miércoles, 22 de diciembre de 2021

Los impuestos progresivos


Podría no pronunciarme, hacerme el distraído y elegir ser cómplice del despropósito y la injusticia.


No voy a hacerlo.


Mirar para otro lado es propio de la actitud pusilánime de quien nunca se juega por nada.


Y si el mundo está desbarajustado, amaga o va decidido al peor de los puertos, no es tiempo de hacerse el distraído, sino de afrontar la tendencia inconveniente para replantearla y rectificarla.


No, no es para allá.


Para el lado de impuestos progresivos que son esencialmente la intención de robarle más a los más exitosos.


A los que más valor generan.


Para simplificar.


En términos simples es cobrarles un porcentaje mayor a quien tiene una mejor posición económica que en el sano capitalismo es consecuencia de haber aportado mayor valor a la sociedad.


Es decir, para graficar...


Usted gana 1 millón al año, entonces paga por decir algo 1%. Pero si gana 1.200.000 paga 1.3%.


¿Le parece justa la norma?


No es justa porque si usted gana 1.300.000 y paga igualmente la tasa del 1%, usted ya aporta más que el que gana 1 millón.


¿Debería ser castigado por ganar más cuando gana más porque su aporte es mayor?


Entonces, ¿por qué si usted aporta más con la misma tasa debe pagar encima una sobre tasa?


Para sintetizar, por el avance de la ignorancia, el despropósito, la envidia y el resentimiento.


Y la preponderante e irrenunciable filosofía vigente en el país propiciada por los burócratas parlanchines que están determinados a nivelar para abajo.


Como no pueden generar las condiciones para que todos seamos ricos, generan las condiciones para que todos seamos pobres.


Lamentablemente.


Ir por el camino de los impuestos progresivos es la elocuencia de la ignorancia que en vez de alentar la creación de valor y productividad, alienta a ir a menos y replegarse, generando como consecuencia un país más pobre, con desincentivos para generar empresas y consecuentemente empleos.


Lo cual hace pensar que tal vez sea más peligrosa la ignorancia que el resentimiento.


Aunque posiblemente el resentimiento sea más peligroso que la ignorancia.


Esa sería la única duda.






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domingo, 12 de diciembre de 2021

El abuelo

Me despierto temprano, a las cinco, a las seis. Y me acuesto tarde, a las doce de la noche.

Duermo poco últimamente y me inquieto por esta circunstancia.

Todo ocurre de la siguiente manera…

De repente me despierto, de golpe, sin querer de manera decidida e irrenunciable. Es como que se activa el interruptor de luz y dice, ahora despierto. 

Despierto carajo!

Percibo la circunstancia en la cama muchas veces con cierto cansancio. Como conozco la película por su reiteración, ya advierto que hasta ahí llegué. Dormiré hasta ese preciso instante y será en vano persistir con los ojos cerrados implorando unas horas más de sueño.

Son las cinco, cinco y media, seis. Qué importa.

Arriba.

Doy vueltas en la cama con una tenue expectativa pero el sentido práctico me indica que es momento de valorar el tiempo y no dilapidarlo, en ese preciso instante extiendo la mano derecha sobre la mesita de luz, agarro el control remoto y enciendo la televisión.

Sí, las cinco, o las cinco y media. La puta madre, otra vez me desperté y no me volveré a dormir.

Miro un poco la televisión hasta que me recuerdo que las malas noticias intoxican y que el tiempo es muy valioso. En cinco minutos apago el aparato y salto de la cama. Voy y me hago unos mates, agarro la notebook o algún libro y empiezo a disfrutar el día, afrontando las cuestiones que la vida trae y exigen resolverse. 

Soy un abuelo sin nietos que disfruta al parecer esta circunstancia propia de la tercera edad.

Supongo que debe ser un mensaje de Dios para decirme, dale, no pierdas tiempo.

Aprovechá la vida.






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sábado, 4 de diciembre de 2021

