viernes, 21 de diciembre de 2012

Programa de radio "Hagamos un Trato"


Ayer tuve el gusto de compartir el programa de radio “Hagamos un Trato”, con lindos invitados y un equipo muy agradable de gente.

Fui a hablar sobre el libro de superación personal, El Campeón, publicado recientemente por (Gran Aldea Editores).

Agradezco a todos por los mensajes que enviaron y a la gente del programa por la invitación.

No quería olvidarme de postear este lindo recuerdo. Gracias!





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martes, 11 de diciembre de 2012

Problemas de etiquetas


Nos guste o no, todos tenemos problemas de etiqueta.

Lo sospeché hace mucho y cada tanto lo corroboro. No es que ando atento de continuo sobre el tema. Por supuesto que no.

Es solo otra inquietud que con frecuencia emerge. Quiero decir aparece. Se hace visible. Se pronuncia.

O como quieran.

Está, la veo. Y ahí me quedo.

Observando otra vez el tema de las etiquetas. Que son en verdad una reducción de la persona a identidades simplificadoras.

Es decir. Sirven.

Sirven las etiquetas para comprender el mundo.

A alguien le dicen, de River. Y listo.

De Boca. Y listo.

Izquierda o derecha. No importa. La etiqueta sirve para visualizar, suponer y determinar. Todo muy rápido, gracias a su carácter de simplificación abusiva.

Que nos dice cómo son las cosas. Mientras presenta a la persona ante el mundo.

Pero no me quiero ir por los vericuetos de estas vicisitudes. Quiero centrarme en lo que convoca. La problemática que supone funcionar con etiquetas.

Veamos…

Peronista, por ejemplo.



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sábado, 1 de diciembre de 2012

Se publicó el libro de superación personal “El Campeón”

Finalmente es una realidad El Campeón: filosofía práctica para ganar en el juego e imponerse en la vida. (Editorial Gran Aldea)

Se eligió ese título porque es inspirador, nos invita a alcanzar nuestro máximo potencial. Una posibilidad que está al alcance de todos.

Sus páginas despliegan energía, recursos y conceptos que nos incitan a construir una vida poderosa, para vivir en bienestar y alcanzar resultados.

Espero que disfruten el libro. Confío que será una sana y positiva influencia para cada uno de sus lectores.

*El libro ya está disponible en Librerías Cúspide, Yenny, El AteneoHernández, Edipo, Deva´s, Antígona… Próximamente en todas las librerías del país. Publico arriba la presentación que hicieron para difundirlo. 



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domingo, 28 de octubre de 2012

Feria del libro de Mar del Plata


Me comunico para comentarles que el 11 de noviembre participaré en la Feria del Libro de Mar del Plata. Compartiré una conferencia sobre “Escritura y Desarrollo Personal”.

La charla será el  domingo 11 de noviembre a las 16 horas, en la  Sala JUAN CARLOS GARCÍA REIG en la Carpa de la Plaza Mitre.            

Agradezco al comité de organización de la Feria del Libro de Mar del Plata. Y por supuesto invito a todos a compartir esta actividad, que espero sea un agradable espacio de reflexión y disfrute.



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miércoles, 17 de octubre de 2012

Muerto


He estado varios días muerto.

Hace tiempo que me di cuenta. Cómo sucedió? Fue un accidente? Hubo algún balazo?

Es difícil precisarlo, aunque podría suponerlo. Caería así en los intersticios de explicaciones más o menos convincentes. Miradas que reducen el mundo para dejarlo definido.

No hubo tiro.

Pienso.

Debería estar la sangre, o la cicatriz del balazo.

Nada de eso se ve.

Aunque, si lo hubo, debí haber renacido. Resucitado.

Sería así la prueba viviente de la existencia de la reencarnación. Pero adosarme semejante atribución me resulta inverosímil y excesivo.

Además, no sé bien por qué, pero también me resulta irrespetuosa.

De modo que ni hubo tiro ni reencarné.

Solo estuve muerto unos pocos días.



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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Lluvia de palabras


Escribí “precepto”, seguro y confiado.

Luego me fijé y sí. Era precepto, ninguna otra palabra hubiera sido la indicada.

En esa oración había sólo una palabra en el mundo que se ajustaba con precisión a la frase. Si hubiera usado otra, hubiera desalineado lo dicho. Y en ese desajuste hubiera entorpecido la lectura.

Eso ocurre a veces, cuando uno no tiene suerte.

De lo contrario cada palabra cae en el lugar indicado. Se acomoda en armonía quizás por arte de la naturaleza.

Una dimensión extraña que indica en silencio dónde debe ubicarse cada palabra.

Debe ser algo así. Hay una dimensión extraña. Un mundo imperceptible que opera y ejecuta.

Esa dimensión de alguna manera resuelve. Indica, persuade y arremete.

Despliega así la palabra ante el mundo.

Seguramente es así. Aunque también podría ser de otra manera.

Yo escuché y leí varias veces que hay escritores que retocan hasta el cansancio los párrafos. Cambian palabras sistemáticamente. En esos actos no solo las remplazan, a veces las borran y doblegan.

Esa actitud pareciera que atenta contra la naturaleza de las cosas. No solo niega la fluidez, sino que aniquila lo misterioso.

No es poco.

Quizás lo mejor es permitir que obre la naturaleza. Ponerse frente al teclado.

Y dejar caer las palabras.



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El lector


No hace mucho que pienso que los libros no nos traen ninguna verdad. Son simplemente intenciones de un propósito que siempre los excede. Porque uno puede aproximarse con el anhelo del descubrimiento definitivo, y al final de cuentas con qué se va?

Con las manos vacías.

Vacías si uno es efusivo. Con una carga menor a la esperada, si uno es más justo.

Enriquecido, si uno es agradecido.

Esto demuestra no tanto la virtud del libro, sino la incidencia del lector que presenta el veredicto. Hace saber cómo son las cosas. Y en esa puntualización decide cómo es el mundo.

Puede verlo despejado o repleto de nubes. No importa.

El libro en sus manos dispara interpretaciones, que alientan una especie de lectura global que se reduce a una visión definitiva.

A veces expresada en palabras o frases más o menos cortas.

Excelente. Muy bueno. Nunca leía un libro así.

O.

Qué manera de perder el tiempo. No sé para qué llegué hasta el final si no decía nada interesante. Sigue…

Ahí es donde se da manija, empieza cada vez a sentirse peor y termina apresado en una emocionalidad que no le sirve para nada.

Todo por leer un libro y sentir que no ha pasado nada, con la excepción del tiempo.

Por lo cual uno podría pensar que el libro es de alguna manera inimputable. Irresponsable de esa visión definitiva.

Una síntesis que le corresponde a cada lector.

Frente al propósito que asumió un autor de definir una verdad, que tal vez arrinconó, pero siempre lo excede.



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miércoles, 29 de agosto de 2012

Mala sangre


Es al pedo hacerse mala sangre.

Digo, es de gusto hacerse mala sangre.

De haberlo sabido me hubiera avivado antes. Hubiera detectado el momento preciso y hubiera desarticulado los pasos que incentivan la emocionalidad negativa y conducen al resultado definitivo.

La mala sangre.

Es de gusto darse manija, creo. Considero. Pienso y apunto.

Qué sentido tiene?

En el momento de ser anoticiado es cuando uno debiera proceder con inteligencia. Recibir el golpe, absorberlo y quedarse quietito.

Si deja desplegar los pensamientos se arma el quilombo.

Digo, el problema.

Es cuando luego de la noticia empieza a darse manija. A visualizar el despropósito, su trastienda y el resultado.

Manija tras manija va justificando el desencanto. La flaqueza de quien obró con malicia o desparpajo.

