentía.

Sería un rasgo que me impulse a vivir otras circunstancias. Vaya a saber con exactitud cuáles. Pero otras.

Eso es lo único que me parece que me faltaría para dejarme una pinturita.

O sea, me parezco bastante a quien quiero ser.

Solo necesitaría asumir mayor osadía y lanzarme al mundo.

Aunque, como ya saben, no estoy seguro.

Mis genes racionales no creen mucho en la peligrosidad.




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Me han dicho...


Me han dicho que un profesor en México ha tomado mi blog para sus clases.

Que en verdad, no es que haya tomado mi blog. Ha tomado mis escritos.

Eso me han dicho.

Que cada semana los alumnos deben llevar uno de mis escritos.

Que a partir de ahí se toman unos minutos para reflexionar del tema, del ser humano o la vida.

Me han dicho que se arman lindos intercambios y hasta disputas.

Que esa clase se transformó en una usina de ideas.

Todo eso es lo que me han dicho.




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Riesgo


Pocas veces siento que estoy en riesgo.

En verdad nunca me lo permito. Siempre gana la racionalidad que llevo en mis genes y me marca con total precisión por dónde debo transitar.

Y cuándo es conveniente cruzar la calle.

Eso es lo que hago.

Sistemáticamente.

Una y otra vez.

Ante la amenaza, me detengo. O cruzo.

Me voy para otro lado y evito así el riesgo. El mundo que se promete indeseado y en el que no quiero participar.

No por ser cobarde o tener poca valentía.

Aunque no sé.

Si no por lo explicado anteriormente. Por los genes racionales que me determinan y me exculpan de tomar mis propias decisiones frente al tema.

Por eso no es un tema de valentía o cobardía.

Porque no sería yo el que resuelve. Eso es lo que ahora percibo con claridad.

Son los genes los que determinan.





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lunes, 25 de febrero de 2013

La palabra ajena


Hace tiempo que tomé una decisión bastante drástica. Apenas me di cuenta que quería dejar de ser un niño, cerré los oídos.

No sé si me tapé las orejas o las bloqueé desde el interior.

Tal vez hay algún dispositivo invisible que opere por orden cerebral. Restrinja las posibilidades de que ingresen ondas sonoras o bien produzca el bloqueo con determinación.

De eso sí que no podría dar cuenta. Es algo que me excede y entra en el terreno de la suposición, donde lo único previsible son las fantasías más o menos sustentadas pero siempre ajenas a la realidad.

A la estricta realidad.

Porque pueden muy bien aproximarse, contornearla y presentirla. Pero nunca pueden decretarla. (leer más)



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sábado, 23 de febrero de 2013

Buscar...


Yo escribo con la esperanza de desplegar algo que justifique el escrito. Que de alguna forma le dé sentido y fundamento a su existencia.

De ahí que voy renglón tras renglón en la búsqueda.

Qué busco?

En general un pasaje, una metáfora o concepto.

Algo que resulte de interés o tenga sentido estético.

Tal vez por eso es bastante difuso lo que busco. Quizás convivo con la opacidad de las palabras y me cuesta ingresar en alguna profundidad escurridiza.

A pesar de la insistencia, el ímpetu o las ganas.

Por eso cuando escribo dejo que las palabras se desplieguen solas. Que salgan a la superficie con espontaneidad, sin ningún impedimento.

Es como si las ayudara a nacer, porque les facilito su irrupción y dejo que se ordenen solas.

Siempre pienso que algo nos vinieron a decir. (leer más)



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Estuve en el programa “Mañana para todos”


Hace unos días participé como invitado del programa “Mañana para todos”, que se emite por Canal 2 de Monte Hermoso en duplex con radio 2 FM 90.5.

Fui invitado para hablar sobre superación personal y el libro “El Campeón: filosofía práctica para ganar en el juego e imponerse en la vida”.

Agradezco al periodista Aldo Raimondi y a su equipo de producción por la invitación.