Escuchame


Escuchame, escuchame. Te voy a decir una cosa, vos escuchame. Lo que yo te diga no lo tomes como una verdad única, absoluta, incuestionable. Escuchame bien, escuchame. Yo intento, pruebo, hago lo mejor que puedo o en verdad hago lo que sale espontáneamente, porque estoy alineado con la autenticidad del ser. Ahí está la verdad, en ese recoveco, digamos. Escuchame, escuchame. Fijate vos pero buscá por ahí. Digo, creo que ahí está parte del asunto, no el todo. Procurar el todo sería muy pretencioso, un anhelo siempre incumplido. Podemos aspirar a una partecita, una lucecita, un indicio. Escuchame, esto que te digo, ¿escuchás? Creo que ahí está algo que es mejor detenerse y mirar, zambullirse con ánimo de encuentro, no será el todo completo, absoluto y definitivo. No. Será un indicio, una pista, una breve luz entre la oscuridad. Vos escuchame con atención. Escuchame lo que te quiero decir. Bah, lo que te estoy diciendo, esto, esto. Escuchá, escuchame. Viste este tema, ¿no? ¿Cuál tema? El del mundo simbólico. Escuchame, el mundo simbólico, de lo que estamos hablando. ¿Me escuchás? Escuchame bien, este es el tema que nos tiene. Uno es en un mundo de abstracción, está inmerso en el simbolismo, no escapa de las palabras, las que pronuncia y las que escucha. Porque escuchame, viste que siempre hay como una voz que nos habla en silencio. Escuchame, no me vas a decir que todavía no te diste cuenta. La voz silenciosa, la voz que está adentro nuestro. ¿La escuchaste? Claro que la escuchaste, no viste que habla, dice, se pronuncia. Me parece que la aplacamos un poco con meditación, yoga. Me parece, creo. Bah, estoy seguro. Bueno, a veces soy algo contradictorio, viste. Y no, no soy perfecto, estoy repleto de limitaciones, contradicciones y quizás enredos. Pero bueno, hago lo que quiero. Sí, lo que puedo también, pero mejor elijo lo que quiero, creo que la felicidad va por ahí, está en no replegar el querer, sino respetarlo, facilitar su pronunciamiento de manera inobjetable y decidida. Es posible que nos terminemos muriendo y sería un desatino no hacer lo que uno quiere, ¿no? Viste, por ahí también hay que buscar. El tema es detenerse y reflexionar un poquito. Preguntarse y responderse con honestidad, luego echarse a vivir como uno manda. La voz interna, esto del querer, el mundo abstracto y no se cuántas cosas más. Vos escuchame, escuchame y pensemos, si yo te escucho a vos y vos me escuchás a mí a algo vamos s llegar, ¿no? No digo que vamos a alcanzar el avivamiento definitivo en las cuestiones que fueran. Vamos a llegar a algo, alguito, una luz, una insinuación, algunas pistas.

¿Para qué? Bueno, seremos más felices, viviremos en bienestar, estaremos más contentos, tendremos mayor conciencia y le sacaremos más provecho a la vida. Seremos más. En beneficio nuestro y en beneficio ajeno.

Vos escuchame, escuchame.





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miércoles, 24 de noviembre de 2021

El chanta

Quisiera yo desenmascarar al chanta. Y lo voy a hacer con total determinación, claridad, sin concesiones.

Procuraré abordarlo para que estemos atentos y evitemos que nos joda con el proceder malicioso que lo caracteriza.

El chanta se cree vivo, y no se da cuenta que es un tonto.

Un verdadero zonzo que se cree más vivo que los demás y que tiene como propósito joder a sus semejantes valiéndose de las tretas más estúpidas. 

El engaño, la trampa, la mentira.

Un chanta es una persona que agarró el peor camino y se vale de artimañas tan precarias y endebles, como la mentira, que siempre tarde o temprano sale a la luz para descubrirlo y ponerlo en evidencia.

El problema del chanta es que si está comprometido con ser chantún, jamás agarrará el buen camino. No hay forma de señalarle que haciendo las cosas bien le va a ir bien, y haciendo las cosas mal, le va a ir mal.

Cree erróneamente que haciendo las cosas mal le va a ir bien.

Una zoncera por donde se la mire.

Pero a los chantas les va bien, puede decir alguien, como me dijo un chanta que tuve la mala suerte de cruzarme por la vida y procuré persuadir de que por ahí solo se encontraba el fracaso.

Si les va bien, es de manera esporádica, circunstancial, propia del corto plazo. Exitos burdos más o menos percibibles, pero tan fugaces como pasajeros.

Exitos precarios que les vuelven como boomerang para ponerlos tarde o temprano en su lugar.

Ningún chanta es en verdad exitoso, es esencialmente un fracasado con todas las letras. Porque en vez de creer en la bondad, el trabajo honesto y la inteligencia, cree en la trampa, la mentira y el engaño, cuestiones que expresan la bajeza de su persona y la maldad de su vida.

Además cuando el chanta está embalado, se entusiasma con la posibilidad de joder al otro en lo que fuera, eligiendo convertirse en un verdadero estafador.

Una de las cuestiones a las que el chanta no puede escapar es a las consecuencias que genera para su propia vida. Valerse de la mentira, la farsa, la maldad y el engaño, genera cotidianeidades trabajosas, sufridas, tensionantes, que nada tienen que ver con el bienestar de la persona.