Queda como embretado en pensamientos que se acrecientan e instan al mismo lugar.

La mala sangre.

Entonces descubre que el mundo le ha sido adverso. Que el otro es un pelotudo.

Es decir, una persona que no obra con bondad. En este caso.

En otros, puede tener otros ribetes y ser adecuada la palabra. Porque su connotación por supuesto excede a estas particularidades, aunque bien le son propias.

Todo esto para darse uno cuenta de que hay un momento crucial. Determinante.

Hay una bisagra que aparece y es ahí donde hay que obrar con inteligencia. Porque de lo contrario uno se da manija y queda preso del desatino.

Además de victimizarse, honra el malestar. Termina frunciendo el entrecejo y maldiciendo el mundo.

Más vale detectar la situación, advertir decisiones apropiadas y obrar en adelante en consecuencia. Para salirse del malestar y evitar adentrarse en la mala sangre.

Es bueno escribir para desahogarse. Que el otro siga con lo suyo. Que orqueste sus realidades.

Apenas si me permito tomar algunas notas. Definir cierta política de acción apropiada para evitar el malestar.

Y ver con claridad la conveniencia de estar atento a la bisagra.

Para evitar la mala sangre.



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sábado, 18 de agosto de 2012

Ser


La alegría está en ser.

Le dije a una persona que trabajaba conmigo en un ámbito de desarrollo personal.

Me quedé callado para ver qué ocurría. Si ese aporte era una insinuación endeble, o bien abría un camino al entendimiento.

Cuando dos personas trabajan en el desarrollo personal, se valen del lenguaje. Usan metáforas y se entrometen con avidez en el mundo simbólico.

Si tienen suerte, facilitan luz en la oscuridad, abren posibilidades y generan las condiciones para construir realidades buscadas.

En eso estaba cuando apareció la metáfora y la solté. La puse sobre la mesa con la intención de clarificar el mundo y darle espacio a las potencialidades que a veces tienen ciertas reticencias para desplegarse.

Creo que el ser humano tiene el desafío de construirse a sí mismo.

La vida es tan solo una oportunidad para conseguirlo.



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domingo, 5 de agosto de 2012

Se publicó mi libro "Escritos de la Vida"


Muy contento, comparto con ustedes la noticia de que se publicó mi libro. Se llama “Escritos de la vida, para descubrirnos, pensar, disfrutar y potenciarnos”. 

Por el momento se encuentra disponible en Librería Libertador, Av. Corrientes 1318. 

Agradezco mucho a todos los que me ayudaron a cumplir con este objetivo. 

Tengo la ilusión de que el libro pueda ser una sana y positiva influencia para cada uno de los lectores. 

Gracias!

Obtené Escritos de la Vida

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jueves, 26 de julio de 2012

Nobel


N
o voy a descubrir la vida con la escritura, ni el ser humano, ni nada. Apenas si pretendré liberarme de entuertos. Zampárselos al otro para que se arregle mientras me voy a otras circunstancias. Tampoco quiero procurar el nobel que reconoce al gran escritor. Quizás porque la lejanía construye una brecha indivisible. Aunque pienso también que es porque en la vida prefiero evitar las pantomimas y andar con naturalidad, sin traje, sin smoking. Ni nada.



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Caminitos de la vida


Yo no sé de qué se trata la vida, pero me lanzo al juego.

Para algunos es tener un hijo, para otros subir la montaña, escribir la canción, plantar un árbol, ser doctor…

Todos tienen razón.

Los más seguros, se centran en sus tareas. Persiguen el objetivo entusiastas, resolviendo las dificultades, esquivando las piedras del camino.

Los otros, preguntan por qué alguien va por otro camino. Que no ve que tiene que ir por su camino. Que esta es la vía correcta. La única posible. El sendero inevitable.

Estos últimos preguntan. Para cuándo plantás un árbol? Convencidos de su incertidumbre, cruzan los dedos en búsqueda de la tranquilidad que supone la reafirmación de sus pasos.

Estos últimos también son los que miran al otro. Lo observan en silencio, lo indagan en elucubraciones entre mates o café.

Los otros, no. Los otros no tienen tiempo. Están en su camino.

Van, van…

Siempre pienso que uno tiene que hacer la vida que quiera mientras no perjudique a los demás.

De manera que está bueno que uno venga para acá. Otro doble por la esquina. Alguien mire y no diga nada. O se quede quieto. O tal vez salte y avance de a pasitos.

No sé.

Que haya tantas personas como caminos, para mí es la única verdad.

Y lo digo convencido. Como un grito que revela cierta naturaleza del transitar humano.

No sé para dónde vas vos…

Yo hoy voy para allá.



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miércoles, 18 de julio de 2012

Paciencia


Ejercitar la paciencia podría ser una indicación médica. El profesional de la salud debería indicarlo en ciertos casos.

Aunque es posible que el médico no sea el apropiado para esto, ya sabemos de las limitaciones elocuentes que tienen para abordar la integridad del ser humano.

Las universidades se han detenido en los huesos, cartílagos, tejidos y demás cuestiones visibles que suponen relevancia. Pero han olvidado cuestiones inherentes al ser que tienen igual o mayor significancia.

Apunto esto no sólo porque escribir un párrafo es algo fácil, dinámico y espontáneo en mi caso. Si no porque algunos amigos que transitaron la universidad me comentaron de su experiencia formativa.

Por supuesto no es suficiente para determinar la realidad que nos excede. Es sólo un atisbo que tendrá cierta fundamentación, quizás sólo suficiente para inquietar un poco pero deficiente para definir la totalidad.

Establecer que así son las cosas. Que los médicos son todos brutos, y otros despropósitos de esa naturaleza.

Eso no.

Lo que sí sería importante es retomar el tema de la paciencia. Porque es otra característica o variable que posibilita la comprensión de las personas.

Es decir.

Uno mira a alguien, ve cómo se mueve, qué hace con la vida. Qué ocurre con sus circunstancias, con sus intervenciones verbales y no verbales…

Entonces puede de algún modo precisar el nivel de paciencia. Si es muy paciente, medianamente paciente, impaciente…

Siempre hay un carácter dinámico coyuntural. Eso es una obviedad. Pero hay esencialmente una relación íntima y profunda de la persona con la paciencia, esa es la que define su situación en torno a ella.

Todo esto debe ser porque hace unos días percibo que algo está cambiando. Intuyo que hay modificaciones respecto a este tema y sospecho que mi relación con la paciencia ya no es la misma.

No sé si se fue, no sé si volverá.

Sólo veo que hoy no está.



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lunes, 16 de julio de 2012

La respuesta


La respuesta no viene de la nada ni aparece de repente. Es tal vez una búsqueda que persiste durante toda la vida.

Puede uno querer buscar la certeza y desear con todas las ansias atraparla. Pero quizás lo único cierto es que se evade vaya a saber por qué impronta de su naturaleza. Y lo único que persiste es la incertidumbre.

Si la tuviera enfrente le preguntaría cómo funciona. Y si pudiera le exigiría un manual de instrucciones para poder operar con ella. Entenderla, hacernos amigos, andar felices por la vida.

Yo la acepto, y veo que me acepta.

Pero no hay un encuentro cara a cara. Sólo su persistente presencia, que se hace notar con mayor o menor empeño según transcurren los días.

También he notado que se va de vacaciones. Pero he fallado en la observación de determinar con claridad cuántos días, a dónde va, qué período y se ha evadido siempre el anuncio de su vuelta.

Sospecho que me da descanso a mí, que va a buscar a otro.

Hoy la incertidumbre ha vuelto a visitarme. Yo le exijo que hable, que de una vez por todas facilite que la respuesta se exprese. Que no haga abuso de juego y deje al menos un destello de claridad.

