jueves, 28 de enero de 2016

Conversaciones de verano



Voy a ir a caminar. Muy bien Juancito. Un poco, voy para allá a favor del viento. Andá hasta el espigón. Ni loco. Te hace bien. Voy varias cuadras antes. ¿Pero por qué no vas hasta el espigón? Porque es muy lejos Flavia, voy hasta donde llega el esfuerzo y empieza el sacrificio. Jaa. Andá. No, voy varias cuadras antes. 

Igual hay mucho sol ahora, no me va a convenir. Andá. Voy después, hagamos unos mates. ¿Te parece? Sí, dale. Fijate que el agua creo que está muy caliente. ¿Trajiste galletitas? Sí, Juan. Bueno dame. Otra vez opera. Sí. ¿Busco churros? No Juan, los churros hacen mal. ¿Te parece? Sí, hacen mal. En realidad los que hacen mal son los viejos, los que te dan del día anterior. Andá vos a buscar. Jaa. Decile que si te da uno de los churros viejos, voy a ir yo con cara de malo a pedir explicaciones. Jaa. Bueno, no vayas. 

Dame el mate. Está caliente. Otra vez se pasó el agua. Destapa un poco el termo entonces. Pero no está tan caliente. Sí, fijate. 

No te vas a sacar la remera. No Flavia, así está bien. Pero ¿por qué? Porque me miran las chicas y sos celosa. Jaa. Sacate que te queda la marca en los brazos. Hace años que tengo la marca del sol de camioneros. Me la dejo. Como quieras. Pasa que también evitás lunares que pueden aparecer. La remera es el mejor protector. Después la dermatóloga no sabe por qué te aparece un lunar. Como quieras. Bueno, me la saco entonces. Pero las chicas me van a mirar. Jaa. 

Viste lo de la lotería. ¿Qué pasa con la lotería? Dicen que no está la plata para pagar los premios. No puede ser Flavia, exageran. Es cierto, dicen eso. Entonces no vas a poder jugar para comprar el departamento. No, es que no está la plata. Exageran, me parece. Si fuera cierto que han robado tanto estarían presos. Pero si nadie va preso Juan. Qué se yo, hay que ver. La única que metería presos a todos es Lilita, Juan. ¿Te parece? Seguro. Pero habría que ver que meta solo a los chorros. Y sí. Te acordás que no estaban las boletas de ella en las elecciones. Sí, es cierto. ¿Se habrá enterado de eso? Quien sabe. Eso de la boleta de papel no debería existir más. 

Dame el libro. No Juan. No te lo vas a pasar leyendo. No exageres. Pero así te quedás en la reposera. Bueno me levanto y voy a surfear entonces. Jaja. Uno es preso de la comodidad y es por la comodidad que vive poco. Pero a vos no te gusta surfear. No. Por eso te pido el libro. Pero es muy de abuelo, tenés razón. Entre los libros y mails del trabajo que te pasás enviando no vivís bien la playa. ¿Qué querés que haga? Dejá los libros y dejá un poco los mails. Despejate.

Bueno, salgo para el espigón. ¿Vas a ir entonces? Sí, unas cuadras antes. Voy unas cuadras antes de terminar el esfuerzo, porque si calculo mal me veo involucrado en el sacrificio. Y tengo que volver.

Andá Juancito. 

Ya vuelvo.





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domingo, 17 de enero de 2016

Refunfuñones


El mundo está plagado de refunfuñones.

Pero eso no es lo más preocupante, quizás lo más preocupante es sospechar que uno es parte de ellos. Que está encolumnado en el equipo de los quejosos, o bien tiene cierta disposición intrínseca para protestar por los motivos que fueran.

Porque bien vale la pena hacerlo si por ejemplo despedazan bosques o dañan el medio ambiente. O un trapito quiere cobrarnos 50 pesos. O llueve.

O lo que fuera.

Causas por supuesto nunca faltan para alentar a uno a enceguecerse un poco y poner el grito en el cielo por los motivos que sean.

La economía, la corrupción. La delincuencia.

A favor o en contra.