El chanta actúa y tarde o temprano sufre las graves consecuencias que fomenta.

Siempre veo que el chanta es una pobre persona que construye una vida de mierda. 

Lo mejor es detectarlos a tiempo para alejarse de ellos tan rápido como se pueda, porque se camuflan con bastante habilidad. 

Aunque siempre son descubiertos.






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miércoles, 17 de noviembre de 2021

Los pies para adelante


No uno superando al otro con decisión y sin pausa. 


Los dos juntos en diagonal, frenando.


Seguramente a mí me ha pasado y por algo habrán estado así. Quizás porque el rumbo que debían ir no era el deseado o porque algún factor externo me quería llevar como sea a toda costa.


Otra razón, no encuentro.


Pero en verdad no hablo de mí, que hace tiempo corregí primero esa inclinación que frenaba, lográndome poner en vertical para posteriormente dar pasos con cierto sigilo quizás al principio, y luego sí salir corriendo sin prisa pero sin pausa.


Si no hubiera cambiado esa posición que pienso que quizás tuve por momentos, mi vida sería la misma siempre y a esta altura de los acontecimientos hubiera vivido poco en vez de haber aprovechado al máximo cada año, produciendo quizás sin saberlo un año distinto cada vez, que supera al año anterior y me indica sin el más mínimo resquicio de dudas, que haber logrado ponerme en vertical para superar la frenada, y luego disponerme a caminar y salir corriendo, fue una de las decisiones más inteligentes de mi vida.


Aunque como les decía, no iba a hablar de mí, sino de una persona relativamente cercana, si es que se me permite mentir un poco.


Yo digo, para allá. O para el otro lado. O para donde sea.


Vamos.


Y encuentro que está frenada, con los pies inclinados, sin voluntad de avanzar para sacarle el máximo provecho al tiempo y para construir en esa acción una vivencia mucho más interesante que concluye en ampliar posibilidades y enriquecer la vida.


A veces me pregunto en qué fallo, hasta dónde insistir, si debo aceptar esa elección ajena que en algún punto no me favorece y en verdad me perjudica. 


Y concluyo lamentablemente que hay que dejar al otro tranquilo, que ya explicité la inconveniencia de esa posición con toda la honestidad intelectual posible, que es su elección vivir poco y permanecer frenado.


Mirando el face o la seriecita.


O recluyéndose entre las paredes de cualquier hogar.


Y dejando de alguna manera la vida pasar, mientras otros tratamos de permanecer en pie para ir siempre con decisión hacia adelante creando una mejor vida.







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jueves, 11 de noviembre de 2021

Cross


Se dice que uno escribe siempre lo mismo, cosa que en parte creo que es cierto. Se escribe tal vez lo mismo porque es lo que se tiene para decir.

Dios dirá, bueno Josecito vos martillá con esto. Dale por ahí, persistí, insistí, remarcá. No cedas Josecito, seguí firme con ese mensaje.

¿Algo así?

Quién sabe, la escritura es una dimensión tan extraordinaria como insondable, que tiene muy presumiblemente voz propia. Habla por sí misma, más allá de que el autor se atribuya ser el causante de lo escrito.

En verdad, supongo, lo que emerge en esencia no le pertenece. Es una suerte de vehículo que facilita un decir que debía manifestarse.

Creencias si las hay.

De momento a la escritura es mejor respetarla, tratarla con cuidado, con afecto. Siempre tengo terror de que las palabras se ausenten, que la escritura se enoje conmigo y que no me quede nada más por decir.

Sería como morir en el mundo simbólico, algo que no podría permitirme.

Estoy para decir, para abrir la boca, para hacer que las palabras se desplieguen, que los párrafos avancen diciendo lo suyo, y que se produzcan las perturbaciones necesarias positivas que conduzcan a transformar la realidad en todos los aspectos desbarajustados que sean.

Es bueno que cada uno diga lo suyo y si es necesario que machaque. Que machaque todo lo necesario para ser consecuente quizás con su mensaje esencial. Así cumple presumiblemente con su misión de haber entregado tal vez lo que tenía asignado para decir.

 ¿Y ahora qué iba a decir?

Iba a decir esencialmente eso, que pasen al frente, que no miren para otro lado. Que no se hagan los distraídos ni caigan en la comodidad de los pusilánimes que no se juegan nunca por nada. Que levanten la mano e intercedan cada vez que deban interceder. Que crean en ustedes para decir lo suyo, más allá de los aplausos o silbidos. Eso no cuenta en lo más mínimo. Más allá de la indiferencia, que no tiene ninguna importancia. Lo relevante, lo esencial, lo crucial en este tipo de cuestiones es alzar la voz, proceder a paso firme y decir lo que se tenga que decir.

