martes, 24 de septiembre de 2013

La crucé

Yo la crucé a Flavia caminando.

Caminando, ¿dónde?

En un lugar donde camina bastante gente. Diría.

Flavia venía como a veinte o treinta metros. Sí, más o menos a unos veinticinco metros.

La vi de lejos, mientras intercambiaba la mirada en línea horizontal con rítmicos avisajes hacia el costado. La primer perspectiva para percibir el camino y no tropezarme. Y la vista al costado para disfrutar el paisaje, el lugar que justifica que muchos transeúntes caminen por ahí.

Entonces en uno de esos avistajes, la vi a Flavia. A lo lejos la vi.

No puede ser. Seguro que no puede ser. Eso pensaba mientras sostenía la mirada a la distancia y cedía a la alternancia de ángulos.

La situación se complicó más, porque de más cerca se confirmaba la percepción inicial. La chica que venía, linda y estilizada, era Flavia.

Flavia había venido hasta acá. Qué sorpresa, me decía. No puede ser, quería convencerme.

Pero la chica me empezó a mirar de lejos. Y entonces yo devolví la gentileza.

Y ella me miraba. Y yo le correspondía.

Flavia se acercaba. Cada paso confirmaba la certeza…

De repente, nos cruzamos.

No era ella.



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