No exijo por caprichoso, sino porque estoy convencido de mi derecho a peticionarle.

Así que exijo con determinación para hacer valer mis derechos.

Y lo único que veo es que se encoje los hombros.


Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook



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viernes, 6 de julio de 2012

Los niños y la escuela


Tienen razón los chicos de embolarse en la escuela.

Si yo volviera al cuerpo de niño y estaría sentado en el banquito, mientras miro a la señorita como con la tiza y el pizarrón me explica el mundo, sería uno más de ellos.

Estaría seguro pensando en otras circunstancias. El partido que jugaré a la tarde, la salida del fin de semana, la campera que me olvidé.

Dónde me olvidé la campera?

Si supiera no estaría con este sufrimiento que imprime el extravío. Me recuerda que es lindo jugar al fútbol con mis amigos en otras ciudades. Y es muy feo olvidar las pocas pertenencias que llevamos.

Pensaría en eso, dónde está la campera. Por qué soy tan tonto de haberla extraviado. Otra vez perdí la campera. Voy a llamar al club, tengo ahí una gran chance. Quizás la vieron. Sí, quizás alguien de buena fe vio la campera y la entregó a alguien responsable.

Voy a llamar apenas llegue a casa. Comentaré con buenos modales que olvidé la campera. Que es posible que haya quedado en el vestuario. Es muy posible. Veremos que me dicen.

La señorita ahora dice que tenemos que hacer esos deberes insufribles. Para qué sirven esos deberes, son antagónicos con la estimulación del pensamiento. Nublan la inteligencia y denigran la creatividad.

Hay que hacer los deberes igual. Ahora no se dan cuenta pero ya verán que para algo les van a servir.

Todos juntamos los lápices con un barullo bárbaro. Faltan cinco minutos para el timbre.

Volvemos a juntarlos para que quede claro que el tiempo terminó. Ya no se puede explicar más nada.

Traeremos los deberes a regañadientes y volveremos a sentarnos en estos banquitos, como si fuéramos esclavos de esta realidad que nos apresa.

Ring.



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jueves, 5 de julio de 2012

Estar contento


A mí me enseñaron que uno tiene mucho poder. Muchísimo.

Frente a la realidad.

Yo sospechaba eso, pero en verdad un día caí en un aula y un hombre de unos sesenta años me lo explicó con claridad.

Ahí lo escuché con todas las letras.

Entendí lo que intuía y clarifiqué esa relación tan particular que la gente establece con la realidad. En realidad lo clarificado no es la relación sino los intersticios de esa relación.

El meollo del asunto.

Eso fue lo que yo comprendí, aunque lo hice ofreciendo resistencias. Recuerdo ahora la escena. El profesor termina de explicarlo todo, el silencio es abrumador. Somos unos diez o doce los que observamos y nos encontramos ahora procesando lo dicho.

Más silencio…

Levanto la mano y retomamos. Elogio por supuesto lo dicho, reconozco la conveniencia del entendimiento propuesto.

- Pero…

Dice el profesor de aquél entonces, que conocía mi predisposición a valorar lo conceputualmente propuesto para atravesarlo luego con una suerte de crítica constructiva, que permita sostener lo dicho, redefinirlo o acentuarlo.

Los hechos son importantes, enfaticé. Es cierto que nosotros tenemos la posibilidad de interpretar la realidad y escribirnos un buen cuento. Pero los hechos tienen su relevancia y facilitan la construcción espontánea de emocionalidades más o menos convenientes.

Después sí, uno tiene la posibilidad de profundizar la emocionalidad propuesta por las circunstancias. O escabullirse tan rápido como pueda de ella.

Creo que eso dije. Aunque seguramente no fue exactamente así. Sería un mentiroso si dijese que esas fueron las palabras. Los términos usados.

No fueron exactamente esos. Tendría la certeza ahora que no fueron exactamente esas palabras, esas oraciones y párrafos.

Algo así fue, claro que sí. Pero no esa precisión que ahora anuncio. Es sólo un indicio de lo sucedido, más o menos efectivo en relación a la veracidad.

Lo que sí rescata es el alma de lo acontecido. Estábamos todos, el profesor y su explicación. Se hizo el silencio.

Eso sí.

El silencio se hizo y permanecimos un ratito callados. Segundos tal vez.

Yo levanté la mano.

- Pero.

Eso también ocurrió. El profesor sonrió y dijo, pero. Luego intervine y así sucedieron las cosas.

Lo único que me permito es abrir el paréntesis para aclarar el tema de las palabras. Esa es la única disociación que puedo advertir de la veracidad. El resto es muy cierto.

Doy fe.

Recién cambió la noticia. El hecho que hace minutos me impulsó a protestar y tirar puñetazos al aire se evaporó. Transmutó en un nuevo hecho que relata una noticia digna de celebrar.

Es el mismo acontecimiento, pero la noticia está reformulada.

Quizás por eso recordé a mi profesor de aquellos años, ahora otro valioso amigo.

Quizás por eso también ahora estoy contento.

Muy contento.




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miércoles, 4 de julio de 2012

Que veo


Si miro a Juan Manuel veo que lo llevo de un lado al otro. Abre esta puerta, cierra aquella otra. Levanta la mano, se tiene que ir.

Una puerta más, otra y otra.

Entra, se sienta, mira, habla, se para y se va. O se queda a voluntad.

Viene para acá, va para allá.

Debería estar mareado entre tantas circunstancias, pero se mantiene estable. De pie, como esperando el próximo destino.

Dónde?

Vamos, vamos.

Ahá.

Sigue por acá, da la vuelta a la esquina. Se para como si se hubiera detenido el tiempo. Ahora gira la cabeza…

Me mira…

- Cuántas diagonales!

Yo sólo estoy escribiendo, no tengo la culpa.

Para allá, para allá.

Dale.



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martes, 3 de julio de 2012

La explicación


La explicación es una trampa en la que estamos todos inmersos. Vivimos imbuidos en un universo de explicaciones que sobrevuelan entre todos nosotros. Es como una nube que nos aglutina a todos y nos atraviesa.

Lo que caracteriza a la explicación es que tiene la posibilidad de salir siempre airosa. De caer siempre bien parada.

A esta altura todos sabemos muy bien. Claro que lo sabemos…

Que se puede explicar cualquier cosa.

Con la misma determinación, el mismo énfasis y la misma convicción.

Ahí está el entuerto. El meollo del asunto.

Donde en verdad valdría la pena detenerse. Hacer una pausa y releer. Porque es exactamente ahí, en esa instancia, donde se dice todo.

Donde se dice lo que se tiene que decir.

El resto es quizás una parafernalia de palabras necesarias para justificar el texto. Para pintar algunos párrafos y que la cosa sea un poco más extensa.

No estaría bien que todo se reduzca a una frase. Sería como hacer que el mundo aparezca y desaparezca en un chispazo.

Una ráfaga que casi se vuelve imperceptible. Porque esa es la característica esencial de esa instantánea y fugaz aparición.

De modo que si uno se queda con la ráfaga es posible que lo pierda todo. Que no alcance a percibir un carajo.

Y se quede con las manos vacías.

De ahí, entiendo yo, la necesidad de un sustento y un humilde desarrollo. Algo mínimo, pero suficiente.

Porque la explicación lo merece, la atención a su naturaleza lo merece.

De lo contrario andamos por la vida como ciegos. Como si fueramos unos tontos que no sabemos lo que pasa. Expresamos niveles de conciencia precarios y nos limitamos a respirar.

Así que hoy nos detenemos en que la explicación tiene la posibilidad de explicarlo todo.

Todo con igual claridad, certeza y determinación.