Le guste a quien le guste. Le pese a quien le pese.

Avancemos.

Los pueblos se empobrecen si acallan sus palabras los impresentables de turno y se corre el riesgo de terminar de rodillas frente a un par de monigotes, que exudan ignorancia y encima suelen estar guiados por la maldad. Mientras viven extraviados en la precariedad del ser que se entusiasma con la posibilidad de hacer daño.

La palabra asegura la libertad, por eso cualquier payaso de turno con aspiraciones a esclavizar a la ciudadanía procura reprimirla, ajusticiarla, silenciarla. 

Deben negar la posibilidad de pensar, de creer que se puede construir otra realidad posible. 

Solo buscan sumisión, ignorancia, esclavitud, cobardía.

Hay que devolver con cross de derecha para que los pueblos alcen la voz, las instituciones se impongan como ocurre siempre en todos los lugares del mundo y la ciudadanía viva con la libertad que se merece.

He dicho.






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domingo, 7 de noviembre de 2021

Los salvadores


Esto ocurre porque esencialmente la sociedad es mayoritariamente infantil y exige, reclama, implora la aparición de un susodicho que la salve de alguna manera. Una suerte de súper hombre o súper mujer que aparezca para decirle cómo son las cosas y resuelva cada uno de sus problemas.

Esto sucede porque hay un mercado de niños desesperados por un padre. Un padre salvador que indique cómo son las cosas y se entusiasme asegurando que va a resolver como sea cada uno de los problemas.

La gente se entusiasma, se ilusiona, cree con el alma en las buenas intenciones del susodicho de turno y espera confiada las elecciones. Cree ilusoriamente que ahora sí, que esta vez por fin las cosas cambiarán y el héroe o la heroína del momento traerá las soluciones que todos imploran.

Esto pasa porque hay un espíritu infantil en las entrañas de la ciudadanía que reclama un salvador que arregle los problemas y si es posible resuelva también su vida.

De ahí los vitoreos, el genuino entusiasmo, las palmadas y elogios a veces sentidos, y con frecuencia desmedidos, de los obsecuentes de turno.

Esto ocurre porque el espíritu infantil está muy arraigado, entonces aparece el susodicho o la susodicha de turno dispuesto a ubicarse en el pedestal del hombre o la señora resolutiva, que sabe todo o casi todo y por fin sacará a los pobres diablos de la desgracia.

Se terminará la malaria y seremos todos felices.

Por fin viviremos en un país normal, digno, donde se les termine el juego a los vivillos que se benefician del esfuerzo de todos mientras los exprimen y ejercitan los discursos parlanchinescos o payasescos. Para todos y todas. 

Donde a cada uno le vaya bien y no gaste la vida sufriendo los perjuicios que le impone un país bananero que amaga con ir al comunismo para el fracaso colectivo. Y donde todos se quieren ir menos los que viven de los demás y los que aún no lograron la ciudadanía.

Ya es tiempo que las cosas vuelvan a su lugar. Y ahora sí, vamos a salvarnos.

Necesitamos héroes verdaderos. Basta de simuladores.

Y esto no quiere decir que los salvadores no tengan buenas intenciones en muchos casos. O quizás en todos los casos. Quiere decir solamente que el espíritu infantil preponderante debe ser advertido a tiempo para que la realidad luego no vuelva a defraudarlo como ocurre sistemáticamente en la Argentina una y otra vez.

Sepamos compatriotas que ningún salvador va a salvarnos.

Es triste, pero es así.

Si nos vamos a salvar va a ser por el esfuerzo, el compromiso y el proceder que cada uno asumamos. Que es el granito de arena esencial que suma al conjunto.

Nos vamos a salvar por obrar como buena gente, por honrar los sanos valores y por rechazar de plano las prácticas mediocres e insanas de la viveza criolla.

Por ir por el buen camino y no creer en atajos, por eso nos vamos a salvar.

Por no rendirnos, por trabajar.

Por ponernos en guardia cada vez que un farsante nos quiere estafar.

Solo nosotros nos vamos a salvar.

Aceptemos la realidad con madurez de una buena vez y hagamos lo que podamos.

Votando por supuesto a quien creemos que va a salvarnos. Pero sepamos que es solo un representante de la filosofía que sustentamos.

Los protagonistas son cada uno de los ciudadanos.

Viva la libertad.





