viernes, 30 de septiembre de 2011

La Actuación


Uno no es actor por naturaleza, pero siempre despliega ciertas dotes.

A mí me pasó el otro día. De repente estaba embaucado en mí mismo. Sumergido en una representación que invadió mi cuerpo y consustanció mi ser.

Ahora lo advierto.

Porque yo no compartía ese desempeño del comportamiento.

Lo vivenciaba.

Eso sí.

Pero no lo compartía.

Cómo puede ser entonces. Preguntarán.

Y yo me quedaré con la boca abierta. Porque eso fue así. Ocurrió de ese modo.

Se impuso por gracia de Dios.

De alguna energía que vino expresarse.

Quizás revoloteaba y yo andaba distraído. Andaba por ahí haciendo de las mías. Como cualquier vecino.

Viviendo, indefectiblemente.

Que otra cosa iba a hacer.

Entonces claro.

Ah…

Sí, sí.


Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook. Los contenidos de este Blog no forman parte del libro.  



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martes, 20 de septiembre de 2011

Molestia


Me gustaría empezar a escribir algo distinto. Algo más extenso, como vengo anunciando. Con párrafos más prominentes. Que se sostengan por su propio peso. En varias oraciones que no se interrumpan.

En un salto.

Para empezar en otro párrafo. Y dejar así de alguna manera expuesto mi ser.

Mis ansias.

Algo de eso debe haber. Que me lleva a saltar párrafo a párrafo. Inquieto y apresurado. Como buscando avanzar sin pausa. Vaya a saber por qué motivo. Entonces apenas me detengo, qué hago?

Salto.

Y así no puedo andar escribiendo párrafos más respetables. Más prominentes. Que me dejen a mí luego en la lectura como imbuido entre palabras que despliegan ideas. Pero ahora mismo estoy intentando. Detener la inquietud. Pausar el salto. Permanecer aquí como en penitencia para seguir con la fiesta. O el escrito que merece un párrafo más extenso. De unas cuantas oraciones que se suceden. Se superan unas con otras para cumplir el objetivo de honrar la extensión. La permanencia del sostenimiento en algún lugar. Que de alguna manera no es ni más ni menos que experimentar la paciencia. Abordarla primero para honrarla después. Sustentándose uno en la calma que persigue el objetivo. Pero quiere tirar todo por la borda porque no resiste. Se reconoce molesto. Como maniatado. De modo que forcejea contra la realidad. Mientras decide renunciar a la molestia.

Con el punto final.



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sábado, 17 de septiembre de 2011

Que Va...


Que va, si un día agarro y escribo. Todo así despreocupado. Como fluyendo. De un renglón al otro. Sin que me importe nada.

Como extremando la espontaneidad. Incitándola en su grado supremo. Palabra a palabra.

Pero a dónde voy a llegar dirán ustedes. Si al final ya me he liberado. He subido al escenario y bailado desnudo.

Sin que sea obsceno. Ni mucho menos.

Porque si es cierto que hay desnudos recurrentes. Lo que se debe aceptar. Lo que se debe puntualizar. Para hablar con justicia.

Es que han sido desnudos estéticos.

En verdad son sólo manifestaciones del ser.

Nada tiene que ver con otro tipo de elucubraciones entusiastas.

Que pueden ser también estimulantes.

Aquí no estamos para juzgar al otro, sino para observar la vida.

Por eso decía simplemente que, que va…

Que va si algún día me hago el guapo. Sí, el guapo del novecientos. Y no sé por qué del novecientos. Porque estamos en dos mil.

Pero como guapo agarro y escribo a voluntad. Le entrego al otro los textos para que los vea y elucubre.

Si es inteligente va a entender todo. Trepará hasta el árbol y observará hasta donde yo no he divisado.

Si se queda en pequeñeces. Bueno, ahí es otro tema.

Porque sería responsable.

Y quizás…

Quizás debería ser juzgado.


Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook. Los contenidos de este Blog no forman parte del libro.  



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La Libertad


Cierta lógica se ha apoderado de mí. O yo me he apoderado de ella.

Es extraño detenerme en esta esquina para observarla. Lo he hecho alguna vez, pero no con recurrencia.

Hoy me detengo y veo.

Con el fin de contemplarla. Para entender sus mecanismos, sus lógicas. Su forma de obrar.

Silenciosa y decidida.

Después de todo estoy maniatado por ella. Y si quiero liberarme necesito conocerle su juego.