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viernes, 29 de junio de 2012

Planetas


Hacía tiempo que no me pasaba pero hoy los planetas se alinearon. Podría pensar que no es casualidad, que las cosas tarde o temprano iban a suceder.

Pero sería despreciar el trabajo que tan bien hicieron hoy los planetas. Podría ofenderlos de algún modo y generar las condiciones inapropiadas para que vuelvan a alinearse.

Es más, tal improcedencia sería con claridad un despropósito. Porque ahora yo preciso lo ocurrido, lo doy por sentado. Con énfasis, como siempre.

Pero por qué debiera suponer que los planetas han de desalinearse. Esa sería una perspectiva negativa. La parte oscura de mi ser que viene a insinuarme esta posibilidad. Esta alternativa como una factibilidad de lo esperable, aún sin una fundamentación que la sustente.

Con tranquilidad podría pensar que hoy se alinearon y quedarán así para siempre. Me sobrepondría así a los malos augurios y facilitaría el buen ánimo de los planetas.

Que han hecho un excelente trabajo hoy.

Y sin dudas seguirán alineados.


Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook



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martes, 26 de junio de 2012

El ser confundido


Es fácil caer en la soberbia para etiquetar al otro, mencionarlo y señalarlo.

Aunque el precio tal vez es bajo en relación a los resultados. Si ese señalamiento despeja el mundo y favorece una sana incidencia, quizás valga la pena asumir el costo. Quedarse un momento en silencio y ajusticiarlo.

Condecorarlo como ser confundido que obra con maldad. Participa del mundo con bronca y le zampa su enojo en el rostro de los demás.

Una actitud de mediocridad y bajeza, que responde a una patología que es tan propia como íntima.

Sería abusivo destrabar aquí esas subjetividades intrínsecas del ser confundido.  Con seguridad deberían ser abordadas en tratamientos psicoanalíticos para precisarlas y procurar la cura.

Siempre que el sujeto quiera abordarse y tenga la intención de darse una nueva oportunidad frente al mundo.

Para salir así de su postura que cascotea lo externo y sus semejantes siempre con algún motivo.

Será que la realidad exhibe a seres confundidos que no pueden con su rabia. Sobrellevan sus frustraciones con enojo. Y propinan golpes, patadas o agravios como una salida a sus emocionalidades que los atormentan.

Es posible que piensen que ese tipo de catarsis va a ayudarlos a sobreponerse. Destrabará sus incompetencias y les presentará por arte de magia una nueva realidad.

Pero son presos de su cobardía. La comodidad de la queja es el sustento de su frustración.

En verdad no sé qué opina un tipo confundido. Ese que lo único que hace es agraviar al otro con cualquier motivo, y se queja de todo como si fuera una virtud su impericia.

Si tiene algún mérito, es la destreza para la maldad. Lo que lo instituye en un pobre tipo.

He aquí su condecoración.

Piensa que con agravios e insultos envenena a los demás, pero en verdad se equivoca.

Se envenena a sí mismo.



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sábado, 16 de junio de 2012

"Leyendo el Futuro: los libros, llaves para transformar la Vida"










Fue una reconfortante experiencia participar como expositor en la jornada: "Leyendo el Futuro: los libros, llaves para transformar la Vida", que se realizó este miércoles en el Salón Dorado de la Legislatura de la ciudad de Buenos Aires.

“En ocho horas de relatos y conferencias trabajaremos tres ejes temáticos estratégicos: las Nuevas Tecnologías, la importancia de la lectura y la mejora subyacente, una vez adquirido el hábito de leer, de la calidad de vida”, anticipaba el evento.

Un aporte distintivo hicieron numerosos traductores hipoacúsicos, que transmitían las diferentes conferencias. También la transmisión por Internet que permitió seguir la jornada en vivo.

En la charla que ofrecí, compartí una mirada sobre las nuevas posibilidades y delimitaciones que ofrecen las nuevas tecnologías para la escritura, la incidencia que genera la escritura en el autor y los beneficios que aporta escribir para elucidar el mundo, empoderar al ser humano y facilitar el crecimiento personal, entre otras cuestiones.

Compartí también la concepción de que habría que evadirse de las respuestas y abrir más preguntas para facilitar el despliegue de la creatividad e innovación en este nuevo contexto tecnológico.

El evento fue un valioso espacio para pensar sobre las implicancias de las nuevas tecnologías, los libros, la escritura y la lectura en la vida cotidiana.

Agradezco la invitación a los organizadores y celebro que hayan llevado adelante esta importante jornada.



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lunes, 4 de junio de 2012

La conexión


La escritura y el hombre están atados por una conexión. Es una suerte de línea que los conecta. Los enlaza y entromete en una condición íntima e intensa, que es una especie de amorío.

Cuando uno escribe, incita, seduce y procura ese encuentro. Si tiene suerte cae en cierto enamoramiento más o menos fugaz, pero siempre disfrutable.

Es ahí cuando comienza a abrirse un mundo, el escriba cae inmerso en el encanto y cada tanto entrega alguna margarita. Es el resultado de algún que otro párrafo que sucedió de ese amor.

Quizás de eso se trate, de lograr esa conexión silenciosa que permite desplegar palabras para elucubrar el mundo.

Algo así debe ser.

Se trata entonces de ingresar en cierto obnubilamiento, que de un chispazo haga desaparecer el mundo para enajenarnos de la realidad.

Esa intención suele ser lícita y placentera. Ocurre de vez en cuando.

A veces esa conexión está atravesada por interferencias. Cada tanto un párrafo parece replegarse, se muestra dubitativo y logra retener los dedos.

Vaya a saber cuál es el motivo que provoca esa restricción. Que genera la duda y contiene los dedos ante el teclado.

Es un titubeo difícil de elucidar. Como si fuera una energía que alerta sobre lo sucedáneo, persuade sobre el valor de la reticencia. Y amenaza con romper el encanto.

Habría que ver qué pasa si ganan esas pausas. Cuál es la realidad que nos espera.



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jueves, 31 de mayo de 2012

La queja


No voy a apuntar con el dedo a los demás, para describirlos con un artículo y una palabra.

Sería inapropiado de mi parte señalarlos. Indicarlos como caso de estudio o proponerlos como representantes del despropósito.

También yo he sido parte del equipo en algún momento. Un fiel exponente de la agrupación quejosos, que honré la Asociación quizás un buen tiempo.

Así que, si hay que ajusticiar a alguien, honesto sería de mi parte levantar la mano. Y pasar al frente.

No por el presente, sino por algunas esporádicas situaciones del pasado.

El problema es cuando esas esporádicas situaciones se transforman en lapsos más prominentes, más estables y recurrentes.

Es ahí cuando la persona asciende a la etiqueta de quejoso. Anda por la vida e infecta a los demás.

Digo, afecta a los demás.

El quejoso es una suerte de estirpe que convive con nosotros. Lo cruzamos cada tanto si tenemos suerte, o lo sufrimos a diario si forma parte de nuestro entorno.

Todo ve mal el quejoso y todo es motivo de descontento. El país, los políticos, los deportistas, su trabajo, el jefe, la mascota…

Nada se salva de ser exculpado por el quejoso.

Porque hay una característica esencial que lo define. Forma parte de su filosofía irrenunciable y constituye lo esencial de su relación con el mundo.

El otro siempre es el culpable.

Otro en un sentido metafórico de la palabra, para expresar que lo ajeno es lo significativo. Siempre algo externo que a él no le compete. Salvo en su carácter contemplativo de observación, que desencadena enunciados que delatan la queja en cada una de sus palabras.

El quejoso tiene una particular habilidad, recolecta todos los datos negativos de la realidad, los entremezcla un poco y logra así fundamentar su posición.