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jueves, 4 de noviembre de 2021

El desmérito


Es triste que se pretenda hacer creer que lo que está mal está bien. Es como pretender engañar, propender a fomentar disvalores en la sociedad que como es de esperar conducen a mal puerto.

En este caso, al puerto de la vagancia, debilidad, holgazanería, falta de esmero y carencia de ímpetu para la superación.

Un verdadero despropósito.

Solo quienes pueden estar comprometidos con la mediocridad que se caracteriza esencialmente por creer que todo es lo mismo pueden ser abanderados de semejante extravío. Porque el desmérito no constituye ninguna virtud, sino que representa esencialmente la degradación del ser humano.

Las personas no están para ser menos de lo que pueden ser ni para vanagloriarse de su falta de desarrollo, por el contrario, están para más, para ser la mejor versión de sí mismas, hacerse cargo de la extraordinaria bendición de tener potencialidades y desplegarlas en beneficio propio y ajeno.

El mundo se enriquece con cada persona que se esmera, se esfuerza, se hace cargo de desplegarse para ampliar sus posibilidades y para impactar positivamente en el mundo.

Justificar por qué está mal lo que dicen que está bien, es en verdad una desgracia, otro hecho lamentable de la decadencia. 

Hay que explicar lo básico, persuadir por el camino de los sanos valores, convencer sobre obviedades que increíblemente están cuestionadas por parlanchines de turno que sin querer queriendo procuran imponer concepciones que en vez de estimular al crecimiento personal, instan a replegarse, a ser menos, a no hacerse cargo de la superación personal.

En definitiva, a fomentar personas más débiles, más necesitadas, más ignorantes, más dependientes de salvadores truchos, mediocres, hipócritas e incapaces, que no saben ni quiénes son y pretenden dar cátedra gritando a viva voz lo que dicta su ignorancia.

Es increíble que vivamos estos tiempos, que los incapaces se envalentonen, hagan gala de la mediocridad y actúen convencidos de que son próceres.

Se me seca la chucha, dijo una legistaldora. Así estamos.

Inmersos en una desgracia impúdica que actúa con elocuencia.

Observemos y procedamos desde nuestras circunstancias para volver a poner las cosas en su lugar. 

Que la decadencia se acentúe o repliegue es una responsabilidad de todos.

No de todes. 





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viernes, 29 de octubre de 2021

El viejo Juan

Veo una foto y sospecho que está fallida. Veo al tiempo otra foto y vuelvo a sospechar que está fallida. Es la luz, el encuadre, no sé. Algo hizo que me vea demasiado viejo. 

Veo otra foto.

El mismo resultado que ahora rechaza la suposición. No es el encuadre, no es la luz, no es no sé qué cosa que me muestra muchísimo más viejo de lo que soy. 

Es la realidad.

Ahora soy yo víctima de la vejez que viene a buscarme y va operando de manera silenciosa pero persistente sobre mi cuerpo, porque aún creo que no ha calado en mi ser. Pero debo reconocer que la vejez avanza de manera innegociable y decidida, lo hace con sigilo, quizás a diario o peor aún, minuto a minuto.

Maldita vejez traicionera.

Uno anda distraído mientras ella desde el silencio y sin siquiera percatarnos opera. Avanza de manera inalterable y hace de las suyas. Seguramente con los aspectos visibles pero también con los invisibles, porque no creo que discierna sobre algunas partes del cuerpo y olvide avanzar sobre otras que se encuentran en nuestro interior, ¿no?

Solo se elocuencia cuando el avance es más notorio e indisimulable. Cuando ya la foto dice lo que tiene que decir y expresa la verdad que se manifiesta con evidencia.

Es ahí cuando podemos pescar a la vejez expresándose. Lo hace en el rostro con alguna arruga o alguna forma menos fresca y claramente distinta a la que teníamos antes.

En esos momentos podemos ver que el trabajo silencioso y persistente queda en evidencia. Emerge de manera irrechazable frente a nuestros ojos.

Estoy en desacuerdo con la vejez.

Digo, como para sintetizar. Además, para ser más claro, estoy también en desacuerdo con la muerte. Me parece una estupidez la gente que se consuela diciendo que es mejor la finitud porque si no nada tendría sentido.

Por favor, somos grandes.

Y no tarados.

Déjenme a mí vivito y coleando, que sin finitud vivo intensamente y le saco provecho a la vida a más no poder. No necesito morirme ni saber que a la vuelta de la esquina me muero.

¿Me pierdo lo que sigue?

Puede ser, muy presumiblemente sea, pero acá está bien. 

Soy conformista.

Que puede haber algo mejor, que quizás el paraíso es una fiesta, que puede haber éxtasis, celebración, sexo desenfrenado, o churros sin costo.