Les recomiendo ver y escuchar el programa de lunes a viernes de 9.30 a 12.30 horas.




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viernes, 15 de febrero de 2013

Despojado


Hace tiempo que me olvido todo.

Las llaves, el teléfono, la billetera...

Todo.

Me doy cuenta a los pocos minutos. Entonces siempre me pregunto si lo olvidé o en verdad lo perdí.

Aparece la duda.

Me detengo.

Pienso.

Me esfuerzo por recordar los últimos momentos. Las circunstancias en las que visualicé por última vez al objeto. (leer más)



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lunes, 11 de febrero de 2013

Estar nervioso


Hace al menos tres días que estoy nervioso.

No me detuve a pensar los motivos pero podría llegar hasta los intersticios que gestan esa emocionalidad. Tal vez podría enumerarlos con cierto detalle.

De ese modo podría enfilarlos a una suerte de paredón.

Organizarlos unos al lado del otro. Dejándolos prolijitos.

Luego debería desenfundar un arma. Porque para algo fui hasta los intersticios a buscarlos. (leer más)



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Descubierto



A
veces le muestro a una persona cercana mis escritos antes de publicarlos.

No es falta de confianza, suele ser un exceso de ella.

Quizás un despropósito de inocencia o ingenuidad permita que sea descubierto. Que ustedes por fin me descubran, se den cuenta de una buena vez.

Y yo tenga que irme con los escritos a otra parte.

Por eso prefiero que alguien me alerte.

Quiero hacer un alto aquí.

Frenarme.

Decir que esto no es tan así. Que sin querer miento un poco. (leer más)



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sábado, 9 de febrero de 2013

Color Esperanza


Diego Torres dijo que no podía escribir todos los días “Color Esperanza”.

Recuerdo que lo escuché, aunque no podría precisar el contexto ni dónde fue.

Eso me hace pensar que podría estar incurriendo en la mentira. Ejercería así una suerte de aseveración infundada.

Por qué?

Simple.

Alguien levanta la mano y pregunta. (leer más)



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Estuve en el programa "La gran vida" de Radio Brisas


Hoy participé como invitado del programa “La Gran Vida”, que se emite por Radio Brisas en Mar del Plata, Pinamar y Tandil. Conversamos sobre el libro de superación personal “El Campeón: filosofía práctica para ganar en el juego e imponerse en la vida”.

El programa estuvo centrado en los premios teatrales Estrella de Mar. Contó con la participación de Nicolás Scarpino y Julio Chavez, entre muchos otros ganadores del premio.

Agradezco a la radio, al periodista Jorge Moya y a su equipo de producción por la invitación.

Les recomiendo escuchar el programa que se difunde los sábados de 15 a 19 horas.




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viernes, 8 de febrero de 2013

Coraje


Debo reconocer que evitar la valentía ha sido mi predilección.

En realidad me encaucé en la filosofía de la huida sin expectativa de una próxima guerra.

Eso es por preservación de la especie, supongo. Por un raciocinio abusivo de mis genes y, debo reconocer, cierto respeto a la cobardía.

Confianza en sus beneficios y conveniencia en sus resultados.

Supongo, interpreto o deduzco.

Porque todo. Todo.

Siempre tiene una explicación, más o menos afortunada y razonable. Que nos deja de alguna manera tranquilos. O contentos.

Satisfechos de haber entendido. Comprendido, como eran las cosas. Como era la realidad.

Como es uno en la vida.

Lo que piensa de sí, lo que piensa de los demás.

Su manera de estar en el mundo.

Y para qué lo hace?, dirán ustedes.

O para qué hacerlo?, pensarán.

Y esta muy bien que piensen eso. Es inevitable.

Uno se centra en uno cuando lee algo que puede interesarle para su vida. Ejerce un egoísmo saludable. No mezquino.

Saludable porque al pensarse y descubrirse puede reafirmarse en quien es. O darse la oportunidad de cambiar.