No es que nos mienta a todos. Es que se embarulla a sí mismo.

Queda embaucado en justificaciones razonables y convincentes, suficientes para ostentar una mirada  de apariencias respetable.

El tema es que de tanto darse manija ingresa en una emocionalidad inconveniente para su bienestar y el de los demás. Porque primero se intoxica a sí mismo y luego ejerce un sutil pero perceptible envenenamiento sobre los demás.

Lo peor de todo, y esto es lo relevante. Es que desde la queja queda varado frente al mundo que se le impone.

Lo observa, lo relata y lo maldice.

Muy pocas veces enfrenta la queja y se pone a trabajar.



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lunes, 28 de mayo de 2012

Obsesivo


Al obsesivo lo podría narrar desde adentro, desde sus entrañas. Podría inmiscuirme en su subjetividad, atraparlo y presentarlo en sociedad.

Es una posibilidad que me aporta cierto rasgo de mi personalidad. Ocurre cada tanto, primero con un leve vestigio que se insinúa y luego con la predisposición que revela la elocuencia.

En ese momento es cuando podría procurar atraparlo, pescarlo de algún modo. Porque es ahí, en ese instante, donde se manifiesta. Se hace presente y emerge a la superficie.

Todo un conjunto de vueltas para lograr el cometido.

Cometido, palabra de hombre mayor. De anciano.

Por qué dije cometido?

No entiendo. Cometido suena fuera de época. Como resultado de alguien mayor que abre la boca y puntualiza la realidad.

Son los mayores los que usan esas palabras, como artilugios del lenguaje para precisar el mundo.

Debo estar grande. Definitivamente debo estarlo.

Algo pasa que dije, cometido. Cometido.

Debí decir, el propósito. Pero qué hice?

Me engañé a mí mismo. Me detuve ante las teclas que iban a escribir, el propósito.

Por qué?

Porque propósito digo mucho. Apunto mucho en mis textos. Entonces no quiero abrumarlos, abrumarme a mí mismo en la escritura. Quiero refrescar lo dicho, la manera de decirlo.

Entregar un texto limpio.

Todo eso pensaba y ahí apareció la represión. Los dedos que titubearon.

Dudaron primero.

Luego se detuvieron y volvieron sobre sus pasos.

En verdad no volvieron. Porque no escribieron, propósito. Si no que se detuvieron.

Eso hicieron.

Ahí fue cuando dije, cometido.

La palabra se escabulló y acá estamos. Perdido ante la realidad que me trajo esa palabra.

Me deja ahora tildado, mientras miro cómo la página se queda en blanco.

Y se escapa el obsesivo.



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sábado, 26 de mayo de 2012

Ahora...


Podría probar seguir el pensamiento. Dejarme llevar y apuntarlo todo.

Sería como abrirse el pecho y entregar el alma. Una acción de riesgo porque descarnaría a uno frente a los demás. Lo dejaría expuesto en cuerpo y alma.

Eso sería apuntar el pensamiento. Tipearlo todo sin permitir la injerencia de ningún filtro. De nada que retacee la próxima palabra, que la reprima para advertir su inconveniencia. Dejándola silenciada en las profundidades del interior.

Vaya uno a saber qué pasa con esas palabras. Esas frases o párrafos que insinúan presencia, pero algo las aquieta y hace que eviten salir a la superficie.

Es posible entonces que en esas profundidades haya mares de palabras, hechos, sentimientos.

Océanos de frases, párrafos y libros.

Mundos de metáforas.

Lo no dicho debe abarcarlo todo entonces. Tal vez impregne el interior de cada uno de nosotros, que sin querer fuimos permeables a la incidencia de esos decires que ahora desconocemos, pero se entrometieron en nuestro ser y se acomodaron en el silencio.

Eso seguramente es así. Aunque nunca nos lo hayamos preguntado.

Y recién hoy empecemos a darnos cuenta.




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domingo, 20 de mayo de 2012

Equivocado


Cuando todos están equivocados, debe ser uno el que está equivocado.

Lo pienso humildemente, es como que me redimo ante mí mismo. Con la nobleza de quien se involucra en el meollo de la culpa.

En una pausa pienso que quizás yo me equivoque. Que los otros en sus menesteres están en lo correcto. Obran como piensan y ofrecen al mundo sus certezas.

Es sólo en una pausa que pienso esto. Bah, me lo permito pensar antes de que entre la duda. Me traiga las certezas y me vuelva a fundamentar lo impropio de este lapsus.

Los motivos sobran.

Los hechos sobran.

Para vislumbrar circunstancias, apuntarlos con el dedo y reconocer la única verdad que hay entre el mundo, ellos y yo.

Que están equivocados. Que proceden desde el error, se aprisionan en creencias inconvenientes.

Para su realidad y para ellos mismos.

Puede que sea así. Eso es lo que pienso ahora. Aunque si me detengo un momento y me permito el sutil detenimiento del mundo que hoy me aprisiona, cambia la perspectiva.

Son todos unos angelitos.

Ocurre que hoy el mundo jugó una mala pasada. Un conjunto de trabadas que generan algún traspié. Que proponen la caída y hacen que uno escriba unas líneas para refunfuñar.

Dar cuenta del despropósito del día.

Desatarse del malestar o liberarse de ciertas vicisitudes, que en verdad son nimiedades. Insignificancias frente a las relevancias del acontecer humano.

Entonces nada es tan grave. Uno se detiene ante la vida, se observa un poco. Hasta se auto incrimina.

Total mañana será un nuevo día.




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viernes, 11 de mayo de 2012

Justicia


Hacer justicia muchas veces significa venir al teclado y decirlo todo.

Abrir la boca bien grande, permitir el desahogo y facilitar la expresión. Con el fin de que ese decir que permanecía oculto en las profundidades, emerja ante nuestros ojos.

Creo que esa es la operación esencial que transforma a alguien en un escriba. Se trata de ejecutar ese acto silencioso pero efectivo, que busca en las profundidades lo que debería decirse, y aún no se dijo.

En esa operación escritural es donde emergen los significados, los conceptos y la propuesta de sentido.

Propuesta porque siempre hay una distancia entre lo que se dice y lo que se escucha. Entre lo que se escribe y lo que se lee.

Puede haber un acuerdo que facilita el entendimiento, pero es imposible negar la existencia de una brecha que más o menos visible acompaña esa intersección entre escritor y lector en la percepción del texto.

Todo esto debe ser cuestión de otros menesteres.

Ven…

Esto es lo que pasa muchas veces. Uno apunta a la justicia y el tiro sale para otro lado.

Es como si pifiase la pelota de pool o de fútbol.

Uno ve el arco, apunta y pega.

Pero sale para cualquier lado. Un lugar que uno nunca planeó y que sólo observa por el transcurrir de los hechos.

Bueno, eso.

Eso es lo que pasa a veces con la escritura.




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miércoles, 9 de mayo de 2012

Escritores


He notado que los escritores viven como si estuvieran en un segundo plano. No ocurre con todos, pero sí con muchos de ellos.

Es como si participasen de la existencia que todos vemos. Y al mismo tiempo estuvieran inmersos en otro mundillo.

Creo que esa distancia entre transeúntes y escritores, es la que se edifica con la intención de atrapar al mundo. Darle alcance de alguna manera. Para poder expresar la existencia.

Evidenciarla.

Como si fuera una pretensión lícita para procurar entendimiento. Dar cuenta de que hay un nivel de profundidad que excede las apariencias. Y que el ser humano puede alcanzarlo si participa de la festividad de las palabras, la riqueza del mundo simbólico y la determinación que impulsa el anhelo del escritor.

