martes, 29 de septiembre de 2009

Cambio de Vida


Irrumpí cuando menos lo esperaba.

Cristina levantó la vista de la camisa que planchaba y me miró por un instante.

- Lo tengo, le anuncié con una sonrisa mientras extendía la mano para mostrarlo.

Empecé a desenfundarlo como si fuera un regalo del cielo, mientras Cristina observaba la buena nueva sonriente y con la plancha en la mano.

Fui hasta el lavadero con la incertidumbre que suponía haber arriesgado la medida.

Pocos pasos después pude comprobarlo. La dimensión era exacta y la decisión certera.

Desde el lavadero con el tendedero en la mano la llamaba a Cristina para que venga a corroborarlo.

Segundos después estaba parada atrás mío para observarlo.

Un breve silencio nos permitió contemplarlo…

- Nos cambia la vida, dije.

- Nos cambia la vida.



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jueves, 24 de septiembre de 2009

Nuevos Planes


Los nuevos planes son introducirme un poco más en la escritura. Abrir la puerta de par en par y lanzarme a ella. Después, revolotear como un niño entre palabras, párrafos y mundillos que con expectativa espero que se presenten ante mis ojos.

Si no tuviera la predisposición de jugar, no escribiría. Porque escribir es en algún sentido permitirse subir a la calesita, entrar en el helicóptero dejándose atrapar por las luces…

Y sacar la sortija.

Encontarla en la mano mientras se dispara la sonrisa.

Tal vez escribir no sea mucho más que eso. Una fiesta de la imaginación que encuentra una luz verde y avanza hasta construir un mundo que excede la realidad.

Por eso los nuevos planes tienen que ser abrir la puerta de par en par. Agarrar las palabras, juntarlas. Tomar con las dos manos los párrafos que puedan llegar hasta la imaginación.

Y de repente lanzarlos al papel. Para detenernos luego un minuto…

Con el único propósito de leerlos.




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jueves, 17 de septiembre de 2009

El Valor de la Diferencia


El valor está en la diferencia. El enriquecimiento intelectual es consecuencia del desacuerdo más que del acuerdo.


La vocación de pensar igual sólo sirve de consuelo a identidades vulnerables.

La conveniencia de cualquier pretensión intelectual está en pensar diferente, no igual.

- Entonces?

Para qué se enoja Juan con Pedro cuando este piensa distinto.

Veamos la escena…

- Hola Juan, como estás?
- Muy bien, y vos?
- Excelente. Contento de volver a verte y tomar un café.

Muy bien, hasta acá todo bien. El asunto comienza ahora.

- Qué partidito, no?
- Sí, lo único lamentable es que no jugó Riquelme, qué jugadorazo.
- Qué, Riquelme un jugadorazo…

Ahora viene la parte donde empiezan a elevar la voz. Juan se empieza a enojar con Pedro. Pedro se empieza a enojar con Juan.

Veamos la reiteración de la escena, el momento exacto donde se desencadena la disputa.

- Sí, lo único lamentable es que no jugó Riquelme, qué jugadorazo.
- Qué, Riquelme un jugadorazo…

Basta verlos a ambos para observar cómo los afectó este intercambio de palabras. Como luchadores de sumo generaron las condiciones para iniciar la lucha. Ya levantaron las guardias.

Ahora hablan cada vez más fuerte y poco se escuchan.

El tono parece un grito sostenido. Es acompañando por ademanes cada vez más efusivos.

La conversación se transforma en una pulseada de resultado negativo. Mientras las mesas de al lado advierten la rivalidad.

Ni Juan va a aceptar lo que dice Pedro. Ni Pedro va a aceptar lo que dice Juan.

La riqueza del pensamiento de ambos ha quedado diluida por pretensiones de supuestos triunfos. Que en el mejor caso de que imponga un ganador, representará siempre una elocuente derrota.

Ni Juan se enriquece del pensamiento de Pedro. Ni Pedro se enriquece del pensamiento de Juan.

Hay una predisposición de convencimiento manifiesto con la única pretensión de preservar identidad.

Siguen hablando fuerte. Son palabras, pero parecen bollos que van y vienen.

Hace media hora que se están agrediendo, creo que ya se molestaron los otros clientes y hasta yo me empiezo a cansar.

Bien, pidieron la cuenta.




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miércoles, 16 de septiembre de 2009

lunes, 14 de septiembre de 2009

Rodetes



Me dijeron, escuché, se dice…

Pensaba que sólo en Pringles estaba la costumbre de hablar del otro con vocación y entusiasmo. Creía que era un juego exclusivo de algunas personas de la vecindad, que no contaba con réplicas ni imitaciones.

Un juego bonito para muchos y detestable para otros.

De ahí que creí que Pringles era una gran vidriera. Donde cada uno deambulaba ante la vista del otro que sigilosamente, casi en puntitas de pie, estaba para percibirlo. Para escrutarlo.

Lo miraba atento para imprimirle una, dos, tres etiquetas.

Pensaba que esas conversaciones se resolvían entre ruleros y bizcochos. En rondas de mates y susurros. Entre algunas personas que tenían una vida precaria.

Que era patrimonio de los pueblos donde se conocían supuestamente todos. Porque de alguna manera se cruzaban unos con otros. O compartían instancias cercanas capaces de liberar los juicios más certeros o desafortunados.

Infundados o ciertos.

Protesto.

No porque me duelan las orejas y descubra que el juego excede a Pringles.

Protesto porque el único juicio que me resulta válido, es el que pueda hacerme a mi mismo. Y el de la persona que me interesa escuchar.

Esto no quita que se sigan usando rodetes.

Ufa.
.


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