El poder de elegir
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Publicado por Juan Valentini 0 comentarios
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Estoy inquieto.
Ya van dos, tres, cuatro personas que dicen de algún modo lo mismo aunque con distintas palabras.
Al parecer están convencidos que hay unos pocos vivos que entretejen cuestiones de las más diversas y en síntesis se encuentran orquestados para dominar nuestras mentes.
Esos dos, tres o vaya a saber cuántos, no son muchos, son unos pocos que según advierten los desconfiados son quienes dominan nuestras mentes y nuestras vidas.
Somos según la visión de quienes los reconocen con ese poder, unos pobres minusválidos, tontos que estamos sometidos a su voluntad y capricho.
Y actuamos como zombis frente a sus disposiciones y a la vida que nos manejan, y que de acuerdo a esa visión minusválida, les pertenece.
Yo no puedo creer que gente grande piense que somos todos una manga de estúpidos que nos manejan como marioneta, mientras en el mejor de los casos advertimos esas tretas injustas, dañinas y desproporcianales.
Me inquieta la visión que nos trata como seres frágiles, fácilmente persuasivos y manipulables por unos pocos vivos que se adjudicarían nuestra libertad y moverían los hilos siendo nosotros sus marionetas.
Creo que exageran los que piensan que somos todos tontos, y que los señores que logran que ocupemos parte de nuestro tiempo en sus pantallas o plataformas nos tienen subsumidos en sus mundos presos de su voluntad y ajenos a nuestra arbitrariedad, que consiste esencialmente en abrir esas puertas, entreabrirlas o cerrarlas.
Con lo cual no somos tan pobrecitos ni tontuelos porque ese mundo no viene caprichosamente hacia nosotros para someternos y embaucarnos, somos nosotros los que podemos elegir o no ir hacia él.
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Nunca escuchamos decir tantas veces no como cuando somos niños.
No a esto, no a aquello.
No a lo otro.
No, no, no.
El niño explora y se despliega llegando siempre hasta el no que le impone los límites.
No es tan tonto el no porque ejerce muchas veces la función de cuidarlo. Que no toque el fuego, que no toque el enchufe, que no se lleve algo peligroso a la boca...
La curiosidad e impulso auténtico del niño por explorar y descubrir el mundo se encuentra restringido desde el inicio.
Pero pareciera que lo natural muestra que el niño viene con el SI de fábrica.
Quiere ver y tocar esto y aquello.
También lo otro.
Parecería conveniente preguntarnos qué NO son esenciales y cuáles serían arbitrarios. Los primeros deberían reducirse al parecer esencialmente a preservar su integridad y evitarle elocuentes experiencias perjudiciales. Los No arbitrarios serían los que responden a los valores que los padres quieren transmitirle.
Si le pega a un niño por ejemplo muchos padres le dirán que eso no se hace. Que no lo debe volver a hacer.
Con el tiempo el niño crece y forma su propio entendimiento. También sus propios valores que consciente o inconscientemente guían su conducta.
Con discernimiento propio asume la responsabilidad del SI o del NO ante los vericuetos de la existencia.
A partir de ahí expande o restringe su mundo. Vive las experiencias que se procura y las que se le presentan en la vida.
Su realidad es afectada por esas dos palabras que tienen la implicancia de construirle la vida y resolver la forma de estar en el mundo.
Deseo que todos los niños sean cuidados con el amor y la responsabilidad de los padres que necesitan decirles NO para beneficiarlos.
Y que cuando crezcan reaviven el SI con el que iniciaron la existencia. Lo honren para expresar sus potencialidades, hacer su mundo lo más amplio posible y contribuir así en forma positiva a los demás.
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No conozco a ninguna persona inteligente que persista con ánimo caprichoso en su misma opinión.
Conozco gente inteligente de convicción, que se juega por lo que piensa pero siempre están dispuestos a replantearse sus miradas para superarse.
Están en las antípodas de los testarudos e inmodificables que creen tener su verdad incuestionable y han de dar la vida para demostrarte al otro que está equivocado.
La gente más inteligente que conozco en vez de estar recolectando datos para darse la razón y convencerse que está en lo cierto, se entusiasma por desafiar su pensamiento pensando dónde puede estar equivocada y qué convendría redefinir de su perspectiva.