De decir, basta. Ya no seré más así. Declaro la renuncia a este rasgo de mi personalidad por considerarlo inefectivo.

Para que?

Para los objetivos presentes. Porque fue seguro efectivo para los objetivos pasados.

Pero ya no. No sirve más. Así que renuncio. Y me hago cargo de un nuevo ser.

Facilito así la reinvención y me despojo del aburrimiento. Y veo como termina el texto. Si está bien así. Si sería bueno escribir unas líneas más.

Vuelvo a pensar quien fui, quien soy, quien seré...

Mientas me pregunto si abandonaré la cobardía.




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sábado, 26 de enero de 2013

Ajusticiar


La escritura sirve para ajusticiar.

Eso leí el otro día.

Estaba inmerso en un libro cuando encontré el concepto. El autor explicaba que sus libros eran actos de ajusticiamiento. Que los hacía para ajusticiar a sus enemigos.

No voy a decir quién es el pistolero. Ni explayarme en los detalles de sus propósitos. Eso me haría caer en la figura de “delator” o bien en la etiqueta de “alcahuete”.

Dos manchas innecesarias, que no se corresponden con mi personalidad.

En cualquier caso el autor despertó mi reflexión. Porque yo también he ajusticiado con algunos escritos, aunque el ajusticiamiento nunca fue el fundamento de mi escritura.

Recuerdo ahora “los mediocres”, “la chusma” o “una vida para Pérez”. Aquellos textos fueron en verdad ejecuciones precisas, certeras. Elevé el arma de la escritura, apunté y apreté el gatillo.

Creo que di en el blanco.

O, al menos, pasó cerca.

Uno ajusticia para liberarse de molestias, creo. Para decirle al otro lo tonto que es. Para despertarlo o alinearlo con nuestras expectativas.

Ajusticia también para hacerse respetar y establecer delimitaciones a intromisiones inoportunas.

Y por tantas otras razones bien fundadas.

Pero el ajusticiamiento debe ser un atisbo de otras intenciones más saludables. La escritura no puede sustentarse en aniquilar al otro.

El propósito tiene que ser loable.

De manera que, si cada tanto uno hace algún disparo, debe ser solo para liberar cierta emocionalidad que lo perturba.

Cuyo efecto recomponga el mundo a nuestra voluntad.

No creo que sea saludable transformarse en un pendenciero.



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Escribo


Yo escribo para liberarme un poco de mí, entender cómo son las cosas, descubrirme y entretenerme.

Para eso creo que escribo.

Seguro que para muchas cosas más. Pero ahora, en este momento, se me ocurre decir eso. Creo que es bastante cierto, por no decir así enfáticamente, que es cierto del todo. A pesar de que algo se escape.

No sé bien qué se puede escapar, porque ahí creo que está la esencia del propósito de escribir. El meollo que energiza el acto. Es decir, lo que lo motiva.

Lo impulsa.

Aunque también escribo para desacartonar, o desacartonarme. Volverme más flexible, menos prejuicioso.

Más lúdico.

Eso sí que es así, escribo para desempaquetarme de algún modo.

Es buena esa palabra, debí usarla más seguido.

Y no solo desempaquetarme a mí mismo. Lo que me más me entusiasma, es intentar desempaquetarlo al otro. Al lector, que es siempre un buen compañero.

Pero no a cualquier lector.

Del que me encargo especialmente. El que realmente genera interés en asistirlo con un proceso de desempaquetamiento, no es un lector cualquiera.

Claro que no.

Es el que visualizo como más prejuicioso. Más acartonado.

Aquel que es preso de sus prejuicios y se niega a la escucha.

La escucha del otro. Porque le cuesta permitirla.

Solo se regodea o trasunta, esa palabra también me gusta. Solo trasunta su propia escucha. Queda inmiscuido en su forma de ver las cosas. De visualizar el mundo.

Por eso creo yo que también escribo. Escribo para provocar al lector prejuicioso. Con la expectativa de despabilarlo.

Avivarlo.