Por ver con ojos abiertos y escrutarlo todo.

Esto ocurre aunque el mundo tenga la destreza de evadirse entre los dedos.

Y el tiempo ejerza el despropósito de salirse con la suya.


Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook.



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viernes, 4 de mayo de 2012

Los buenos modales


Es posible que los buenos modales sean una suerte de represión. De aprisionamiento en un decir que muchas veces no sería el apropiado.

Por qué?

Porque por ahí uno siente que tiene que decir una palabra, una cosa, algo de un modo que un decir espontáneo lo exige.

Por ejemplo…

- Ay, la puta.

No es tan grave. O sí?

Vemos la escena.

Uno llega contento a su casa o departamento. Viene cansado de reuniones y el bullicio de la ciudad.

Entra a la casa, con intención de desplomarse.

En el sillón, en la silla. Donde sea.

Cierra la puerta y decide no desplomarse. No en esta situación. En esta escena.

Qué hace?

Deja las cosas y va a la cocina. Pone el agua en la pava y enciende la hornalla.

Ve que no prendió. Es claro que no prendió.

Va entonces con el nuevo chispazo.

- Ay la puta.

Ahí es donde le sale el grito espontáneo. El dolor lo exige.

Tal vez la quemadura tenga un lenguaje propio. Porque uno podría decir…

- Ufa, me quemé.

Pero no. No lo piensa. No procesa el hecho y luego resuelve la simbolización. Sólo ejecuta.

- Ay la puta.

No puede decir otra cosa. Aunque sí puede caer en múltiples variantes. Siempre emparentadas con ese decir que parecería maleducado. Inadecuado a las buenas formas.

Así que no nos preocupemos frente a estas eventualidades del acontecer humano.

Llamemos siempre las cosas por su nombre.

Expresar lo que hay que decir, como hay que decirlo, tiene sus implicancias saludables.

Hay emocionalidades que así lo exigen. Circunstancias que así lo reclaman.

Por eso, creo humildemente yo, o soberbiamente yo, que hay que ir para adelante.

A veces uno atropella al mundo simbólico. Y otras veces el mundo simbólico lo atropella a uno.

Solo resta abrir la boca. O liberar los dedos.

Y soltar las palabras.



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viernes, 27 de abril de 2012

...


No siempre se escribe lo que uno quiere. Muchas veces se escribe lo que aparece. Así que uno queda de alguna manera atento a lo que emerge. Algo que se traslucirá pronto con el transcurrir de unos breves párrafos.

Eso demuestra que hay un decir que nos excede. Una voz que se manifiesta sin que podamos hallar con mayores precisiones su procedencia. Porque llega casi sin anunciarse y es así como aparece.

Quizás estas lógicas hacen que no haya una motivación clara antes de la escritura. Porque uno no sabe si va a escribir algo interesante, algo relevante o una estupidez.

De modo que avanza sólo por inquietud o curiosidad. Honra sin saberlo quizás ciertos rasgos de su personalidad que son los que empujan. Los que dicen, vamos, escribe.

Algo aparecerá.

Así los párrafos se van llenando. Se pintan de algún modo. Cobran forma y se presentan.

Al transcurrir unos segundos es el momento del anuncio. Uno se encuentra con un escrito.

Cierra entonces la experiencia.

Y lee desde el primer párrafo.


Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook. Los contenidos de este Blog no forman parte del libro.  



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jueves, 19 de abril de 2012

Decir



Hace tiempo me acostumbré a decir lo que pienso. Los temas pueden ser diversos o las situaciones fortuitas. Lo mismo.

Siempre decido revelar la trastienda. Abrir la boca y liberarlo todo.

Antes quizás con cierto titubeo. Ensimismado en mi mismo por temor a represalias o ajusticiamientos propios de la intolerancia.

Ahora con más tolerancia al capricho ajeno.

Así que digo lo que hay que decir, en el momento que una fuerza extraña indica con espontaneidad que hay que abrir la boca.

Tengo la ventaja de no ser provocativo, buscar saña o molestar al otro. Por suerte lo natural es la cordialidad y el respeto, con un trasfondo muy claro que indica un genuino interés de escuchar al otro. De saber cómo ve el mundo y entender las distancias que pueden separarlo del mío.

Es posible que esta práctica del decir espontáneo sea una técnica de liberación emocional. Un artilugio que permite sanear pequeñas o grandes turbaciones, que son inquietudes perturbadoras.

Quizás no es más que liberarse a sí mismo, para entregarse a los demás.

Al decir lo que uno piensa o siente, tal vez se aniquilen entuertos y se purifique el alma.

Para caminar tranquilo, y dormir como un angelito.




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martes, 17 de abril de 2012

Porfiado


Hace tiempo que no me cruzo con nadie porfiado. Tanto que casi corro el riesgo de que la palabra caiga en desuso. La olvide por su inutilización.

De alguna manera he tenido la habilidad de esquivar al porfiado para beneficiar la vida. Lo gambetee sin darme cuenta, quizás gracias a la habilidad de cierta conciencia o sentido aún inexplorable. Que logró obrar con destreza y sacarme de encima al porfiado.

El último recuerdo que tengo viene ahora a mi mente. Un profesor de física agobiado, termina de explicarle al cabezón Diez qué es directamente proporcional.

Ya le había explicado unas cuantas veces, pero mi compañero insistía que no era así. Entonces agobiado se desplomó en el banco, me apuntó con la mano y dijo:

- Explíquele usted Valentini.

Unas breves palabras parecieron resolver la confusión. Así lo afirmó Diez, que a esa altura no tenía mayor margen para decir otra cosa.

Silencio en la sala y más de quince años después, demuestran que la vida sigue intacta. Que los recuerdos nos constituyen como sujetos.

Que Diez seguramente es el buen tipo de siempre. Sólo participó de una distracción quizás porque tenía la mente en otras problemáticas.

Y que los porfiados se escabulleron de mi vida.



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sábado, 14 de abril de 2012

El Método


Quedé algo desconcertado.

Lo presentí en los primeros minutos, luego lo percibí con el transcurrir del tiempo.

Esos hombres eran inteligentes, tenían capacidad de análisis, de abstracción. Podían detenerse frente a las circunstancias del hombre, problematizarlas y elucubrar métodos y herramientas para intervenir de algún modo. Siempre con la intención de abordar los problemas para procurar la cura.

Esos hombres eran Carl Jung y Sigmud Freud. Quizás dos de las personalidades más reconocidas, que hicieron una inestimable contribución a la Psicología.

Llegué solo y me acomodé en la sala entre otros tantos. Se apagaron las luces y empezó la película en el cine del Abasto.

Aquellos hombres pronto debatían sobre sus perspectivas para abordar al ser humano y facilitarle la cura. A Freud no le convencía que otros conocimientos de difusa justificación intervengan en el campo del saber que con esmero construía. Entendía que vulneraba la seriedad del conocimiento y facilitaba la crítica despiadada sobre un espacio de saber que se edificaba peldaño a peldaño con pretensiones científicas.

Jung quería aportar otras posibilidades del conocimiento. Trascender lo visible y arriesgarse a otros saberes, que parecen manifestarse pero resultan difíciles de avalar.

Claro que la película es mucho más que eso y trasciende con creces esta precaria argumentación. Que es solo un vestigio de posibilidades que la exceden.

El cine estaba a oscuras y yo no comía palomitas. De alguna manera estaba obnubilado por los diálogos enriquecedores que sostenían estos hombres.

La película terminó y me levanté con cierta calma. Hasta que fui bajando todas las escaleras y quedé sentado en el subte un par de estaciones.

Un hombre con rastas cantaba reggae con entusiasmo en el vagón. Tocaba otra vez su hit, que disfruté varias veces.