No voy a desmentir ni tampoco reafirmar. Respeto todas las creencias inclusive las mías que debería terminar de descubrirlas.

Pero sobre la vejez tengo un primer rechazo. No estoy de acuerdo. Como tampoco estoy de acuerdo con la muerte.

Aunque la vejez de apariencias tampoco me atormenta. Me miro y lo veo, pero no me conmueve ni me inmuta. Son las reglas de juego.

Igualmente a la vejez del cuerpo la procuro delimitar ahí, que no avance mucho más. Hasta el momento no percibo que haya avanzado sobre la vejez del ser. Eso me preocuparía mucho más y me bajonearía bastante.

Por eso no voy a permitirlo. Presentaré batalla.

Es cierto que camino más de lo que corro, pero ando en monopatín y siempre siento que la vida recién empieza. Veo muy poco para atrás y mucho para adelante.

El pasado no me pesa, y al centrarme en el presente buscando siempre el futuro, siento que renazco. Que adelante hay mucho más por vivir que atrás. Algo que creo que conviene sentir hasta el último día de nuestras vidas. 

Me sale así, por suerte.

Aunque si no me saliera así, haría que así me salga.

Y si bien no bailo con un vaso de whisky en la cabeza arriba de un parlante, ni participo de noches tan memorables como desenfrenadas, aún siendo un padre de familia, un hombre hecho y derecho, que asiste a sus obligaciones, honra con total compromiso sus trabajos y asentó cabeza en apariencias como Dios y la sociedad demanda, siento en lo más profundo de mis entrañas, que estoy hecho un pibe.

Soy un niño que no doblega la vejez.

Aunque debo reconocer que procede y no quiero que se venga con achaques.

Que se quede ahí, quietita ahí.

Estaré vigilando.





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viernes, 22 de octubre de 2021

¿A quién votamos?

Podría yo ser sigiloso, andar con pies de plomo, medir mis palabras.

Obviamente no lo haré.

Me asusta de solo pensarlo. Porque el pensamiento es la primera instancia para posibilitar la acción y hay que tener cuidado de caer en la trampa de ciertos pensamientos que nos lleven por rumbos equivocados. Los que van directo al lugar del acomodaticio, por ejemplo.

Cuando uno piensa que es por allá, empieza a mirar por allá. Y en cualquier momento camina para allá.

Ojo con el pensamiento. 

Si no se mira para otro lado, el rumbo no se cambia y uno va avanzando casi sin saberlo en la dirección pensada.

Hasta puede creer que es la única posible.

Por eso es bueno detenerse y volver a preguntar.

¿Qué?

Si el pensamiento este que tenemos o nos está teniendo es conveniente. Por ejemplo.

¿A quién votamos?

No sé ustedes, pero yo voto al que se juega por sus convicciones. A quién habla sin titubeos y entrega cuerpo y alma a lo que piensa. 

Me gusta el ser batallador que se lanza al mundo para gritar sus verdades aún cuando a veces pueda estar equivocado. El solo hecho de que no mida sus palabras me hace pensar más en su autenticidad que en su eventual locura.

De hecho en un mundo de pusilánimes, quien se juega por lo que piensa está loco.

De ahí que hay tantos chupamedias dispuestos a entregar su dignidad u ofrecerla por dos pesos. Un gancia y dos maníes.

O la foto, la foto con el mandamás de turno.

En fin, nada me gusta más que el hombre que se juega por sus convicciones. 

Ni loco votaría a alguien que me habla como si fuera un angelito. Desconfiaría desde el inicio, por la convicción de que no hay angelitos de pura cepa. Y si alguien se esfuerza por representarlo es porque carece esencialmente de esa virtud. 

Es de alguna manera un impostor.

Un farsante que quiere engatusarnos, para que nosotros pobres ilusos, lo votemos. 

Me parece peligroso.

Huyo antes de que cualquiera ejerza ese rol porque no le creo. Así de desconfiado soy. Aunque todos tenemos algo de angelitos, no somos angelitos de pura cepa.

Tristemente.

De ahí quizás que también me gusta quien se juega por lo que piensa y habla con voz grave, sin pedir permiso ni caer en titubeos. Casi que no me importa que pueda tener deslices o decir algo inconveniente, o tener algún traspié. 

El solo hecho de que el hombre se abra paso y juegue su existencia en cada una de sus convicciones me despierta el respeto y la admiración. Esencialmente porque representa el ser opuesto a los tibios que nunca se juegan por nada.

Me gustan los titanes, los quijotescos. Los que dan batallalla. La antítesis de quienes se esfuerzan en representar el espíritu mediocre del camino del medio. Esos son siempre los más peligrosos, porque como van para un lado, van con la misma desfachatez para el lado opuesto.