Sin hacerlo enojar.

Pero si me va bien y logro divertirme, creo que en algo lo movilizo.

Entonces me quedo contento mientras me pregunto cuál será mi próximo escrito.




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Me gusta


He notado que la gente no aprieta fácilmente “me gusta”. Hay una suerte de reticencia que delimita el clic.

Ese chispazo capaz de alegrar al otro, que tuvo la generosidad de compartir algo para los demás.

Una foto, frase, pensamiento, video…

Algo.

El clic llega. Cada tanto.

Incluso a veces parece desencadenarse y acrecentarse en una suerte de reafirmaciones constantes.

Pasa de uno a dos. A diez, a veinte. Y no se detiene.

Otras veces queda recluido y agazapado.

Como si ostentase timidez.

En soledad.

Resiste.

Hasta que alguien comete el acto que lo devuelve a la vida.

Aprieta para reafirmarlo.

El breve acto elucida más de lo que aparenta. Traspasa al ser de un mundo de indiferencia, mezquino y precario. A uno de amor y generosidad.

Con un clic.

Ese mínimo detalle o acción poco trabajosa no es neutral. Genera sus efectos y produce una incidencia emocional.

Alegra a quien compartió el contenido.

Y hace el mundo más lindo.



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martes, 22 de enero de 2013

Compañeros Motociclistas


No es que esté viejo, sino que tengo la energía orientada a mejorar la calidad de vida. No solo la propia, también la de mis semejantes.

Sé que puede sonar pretensioso y provocar ciertas sospechas. Quizás porque viene de mi parte y no suelo reclutarme en las grandes causas colectivas.

Eso es lo que puede provocar la duda. El desconcierto de alguien que me ve ahora involucrado en el propósito, con la determinación de contribuir cabalmente al bien común. A la mejora de vida de todos, grandes, ancianos, niños.

Cuando digo, todos. Es porque eso es así. El beneficio no se reduce a un individuo o a un grupo en particular.

Todos, es todos.

Por eso tal vez me dejo tentar por la causa y proponer por fin de una vez la reducción del ruido de las motocicletas.

No sé si esto debería solicitarlo para Pringles o extender la intención para cubrir todo el territorio nacional.

Hoy estoy en Pringles y quizás por eso me detengo en esta ciudad. Observo las complicaciones y problemáticas que el ruido innecesario de motos ocasiona.

Es por ello. Digo, ello, porque suena más solemne. Es por ello que les pido a mis colegas motociclistas que en un acto de arrojo y grandeza cedan a la tentación de hacer tronar sus rodados con un ruido superior al necesario.

En general, esto creo que debemos reconocerlo todos. En general son gente adulta, de más de 18, quienes manejan las motos. Saben bien que no tiene sentido excederse en el ruido ni acelerar con la intención de hacerlo notar.

Ya todos estamos grandes para caer en semejante pantomima, que no debiera inmutar a ninguna señorita.

Si alguien piensa que el rugido bravucón de una moto puede conmover a una chica, creo que se equivoca.

Nadie es tan tonto como para caer en los brazos de un muchacho motoquero por una acción sonora desmedida.

Por lo cual, además. El ruido movilizado por una expectativa irracional e infantil, no conmueve a nadie.

Implica solo una molestia para la vida cotidiana.

Digo esto para llamar a la reflexión. Con las disculpas respetuosas de los pilotos locales, que pueden disentir por supuesto con la petición de que reduzcan la molestia sonora en mi querido Coronel Pringles.

Que las motos hagan solo el ruido que deben hacer.

Martes 22 de enero, 20.40 horas.




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Mentiroso


El mentiroso suele ser una persona adorable. Encantadora en algún sentido.

No siempre es así, claro. Muchas veces es boludo, torpe, ingenuo.

Suele faltarle la habilidad que le da destreza a la mentira. Esa capacidad de empaquetamiento que algunos embaucadores tienen.