De tan atrapado que estoy, casi que me siento cómodo. Que no me quiero soltar.

A mí nunca me gustaron las despedidas.

Está bien así. Pienso.

Es una incomodidad cómoda. No se ve tan mal.

Además, por si fuera poco. Debiera reconocerlo.

Claro.

Me acompañó un buen tiempo. Me acompaña para ser más exacto.

Pero no estoy aquí para justificarla. Por el contrario debería alzar los ojos. Mirarla. Delimitarle su accionar.

Exigirle explicaciones. Impedirle algunos propósitos. Supervisar sus facultades.

Eso estaría bien. Sería una práctica disciplinaria.  Para empezar a ordenar las cosas como son. A dejar claro quién manda.

Así que saco pecho y tomo aire.

Pero sólo voy a observarla, con el propósito de ver cómo funciona.

Es un avance, sin dudas.

Mañana tal vez resuelva que todo está bien.

O decida por fin escaparme.



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Emergencias de la Desdicha



Ando por la vida con cierta atención por el ser humano y sus vicisitudes.

Con cierta pretensión de observarlo para comprenderlo. Quizás con la finalidad de procurar entendimiento. Ante la experiencia existencial que se nos impone. Que en verdad nos ocurre.

Es esta inquietud la que me lleva a abrir los ojos y la que me incentiva a la reflexión. Con expectativa o ilusión de entenderlo todo.

Mientras caigo una vez más en la desdicha de la incomprensión. Que invita a rescatar el ánimo para impulsarse de nuevo en búsqueda de entendimiento.

Así ocurre mi relación con la verdad y la expansión de consciencia. Uno se acerca sigiloso y la va a atrapar. Silbando, mirando para el otro lado, andando…

De repente.

Las manos vacías del prometedor zarpazo.

De manera que a uno sólo le queda refunfuñar por la desdicha. Repasar de nuevo las causas de la imprecisión.

Tomar aire.

Intentarlo de nuevo.




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Claridad


Un día las cosas van a estar todas claras.

Bien claras.

Es ahí cuando uno va a sonreír, va a pasar al frente.

Por fin con el pecho erguido y la mirada en alto. Advirtiendo, sintiendo, experimentando…

Que es su turno. Que es el momento apropiado. Indicado.

De modo que la sonrisa le llega al alma. La percibe, la vivencia desde un silencio inconfesable. Que sólo puede advertirse en la intimidad del ser.

Disfruta.

Respira una y otra vez, dejándose imbuir por la buena noticia.

El reloj ha marcado la hora.

Mientras uno se levanta y chequea. Con cierta preocupación, pero también con la sapiencia de la certeza.

Tiene el número.

Lo tiene.

Y no le importa nada más.


Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook



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La Realidad



Uno va con un martillo sobre la realidad. Aunque a veces se encuentra con una roca que no cede.

Está bueno confiar. Pensar que martillazo tras martillazo se alcanzará el resultado. Creer en la perseverancia del propósito, en la persistencia de la acción.

De manera que vale la pena insistir. Sostener, diría.

Como la realidad suele no ceder con facilidad, es bueno tomar ciertos descansos. Alejarse un poco de la imposibilidad.

Tomar aire.

Y volver a arremeter con renovada decisión.

Creo en ese sostenimiento. Esa voluntad firme que mantiene la vista clavada en el propósito.

La misión irrenunciable.

Pero he aquí la cuestión. Y disculpen que me detenga. Justo ahora. En el momento preciso.

He aquí la cuestión. Reitero.

La persistencia y perseverancia no son el todo. Son apenas ciertos vestigios de una ideología que puede ser saludable. Que puede insinuarse efectiva.

No más que eso.

Es preciso cuestionarlas y observarlas. Porque en el momento de lucha, cambia uno y la realidad.

De manera que puede ser una propuesta indicada, girar la cabeza hacia otro propósito.

Observarlo con ojos de niño.

Y recuperar así el entusiasmo, que nos impulsa a caminar.


Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook. Los contenidos de este Blog no forman parte del libro.  



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El Cuerpo


Siempre andaba bien.

Pero el cuerpo se me cansó de golpe el otro día.

Raro.

A la noche empezó a manifestarse. Lo advertí desde el comienzo. Con un dolor en la garganta que exigía atención.

Estaba en la cama a oscuras cuando lo detecté. Entonces empecé a susurrar palabras.