Si voy a votar a alguien prefiero que sea alguien que no se anda con chiquitas, que habla como debe hablar la persona que se juega por lo que piensa y que no se acomoda a las circunstancias para decirle al otro lo que quiere escuchar.

Votar a quien claramente dice lo que va a hacer es una tranquildiad, porque si voy a estar entre los engatusados, seré engatusado elocuentemente. No por alguien que tal vez puede hacer una cosa y tal vez puede hacer otra, según la audiencia que lo escucha.

Cada uno debiera votar obviamente a quien quiera. Todos tenemos la ilusión de que los representantes serán honestos y obrarán en consecuencia a lo que prometieron.

Si así no lo hicieren, nunca nadie se lo demanda. A lo sumo el pueblo hace tronar el escarmiento en las urnas para propinarle una buena paliza. Una paliza memorable y eterna. Una paliza que dignifica al votante que fue burlado, ultrajado y hasta meado en su cara. Una paliza para que recuerde que ellos no son tan vivos y los ciudadanos no son tan tontos.

Tal vez las elecciones sirven esencialmente para eso, para resarcir la burla.

Para mearlos en la cara.





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viernes, 15 de octubre de 2021

¿Qué veo?


¿Qué veo? Veo decadencia, decadencia por todos lados. Una decadencia impúdica, empecinada. Decadencia caprichosa, determinada y persistente.

Maldita decadencia que lo abarca todo. 

Desde la caca de perro en las veredas, hasta el tonto que pone a todo volumen en cualquier espacio público el detestable parlante bullanguero. Desde los que pasan con todo en auto en plena rambla de Mar del Plata a velocidad de descerebrados, hasta no sé cuántas cosas más.

Infinitas cosas más, interminables cosas más.

Veo también el riesgo de transformarme en un señor rezongón que sufre la existencia. Reclama silencio, reclama piedad, reclama el ejercicio de sanos valores en donde fuera y se encuentra con lo contrario. 

Exactamente lo contrario.

No en una situación, sino en una sucesión de situaciones interminables que no cesan y al parecer se retroalimentan en una suerte de bola de nieve que poco a poco, de manera inalterable pero decidida, lo van arruinando todo. Afeando todo, degradando todo.

Veo una proliferación de seres extraviados, pícaros, maliciosos, degradados por voluntad propia que en las circunstancias que fueran proceden con la zoncera de la viveza criolla. 

¿Dónde fueron a parar los genios, los seres humanos que con su accionar hacen que sintamos orgullo por las virtudes que pueden ejercer las personas?

Calmate, está repleto de buena gente.

No, estoy quejoso. Quejoso por convicción, porque la queja puede ser también productiva si provoca, si molesta, si incita a la acción para no convalidarlo todo, mucho menos el despropósito.

Aunque no está bueno ir por ahí, intoxicarse e intoxicar. Pero creo que un poco el enojo, el grito de guerra, la confesión honesta de que la piedra está en el zapato y es mejor verla, es una instancia tan necesaria como crucial para hacerse cargo de ella y que de alguna manera hagamos algo para sacarla.

No voy a convencer a nadie para que mire para otro lado porque convalidaría lo que está mal para reafirmarlo. Y ejercería con esa actitud el papel mediocre del ser humano que cree siempre en la tibieza y nunca se juega por nada.

La piedra la tenemos todos.

¿Qué veo?

No sé, veo a Santino que está revoloteando por el departamento, ejerciendo el rol con dignidad de niño terremoto capaz de dar vuelta todo y abrumarme con los juguetes, que poco a poco va trayendo al living hasta ocupar sin exagerar casi todo el piso. Situación que primero me pone en guardia y luego me moviliza casi con espontaneidad a hacer lo mío, que es esencialmente proceder sigiloso sin que se de cuenta retirando de a un juguete con la aspiración de volver a la normalidad cuanto antes.

Hasta que lo advierte y se arma el despelote.

Viene Santino por detrás de mi último intento de retirar el juguete y con un grito tan efectivo como intolerable logra que repliegue mis pasos, pida disculpas y reclame piedad para que como sea por favor cese de ejercer esos alaridos desenfrenados y torturadores que ejecuta con destreza.

El mundo vuelve a la normalidad rápido, porque Santino procede con la determinación de quien sabe lo que quiere. Camina hasta el cesto, busca y trae los juguetes uno a uno, hasta volver todo a su lugar de inicio.

Me mira con cara de no vuelvas a intentarlo. 

Y acá, no pasó nada.

