miércoles, 6 de abril de 2022

En voz alta



Creo que ya había escrito algo que se llamaba en voz alta o en voz grave. Ahora lo busco y  pongo el link sin leerlo.


No quiero condicionarme.


Simplemente fluir, abrir la boca, decir lo que se tenga que decir de una vez por todas sin titubear ni mariconear.


Haciéndose uno cargo de su propia voz. Cueste lo que cueste y le guste a quien le guste.


Sin importar lo que genere, ni hacerse cargo de interpretaciones ajenas que siempre pueden exceder lo escrito.


Escribo para liberarme, dejar salir lo que tenga que salir, avivarme, mover el avispero, incidir positivamente para transformar la realidad que sea y marcharme luego livianito y silbando bajito, con la tranquilidad de haber hecho lo que tengo que hacer.


Después el problema es del otro.


Así que voy a hablar con voz alta o grave, voy a poner puntos en las ies, y esta vez por fin de manera decidida e indeclinable, lo diré todo.


A matar o morir.


Lo único que tengo miedo es que el viejo rezongón que vive adentro mío y está siempre al acecho aproveche la volada, tome pista y agarre un protagonismo que esta vez no estoy dispuesto a darle.


Porque no tengo ganas de gritar, andar a las puteadas, maldecir al mundo y regodearme en la queja. Aún sabiendo que una relación con la queja inteligente, es dejarla desplegar para enojarnos lo suficiente al punto de resolver accionar y liberarnos de la perturbación que sea.


La queja debiera ser como un pellizco que nos propinanos. Debe ser fuerte hasta que nos movilizamos. Si solo incomoda y no perturba lo suficiente corremos el riesgo de vivir dentro del lamento boliviano.


Dejando todo cómo está.


Y si me preocupa decir lo mismo diré que no. Todos andamos dando vueltas por los mismos lugares, el público se renueva y por más que forcemos la extensión del mundo con viajes, lecturas o lo que fuera, esencialmente terminamos siendo los mismos.


Las palabras no van más allá de nuestras posibilidades.


Y para terminar solo diré que lo relevante es hacerse cargo de lo que uno es, de lo que uno siente y piensa. 


Si no llega a esa instancia corre el riesgo de caer en la tibieza de la mediocridad y honrar un espíritu tan cobarde, intrascendente como pusilánime.


Hay que hacerse cargo de lo que sea, siempre poniéndole el pecho a las balas, pero jamás doblegándonos a nosotros mismos.


La paz esté contigo.






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