Caminé tres o cuatro cuadras.

Pensé en la improcedencia de los libros. En los intentos válidos y fallidos para comprender en última instancia al ser humano. En la grandeza de los hombres que anhelan entendimiento para hacerlo efectivo, para ayudar a otros a sobrellevar la vida, con la intención de facilitar bienestar.

Pensé cuánta vulnerabilidad existe detrás de la aparente solvencia. Y cómo la vida se escapa siempre de las manos de quienes quieren explicarla.




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miércoles, 4 de abril de 2012

Ser

A veces me pregunto cuánto tiempo tiene que pasar para que uno deje de ser el mismo y se convierta en otro.

Renazca en esa reinvención que sugiere la naturaleza.

Porque cada tanto es preciso detenerse y de alguna manera resurgir. Caso contrario uno queda de nuevo ensimismado en sí mismo, como dando vueltas en la misma calesita. Paseos lindos y recurrentes, pero a veces agobiantes y eternos.

La palabra quizás es ímpetu o determinación. Sólo así uno salta o se evade del juego.

Debe ser ahí, en ese momento, cundo alguien respira hondo. Mide las fuerzas y avanza. Decide liberarse de lo que es. Mientras otros ni siquiera lo registran.

De repente no entiendo por qué, algo ocurre que tergiversa las cosas.

El mundo cambia quizás por propia resolución.

Y uno nace de nuevo.




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jueves, 29 de marzo de 2012

Comparación

Hace poco que observo la comparación. Nunca fue para mí un tema relevante.

Hasta que un día abrí los ojos. Miré a un lado, miré al otro.

Lo vi todo.

La gente se medía con su semejante. Observaba lo que hacía, lo que dejaba de hacer.

Se inmiscuía como podía en las decisiones del otro, para entenderlas primero. Considerarlas después. Ejecutarlas según las posibilidades.

Cómo podía ser que este juego extraño y perverso adquiera tal relevancia. Tenía la jerarquía de incidir en el accionar individual, definiendo decisiones y construyendo realidades.

Dejando así a merced del otro la propia vida, que se invalida por el capricho ajeno. Porque no son unos los que deciden, son los otros los que resuelven. Los que de alguna manera diseñan el camino y lo recorren primero. Para que luego el otro caiga en las huellas de sus pasos, por perturbaciones que movilizó la comparación.

Viajan todos. Se compran los mismos trajes o pulseras. Sonríen en las mismas fotos. Muestran similares medallas.

Hoy sospecho que la comparación atrapa a muchos. Los convierte primero en rehenes del otro. Luego en esclavos.

Quizás por inseguridad, desidia en la capacidad de discernimiento para la acción o falencias en las intenciones creativas.

Pero la medición primero considera y luego determina.

Devela quizás la vulnerabilidad de seres asustados e incompetentes para guiar sus vidas.


Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook. Es también autor del libro de superación personal El Campeón.

http://www.cuspide.com/9789871301652/El+Campeon/




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lunes, 5 de marzo de 2012

Escritos Espontáneos


Podría escribir un escrito espontáneo, lleno de frescura y notificaciones.

Porque el escrito revela lo imprevisible, lo que no sabía que iba a aparecer y sin embargo emerge.

Sube hasta el papel y se muestra ante la vista.

Algo así son los escritos espontáneos, tal vez en esencia presurosos. Porque avanzan sin pedir permisos innecesarios y se establecen casi de prepo.

Uno lee más que escribe.

Aunque tipea para participar del juego. Oficia entonces como un buscador que va desplegando pasos. Avanza hacia algún lugar impensado y luego observa.

Observa si hay algo, si alguna cosa se insinuó o se visualiza a partir de lo dicho.

Y es en este juego donde uno tal vez se libera, se desata de algún modo.

Queda purificado de palabras.

Para poder luego irse a caminar.




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jueves, 16 de febrero de 2012

El Animo


Hace tiempo estoy con atención observando el ánimo.

El ánimo es de alguna manera un señor que convive con nosotros.

Señor, porque es evidentemente masculino.

Convive, porque nos asiste. Nos apresa.

Estamos nosotros, y está nuestro ánimo.

Muy bien. Así empezamos a percibirlo, a indagarlo.

Es posible que el ánimo actúe como una escalera. Es decir, se va constituyendo de a peldaños. Paso a paso.

Con las circunstancias que la persona vivencia. Y con las síntesis que luego genera de ellas.

Así, circunstancias de alegría, disfrute y placer, llevarían a la conformación de un estado anímico de bienestar.

Mientras que situaciones de dolor, frustraciones y amarguras, impulsarían a ánimos de tristeza.

Luego, unos y otros resultados se materializan en las caras. Que la gente lleva con sus cuerpos de lugar en lugar.

Constituyéndolas así en una imposición a los más disímiles contextos. Que deben aceptarlas sin mayores miramientos.

Habría entonces dos grandes polaridades. Y el ser humano conviviría entre los polos.

Balanceándose desde el bienestar hacia la tristeza. De un lado hacia el otro,  y viceversa.

En el medio, como siempre los matices. Que actúan como un espacio de intersección entre las polaridades.

Nadie está cien por ciento en el bienestar, ni cien por ciento en la tristeza. La naturaleza del ser humano indica que es imposible sostenerse en esas posiciones.

Hasta el masoquismo extremo debe desistir de su propósito.

De modo que es reconocible que el ser transite por las polaridades, con cierta preponderancia anímica. Resultado quizás de sus vivencias primero, y de sus interpretaciones después.

Puede advertirse también una dosis genética incidente en la conformación del ánimo, que sería la situación del ser inicial. Habría entonces una explicación biológica y fisiológica que la fundamente. Pero apenas podemos intuirla dado que aquí nos excede.

Y es bueno que nos exceda.

Porque no hay nada más tedioso que la explicación con todas las letras. Porque además de aburrir, vulnera la capacidad de completud del espíritu inquieto, que pone en marcha sus neuronas para honrar su inteligencia.

Advertir sobre lo no dicho o resignificar los atisbos conceptuales, que no son más que sanas sugerencias para una comprensión más sublime.

Y aunque recorramos algunas calles tangenciales del tema que nos convoca, podemos aspirar a ciertas distinciones. Que nos echan luz entre las tinieblas, o nos iluminan en la oscuridad.

Hay factores externos que influyen en el ánimo. También factores internos que lo determinan.

Un domingo anocheciendo o una lluvia pueden hacer de las suyas.

Si al ser lo atrapan desprevenido.

Si está atento, zafa. Reduce la ponderación del mundo externo y construye su mundo a voluntad. Asentándose sobre su interior y orquestando sus pensamientos.

Otros trucos son la música, el baile, las caminatas o las carreras.

Visualizar el mundo en el que uno quiere vivir.

Así se modela el ánimo.

De modo que se advierte en él, que no es para nada caprichoso. Ni definitivo.

Es un señor flexible y maleable.

Mejor así.


Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook



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viernes, 10 de febrero de 2012

El Saludo


El saludo es una práctica sencilla de reconocimiento.

Uno levanta la mano o inclina la cabeza, en señal de reverencia.

Afirma que ha visto al otro, lo percibe y reconoce.

Moviliza entonces su mano en alto, a media asta o con escueta timidez.

O bien inclina la cabeza como un gesto sublime hacia el otro. Que observa y devuelve.

Con mano o cabeza a voluntad.

De modo que opta casi por instinto la devolución del comportamiento.

Levanta la mano efusivo, la sube con menor decisión. O inclina la cabeza para expresar sus respetos.

Todo depende de la vista inicial, que es el prerrequisito para incentivar el saludo y provocar el gesto consecuente.

Sin avistaje, no hay saludo.

