viernes, 9 de septiembre de 2011

La Edición


Protestaba de la edición.

A mí no me gusta la edición.

Porque una cosa es escribir. Inmiscuirse en la hoja en blanco para procurar elucidación.

Y una muy distinta.

Es la edición. La búsqueda persistente del error sistemático. Del yerro. De la equivocación.

La obsesión sostenida por señalar lo que está mal.

Lo que objetivamente está mal. O subjetivamente no es conveniente.

Lo suponía. Lo presentía.

Es cierto que muchas veces no es necesaria la experiencia. Basta con la proyección mental para visualizar circunstancias. Sentirlas y vivenciarlas.

Claro.

Además la edición.

Pensaba…

Atenta contra la espontaneidad. El valor supremo que justifica mis principios escriturales.

De modo que entonces es un acto de traición. De negación del ser.

Pero no quiero exagerar. Ni desalentar lo que quizás para otro es un sano espacio de reencuentro con lo escrito.

Aunque me permito pensar que la edición no es tanto un acto de corrección. Como nos quieren hacer creer.

Eso se observa quizás en la superficie. Es la caricatura que sostiene la fachada.

Porque la edición es en verdad.

Un acto de ajusticiamiento.




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