Porque ya vemos que hay quienes la defienden. Pero no vamos a entrar en esos menesteres, porque estamos en otro tema.

La protesta. El ser gruñón. El quejoso.

Es increíble que se fomente el gruñido incansable por los motivos que fueran. Y que tanta gente gruña, se enoje. Proteste.

Putee.

Muchos por supuesto escondidos detrás de usuarios anónimos en redes sociales. Pero otros sacando pecho y poniéndoselo a las balas para decir lo que piensan sin mayor resguardo que el escudo de su nombre y apellido.

Que por supuesto no ataja ni un balín ante cualquier gruñón decidido que quiera vulnerarlo.

Quizás deberíamos preguntarnos si no nos estamos volviendo un poco gruñones innecesariamente. Y si ese gruñido que nos convoca no nos arruina un poco la emocionalidad, y tiñe de gris algún momento del día.

Claro que muchos gruñen para cambiar el mundo. O para encausarlo detrás de sus sanas convicciones.

Si esos gruñidos son necesarios, gruñir no es tan pecaminoso.




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miércoles, 6 de enero de 2016

¿Hay que matar mosquitos?


Yo vi al cura decir que hay que matar mosquitos.

En verdad no lo vi, lo leí. Lo leí en twitter el otro día, apenas entré y vi qué se estaba diciendo.

Entré y el cura puso una foto con una raqueta eléctrica y un comentario certero, claro. Para nada confuso.

“Matando mosquitos”, puso. O algo así. 

Pero no había dudas, estaba el cura en la foto. Era él. Tenía la raqueta en la mano y la convicción indeclinable.

Se mostró en el lugar de los hechos y avisó lo que iba a hacer. O lo que aparentemente estaba haciendo. Porque tenía la raqueta y la decisión inalterable.

Le escribo, dije.

Le pongo que eso quizás no esté bien. ¿Hay que matar mosquitos? ¿No son seres vivos? Me pregunté en silencio, mientras me dispuse a escribirle.

Pero no me conoce el hombre, pensé. No puedo andar yo inmiscuyéndome en este tipo de circunstancias en apariencia irrelevantes. Quién soy yo para decirle a un cura párroco si está bien matar mosquitos.

En verdad no lo sé. Es una inquietud. Una pregunta que se me impone por abrir twitter y ver al hombre con sotana y raqueta, dispuesto a electrificar con impunidad a todo mosquito que se le cruce.

Los va a matar entonces, pensé. Sin miramientos.

Ni contemplaciones.

¿Sabrá lo que hace?, me preguntaba. 

No, no le escribo. El cura va a pensar que estoy hablando pavadas. Que a los mosquitos hay que matarlos por la sencilla razón de que pican. O porque no podemos preguntarnos con todos los problemas que tenemos, si está bien o está mal electrificar mosquitos.

Es un buen hombre, pensé. Y yo no puedo detenerme en esta suerte de minucias, porque podría producir una especie de intercambio de opiniones sobre la materia, y enredarnos todos en la disyuntiva que procuraría dilucidar el buen proceder.

Aunque eso no es algo menor.

Por ejemplo quizás determinamos que no es de buena gente matar mosquitos ni seres vivos, con lo cual muchos mosquitos se salvarían de ser aplastados o electrificados.

Y uno dice eso pero suele hacer otras cosas iguales o peores. Como comer carne.

Carne de vaca. Carne de pescado. Carne de pollo.

Y, sin ir más lejos, no solo carne. También vegetales.

Está bien que uno sea exagerado y efusivo. Pero los vegetales son seres vivos. No nos hagamos los distraídos. 

El vegetariano es también un asesino.

En ese sentido solo podríamos comer frutos. Frutos maduros que caigan. 

Ahí seríamos definitivamente inocentes.

En fin, uno es contradictorio y aduce que el ser humano es contradictorio, como un burdo truco para salvarse.

Pero la verdad en sus profundidades tiene la nitidez que solo la verdad puede ofrecer. 

No está bien matar mosquitos.

Ni perros. Ni pollos. Ni vacas.

Ni nada.




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