No me vió, se escucha en ese caso si alguien es víctima del injustificado desprecio.

Si en cambio la persona va sola en el auto. Es la mente la que queda rumeando en la explicación.

No me vio.

En los pueblos hay una intersección que se marca con claridad entre unos y otros. El saludo es el espacio que aparece como medio para el encuentro. Así que todo el mundo tiene que establecer una relación con él y darle la importancia que en el pueblo merece.

Si uno es político, por ejemplo, puede que sea un tema relevante. No sólo considerará levantar la mano con énfasis, o inclinar la cabeza con determinación.

Por ejemplo, si maneja.

También acompañará con gesticulación elocuente y palmadas bien propinadas sobre espaldas. Que en conjunto son una conjunción de técnicas gesticulares y sonoras que elocuencian la destreza en el propósito.

Los tímidos son otro segmento interesante a considerar. Se trata de quienes están más complicados. Porque tienen una restricción en sus gestos y en sus palabras.

De modo que se arreglan como pueden, para participar del saludo y salir airosos.

Así como el momento más glorioso del saludo se encuentra en las palmadas y abrazos con palabras oportunas. La decadencia aparece en su carencia. En quien decidió por motu propio desistir del juego.

Es quien resuelve quitar el saludo.

Es una acción que suele provocar desconcierto e incomprensión.

La víctima se pregunta por qué lo ha hecho, si nunca hizo nada.

Pero el otro ha resuelto de algún modo alzarse en armas. Negarse a cualquier opción sonora o de gesticulación que constituya cierta reverencia.

Y quitarle al otro su atención y reconocimiento.

Como una suerte de desahogo sobre un enojo íntimo y molesto.

De singular explicación.

Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook



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Lector


Me resulta más fácil escribir, que leer lo que escribo.

Cuesta volver la vista atrás y ver lo que dicen los párrafos.

Quizás evito encontrarme con la inquietud o la incomodidad de conceptos o pasajes que puedan resultarme desajustados. Desalineados de expectativas que suponía cumplidas al despedirme con el punto final.

En los últimos textos me ha pasado lo mismo. Tipeo. Tipeo.

Dejo el punto final y me marcho.

Entrego al otro una suerte de problema con la esperanza de que encuentre la solución.

Siempre es un buen negocio la escritura si provoca y alienta la reflexión. Está después en cada uno encontrar los niveles de abstracción adecuados a los que puede aspirar.

Es ahí, en esa instancia, donde emerge cierta sensación reconfortante. O la incomprensión de quien se queda con las manos vacías y se pregunta.

Y?

Entonces vuelve para atrás a ver si algo pesca. Con renovado empeño y determinación.

Suele existir ese tipo de lector que pone ímpetu y esmero. Que se hace cargo de la experiencia de lectura y arremete a fondo. Se abalanza sobre el significado para procurar entendimiento.

Entonces encuentra lo que quizás otro no ve. Se queda pensando en esa lógica de relación entre la escritura y la lectura.

Y vuelve cada tanto al encuentro de un nuevo texto.



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lunes, 30 de enero de 2012

Repito


Es cierto, repito.

Doy vueltas sobre lo mismo una y otra vez.

Caigo en la recurrencia para decir lo mismo, de modo diferente.

Porque exactamente lo mismo no digo. Sería injusto si entregara una afirmación de este tipo.

Contorneo, doy vueltas. Es como que merodeo por los mismos lugares.

Los mismos conceptos.

Con palabras, párrafos y metáforas diferentes. Que buscan siempre en el mismo lugar.

Eso sí puedo afirmarlo. Decirlo sin mayores titubeos. Porque el convencimiento no es reticente en este aspecto. Es claro, visible, oportuno.

Así que eso sí que puedo escribirlo. Apuntarlo tranquilo, aunque sepa que no le tengo miedo al error.

Ningún miedo, porque el error es constituyente de la naturaleza humana. Así que no vamos a engañarnos en este punto. Uno se equivoca y vivencia el error como un atisbo del ser.

No puede hacer otra cosa. Salvo mentirse, engañarse y mostrarse impoluto.

Linda palabra.

Pero escribía que doy vueltas sobre lo mismo y ahí es ahí donde caigo en la recurrencia.

Recurrencia.

Decir lo mismo una y otra vez.

Eso a mí no me preocupa demasiado, no me inquieta en lo más mínimo.

Los escritores dicen que escriben siempre lo mismo. Parecen que dicen algo distinto, pero no. Si uno mira con atención, descubre el juego. El sentido de la obra que emerge después de desglosar cientos de páginas de numerosos libros.

Y el caballo??

Que tiene que ver ahora el caballo, dirán. Es muy oportuno. Porque el caballo vuelve siempre al mismo lugar. Sáquelo usted del establo, creo que es establo. Sáquelo de ahí, llévelo a pasear por el campo y espere. Espere ver qué pasa cuando pega la vuelta.

El caballo no  necesita ser guiado a ningún lugar. Vuelve sin titubeos al establo apenas lo ve. O al casco, creo que es casco.

Pero el caballo vuelve, vuelve sin importarle lo que usted haga con las riendas.

De modo que aquí también, tiene usted un aval de la naturaleza. Una síntesis perfecta de que uno vuelve a su núcleo. A su lugar, exactamente al sitio donde nunca debió de haberse ido.

Buena conjunción verbal. Creo.

Así que el caballo puede andar por otros vericuetos, dar numerosas vueltas. Pero sabe dónde tiene que estar. De dónde no se tiene que ir.

Lo mismo con quienes escriben, se van para otros pagos. Y vuelven al mismo lugar.

Eso es lo natural, lo esencial y esperable. El resto son pantomimas o piruetas siempre infortunadas.

Además alguna vez escuché que el público se renueva. Uno mismo renace cada día y es otro.

Por eso es bueno decirse lo mismo una y otra vez. Machacarse con timidez primero y luego con énfasis.

Una y otra vez.

Y así, y así, y así. De escuchar y escuchar la viabilidad de ciertas verdades, o de leer y leer, uno debe tomar el mensaje. Ese núcleo que a mí me entusiasma y me parece efectivo.

Para alcanzar bienestar y ascender a la instancia de la alegría.

Cima interesante que merece la recurrencia de los conceptos, los justifica y los alienta.

Porque una cosa es leer una idea una vez, y otra es hacerlo sistemáticamente. De manera que uno se taladra a sí mismo con un mensaje. Para que penetre de algún modo en su cabecita, ingrese a su cuerpo y compenetre su ser.

Pasa así de la instancia de la escucha a la asimilación.

Lindo momento de reinvención.

Cierra luego los ojos, se detiene ante sus circunstancias. Y agradece…

Aleluya.




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jueves, 26 de enero de 2012

El Hombre Triste


Al hombre triste lo conocí en una foto. Casi por casualidad, cuando abrí el diario lo vi. Me pareció que sería él, aunque dudé al principio. No tenía ninguna referencia, más allá de que era una persona muy adinerada, que podría comprar cualquier cosa y que vivía en bienes suntuosos.

Estaba triste el hombre pero no por vicisitudes de la cotidianeidad. Si no porque era su situación subjetiva. El malestar lo apresaba vaya a saber desde cuándo. Y el resistía con su cuerpo a un ánimo que lo doblegaba cada día.

Sospecho.

Por qué un hombre de tanto dinero no ofrece la más importante de las batallas. Que es doblegarse a sí mismo, transformarse y saltar de esa emocionalidad que lo aniquila a un estado de bienestar que le permita disfrutar la vida.

No lo sé.


Escritos de la Vida - Juan Valentini     *Juan Valentini es autor de "Escritos de la Vida", disponible en papel y ebook



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