Por eso escucha con atención e interés. Sobre todo si alguien piensa distinto.
Además, en vez de enojarse por la palabra disidente, se alegra.
La escucha absorto como al niño que le cuentan un cuento.
Hay un tema de seguridad.
Cuanto más inseguro es alguien más necesita tener razón y que cualquier salame le diga que es un genio.
El pensamiento disidente en vez de estimularlo le resulta una amenaza intolerable.
No lo puede ni escuchar
Siempre pienso que este es un motivo esencial que explica la proliferación de pusilánimes obsecuentes del mandamás en nuestro país.
Líderes inseguros terminan rodeados de ese tipo de mediocres y quedan con gusto embaucados por ellos.
Todo para que le digan siempre que tiene razón hasta en sus equivocaciones más notables y regodear su ego que no acepta ningún tipo de apreciación que contribuya a reflexionar o contradecir su opinión.
Sospecho que cuando alguien quiere volverse inteligente debe creer en el pensamiento disidente, propio y ajeno.
Debe preguntarse con ánimo de cuestionarse para redefinir su mirada. Más que reafirmarse y darse la razón.
La oportunidad de mejora no está en seguir pensando como piensa, sino en evolucionar hacia un pensamiento de mayor calidad.
Si no cambia de opinión nunca y se aferra a sus supuestas verdades va a vivir en la precariedad propia de su capricho y entendimiento.
Permanecerá engañado por sus certezas rodeado de pusilánimes que ejercen el oficio de darle siempre la razón.
Con los importantes perjuicios que esa actitud ocasiona.
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Siempre me preocupo por la realidad que viene.
Eso quiere decir que me preparo para transitarla y construirla de la mejor manera.
Podría no hacerlo y dejar que la vida me anoticie con recurrencia de sus caprichos. Dándole así una dosis de importancia a la suerte.
Que a veces favorece y muchas veces no.
Pero prefiero usar la reflexión, asumir la responsabilidad y tomar las decisiones que juzgue convenientes para construir el destino.
Temo que me pase como quienes dicen, quién hubiera pensado que sería esto o aquello.
Que tendría tantos hijos o viviría en tal o cual lugar.
Por eso no hay que dejar de preguntarse qué voy a ser cuando sea grande. El día que me responda eso o encuentre la respuesta definitiva, la vida se habría cerrado, la aventura de vivir habría fracasado y el entusiasmo por encontrarse con lo que viene se habría aniquilado.
Muere mucho quien deja de preguntarse qué va a ser cuando sea grande.
Sin importar la edad que tenga.
Volviendo al entuerto del destino hay cuestiones que inquietan. Hasta hay personas que jamás hubieran pensado que estarían en esa función.
Contador, abogado, médico, electricista, portero, cajero...
Lo que sea.
Hay mucha gente cambiada de lugar como cualquiera puede observar. Por ejemplo el mozo era quizás jugador de fútbol o albañil o juez. Pero es mozo.
O el arquitecto amargado era mozo. Pasa que la vida lo sorprendió y ahí lo encontró, siendo lo que no es y refunfuñando.
Qué culpa tiene el destino o quien se lo cruza.
Yo no sé, no sé ustedes.
Cada vez que un consumidor se encuentra con un empleado atravesado que lo tiene que atender en el comercio que sea, lo único que puede saber si quiere es que muy presumiblemente ese empleado no es lo que está siendo.
Era otra cosa en esencia, pero terminó ahí por voluntad propia y a diario por elección convalida su fracaso en vez de erradicarlo.
Estafa al empleador, estafa al cliente.
Y se estafa a sí mismo.
Por eso es increíble que haya gente que no deje de apegarse a sus errores, aunque pasen los años y lo pague con su tiempo y frustración.
Uno puede ser feliz en cualquier lugar y en cualquier parte, quizás con una multiplicidad de roles que podría asumir.
Podría ser varias cosas a la vez o quizás una sola.
Quien piensa que sólo iba a ser abogado, contador o lo que fuera, tal vez era excelente en otras funciones.
En cualquier caso para salir del vericueto y no predisponernos a enredarnos, diría que el destino lo construyen quienes asumen responsabilidad y se hacen cargo de construirlo.
Y lo encuentran quienes no obran de esa manera.
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