- Hola, hola…

Ahí mismo advertí las dificultades. La voz se empeñaba por salir, pero un fuerte dolor replegaba sus intenciones. Y reducía el sonido a volúmenes insignificantes.

Otra palabra para otra certeza.

La comunicación con la noche se transformó en una relación complicada. Las palabras dolían como puñaladas. Y pronto se impuso el silencio.

De golpe llegó el sueño.

Seis o siete horas sin saber más nada.

Ni yo dije más palabras. Ni el cuerpo exigió que me replegara.

Fue al despertar donde el cuerpo se reveló sin miramientos. La voz no se escuchaba, y yo estaba atrapado en este paquete de huesos y músculos. Con una picazón en la garganta que me provocaba.

Me levanté refunfuñando por esta imposición de la naturaleza. Fui hasta el baño. Abrí la boca frente al espejo y no noté nada raro. Así que me lavé los dientes y perfilé para la puerta.

Nos vamos de todos modos, pensé.

A sacar sangre para cumplir con los análisis.




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miércoles, 14 de septiembre de 2011

Hipocresía


Me llama la atención la gente que tiene la habilidad de exhibir una persona, cuando en verdad es otra.

Con la destreza de un gato.

Caen siempre bien parados.

Mientras todos quedamos embaucados tratando con una persona que no es. Enredados a la apariencia que nos engaña.

La hipocresía más afinada logra su fugaz cometido, no tanto por orquestar con destreza la mentira. Si no por creerla y vivenciarla.

Es cierto que el hipócrita embauca un poco a los demás. Pero mucho a sí mismo.

Deja así su ser envuelto en trucuñuelas que lo atormentan. Y convive haciendo equilibrio para sostener sus mentiras.

Es fabulador el hipócrita. Carga sus farsas a cuestas por toda la ciudad.

Confundido y embrollado en sí mismo persiste.

Sin que podamos desenmascarar.

Es notable, llamativo y debemos reconocer.

Habilidoso.

Hay una virtud elocuente en la capacidad de engatusarnos.

De recorrer esa delicada línea de hacer creer que se es alguien, cuando en verdad se es otra persona.

Pero no hay habilidad inusitada que no decaiga con el transcurrir de la vida.

Porque siempre el tiempo se encarga de todo.


Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook. Los contenidos de este Blog no forman parte del libro.  



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viernes, 9 de septiembre de 2011

La Edición


Protestaba de la edición.

A mí no me gusta la edición.

Porque una cosa es escribir. Inmiscuirse en la hoja en blanco para procurar elucidación.

Y una muy distinta.

Es la edición. La búsqueda persistente del error sistemático. Del yerro. De la equivocación.

La obsesión sostenida por señalar lo que está mal.

Lo que objetivamente está mal. O subjetivamente no es conveniente.

Lo suponía. Lo presentía.

Es cierto que muchas veces no es necesaria la experiencia. Basta con la proyección mental para visualizar circunstancias. Sentirlas y vivenciarlas.

Claro.

Además la edición.

Pensaba…

Atenta contra la espontaneidad. El valor supremo que justifica mis principios escriturales.

De modo que entonces es un acto de traición. De negación del ser.

Pero no quiero exagerar. Ni desalentar lo que quizás para otro es un sano espacio de reencuentro con lo escrito.

Aunque me permito pensar que la edición no es tanto un acto de corrección. Como nos quieren hacer creer.

Eso se observa quizás en la superficie. Es la caricatura que sostiene la fachada.

Porque la edición es en verdad.

Un acto de ajusticiamiento.




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viernes, 2 de septiembre de 2011

Persistencia


De chico escuché hablar sobre el valor de la persistencia. La determinación para sostener las circunstancias desde el inicio.

Hasta el final.

Como exigiendo al comienzo perdurabilidad.

A cualquier precio.

Negando así la alternativa de la renuncia. Y la liviandad que supone el abandono.

Bajo pretexto del valioso mérito que implica ascender a la meta. Y mostrar la medalla.

Hoy renuncio a la virtud de la permanencia. Desconozco la grandeza de su jerarquía.

He venido a ajusticiarla.

Porque a veces no hay nada notable en ella.

Creo en la fluidez del transitar y el cambio.

Como una religión que enaltece el ser.

Lo pasea por mundos inciertos. Y aunque se caiga una cuantas veces…

Lo invita a vivir otra vez.
.



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