martes, 17 de abril de 2012

Porfiado


Hace tiempo que no me cruzo con nadie porfiado. Tanto que casi corro el riesgo de que la palabra caiga en desuso. La olvide por su inutilización.

De alguna manera he tenido la habilidad de esquivar al porfiado para beneficiar la vida. Lo gambetee sin darme cuenta, quizás gracias a la habilidad de cierta conciencia o sentido aún inexplorable. Que logró obrar con destreza y sacarme de encima al porfiado.

El último recuerdo que tengo viene ahora a mi mente. Un profesor de física agobiado, termina de explicarle al cabezón Diez qué es directamente proporcional.

Ya le había explicado unas cuantas veces, pero mi compañero insistía que no era así. Entonces agobiado se desplomó en el banco, me apuntó con la mano y dijo:

- Explíquele usted Valentini.

Unas breves palabras parecieron resolver la confusión. Así lo afirmó Diez, que a esa altura no tenía mayor margen para decir otra cosa.

Silencio en la sala y más de quince años después, demuestran que la vida sigue intacta. Que los recuerdos nos constituyen como sujetos.

Que Diez seguramente es el buen tipo de siempre. Sólo participó de una distracción quizás porque tenía la mente en otras problemáticas.

Y que los porfiados se escabulleron de mi vida.

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