El buen mentiroso es más hábil, más astuto. Sabe transitar los recovecos de sus entuertos. Resiste la duda y sale airoso de ella mientras elude la evidencia.

No cualquiera ejecuta ese conjunto de habilidades que le permite quedar impoluto ante la sospecha.

Hay grandeza en ese acto, que uno puede advertir meritorio y mirar con simpatía.

De ahí debe provenir cierto encanto. De observar la habilidad que ostenta algún profesional de la mentira.



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jueves, 10 de enero de 2013

El Campeón en El Ateneo

Fue una alegría encontrar mi libro tan bien exhibido en El Ateneo Grand Splendid, la librería más famosa de Buenos Aires.






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domingo, 6 de enero de 2013

Persistir o Perseverar


Debería detenerme frente al diccionario. Ir a ver que dice sobre persistir y luego sobre perseverar.

Debería hacer una pausa y poner la máxima atención.

Ajustarme así a la disposición vigente. Mientras ejerzo una suerte de disciplinamiento.

Como un buen alumno que se ajusta a la norma.

Forma fila y canta aurora.

Aunque es posible que no se cante más aurora. Ni se ice la bandera.

Eso debe ser de otra época. Supongo.

Tampoco sé.

Habría que preguntarlo, indagarlo.

Ahí no estaría el tema del diccionario. Porque el diccionario dice significados. Establece cómo es el mundo simbólico. Hasta donde van las palabras. Que les corresponde y que no les corresponde.

Delimita.

Revela y determina lo apropiado.

Que se ajusta al término y que no.

Más allá de rebeldías, transgresores o ignorantes.

Personas que tergiversan, insisten.

Muchas veces con la intención de darle cierto significado a una palabra inadecuada para ese propósito.
Pero eso muchas veces no importa, porque el uso es relevante.

Claro que lo es.

Uno empieza a decir una palabra para relatar cierta cosa. Entonces otro que lee poco o no consulta el diccionario, la empieza a escuchar.

Luego alguien más sigue con la escucha. La palabra le suena.

Y así va.

La dijo un irresponsable y es inadecuada.

Es decir, desalineada con la disposición vigente. La honorable Real Academia Española.

Que para algo está.

No?

Para encauzar a los desalineados. Preservar el lenguaje e impedir el mal uso de los términos.

Será por eso mejor que antes de escribir cualquier pavada, basada en cualquier lícita suposición.

Me detenga.

Vaya a la fuente a ver cómo son las cosas.

Y luego vuelva, sobre la persistencia, la perseverancia.

O lo que fuera.




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miércoles, 2 de enero de 2013

Yo no fui



No fue.

Claro que no fue. El no fue. No sé por qué se lo acusa. Se lo indica como el responsable de haber cometido el acto.

El ejecutor.

Pero no. No fue.

Mira con cara de desconcierto. Parece confundido en sí mismo.

Es claro, si no fue. No fue.

Ahí debería parar la cosa. No sé por qué se lo mira clavándole los ojos. Como diciéndole, rendite.

Hacete cargo.

Todos los indicios apuntan a lo evidente.

Y en ese lugar.

Justo en ese lugar.

Estás vos.

Eso dicen los ojos. Dicen que está. Que es el tipo el que está comprometido. Muy comprometido.

Que solo falta la evidencia final. La determinación que aniquile los mínimos vestigios de duda. Para alcanzar veredicto.

Eso es así.

Si todo indica que fue. Fue.

Punto.

Que tantas vueltas. Piensa el acusador. Se cree que soy boludo. Que no me doy cuenta…

Pero el otro no siempre es. Aunque a veces quede enredado en hechos difusos, que terminan señalándolo.

Apuntándolo como si fuera él y nadie más que él.

Todo esto ocurre muchas veces de manera certera. Es decir, a veces se le apunta al tipo y el tipo fue. No cabe dudas que fue.

Más allá de su desconcierto o actuación.

El tema es que muchas veces se comete injusticia y se señala al inocente.

Y si el tipo no fue.

No fue.




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