Me lanzo al sillón como un hombre vencido que intentará volver al mundo a través de la pantalla de la notebbok mandando mails y enviando vaya saber qué cosas laborales a compañeros de trabajo.

Pero si me distraigo veo que vuelvo a la queja y me parece mentira que hasta las figuras más jerárquicas de la burocracia se encuentren degradadas. 

Que se quieran hacer control de precios, como una genialidad para resolver lo que jamás se resuelve con control de precios.

No sé, veo todo oscuro, negro, maloliente.

Veo que no es para allá, para Venezuela, que con las políticas motivadas por el resentimiento se fomenta muchísimo menos productividad, se reduce el empleo, se estimula la recurrente ida del sector productivo, se fomenta negligentemente la huida de la inversión que generaría emprendimientos, y se produce consecuentemente más pobreza para todes.

Otra estupidez propia de revolucionarios truchos que luchan por imponer la zoncera a todos así hablamos como unos tarambanas y hacemos gala de la destreza de la estupidez aplicada al ser humano en una de las dimensiones más notables que podría enaltecerlo pero claramente puede también bobearlo.

El ejercicio del habla.

Dicho esto y para terminar, si bien podría decir muchas otras cosas que veo, insto a todos los compatriotas a no replegarse sobre el avance decidido y determinado de la zoncera, no dejemos que se arruine el hermoso país que tenemos.

Hay que frenar a los tontos desde el lugar que tenga cada uno como sea.

La vida es corta y no permitamos que arruinen todo lo que está a su alcance.

Ofrezcamos batalla hasta el triunfo definitivo.

Que no se vaya nadie más, que no se resigne nadie más. La zoncera circunstancial reinante y el resentimiento preponderante pronto será suplantado por la inteligencia.

A luchar para que no haya más caca de perros en las calles, que no anden a velocidad de descerebrados los potenciales asesinos del volante, que no avancen más políticas perjudiciales motivadas por los perdedores y resentidos que nivelan para abajo, que los chantas vuelvan al lugar de la intrascendencia, que no se arruine más la cotidianidad ni el país.

A triunfar, la victoria es nuestra.





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miércoles, 13 de octubre de 2021

Meter la pata

Nadie está liberado de obrar como un zonzo, meter la pata y sufrir las consecuencias del caso.

Me acaba de pasar.

Apreté no sé qué cosa y un archivo personal pasó a publicarse en el chat de un zoom grupal con varias personas desconocidas. Miré extrañado el archivo en el chat y la persona afamada que guiaba el espacio grupal dijo, ¿qué nos quiere contar Juan?

Miro de vuelta y veo el archivo. Advierto que se ha enviado por error, quizás el viejo que empieza a manifestarse en mí apretó no sé qué cosa y mandó el archivo personal al chat colectivo.

No puedo ser tan pelotudo, pienso.

Aprieto los botones del chat, el derecho, el izquierdo. Los dos juntos. 

Aprieto al costado, arriba, abajo. Toco, toco, toco.

¿Qué querés compartir Juan?, escucho de nuevo.

Nada,  nada. Un error, confieso. Disculpen. Imploro de alguna manera piedad, que nadie mire lo que no debe ver. Que nadie ponga los ojos en la hendija de mi intimidad.

A quién le importa, pienso.

Seguramente que a nadie, me respondo mientras busco en internet cómo carajo se borra un mensaje de chat en zoom.

Ah, sí. Se borra fácil, aparece el botoncito de la papelera. Aparece al lado del mensaje.

Raro porque no lo vi, si ya toqué, pienso en un abrir y cerrar de ojos.

Aprieto, aprieto, aprieto. Nada, nada, nada.

Si el administrador configura esa autorización se puede borrar fácilmente, leo. 

No puede ser, me digo, no estoy autorizado. Estoy desnudo, al frente, encima del escenario haciendo quizás morisquetas. Si es un escrito íntimo puede ser peligroso, estoy a corazón abierto, desnudo, sin posibilidad de reacción, con mucha gente buena pero en esencia desconocida.

Pobre de mí.

No es tan grave, creo. Ese escrito es un resumen de un viaje. 

¿Pero no habré puesto cosas íntimas y personales? Personalísimas, propia de los escritos íntimos que despliego con la mayor espontaneidad del mundo para desenredar el ser que me habita, desanudarlo como sea, lanzándolo a la vida mientras confiesa sus inquietudes, sus disyuntivas y deseos más auténticos. 

O cuestiones inconfesables.

Verdaderamente inconfesables.

No es para tanto, me digo. 

Leo un poco, creo que no es tan grave. Es una síntesis de un viaje, no hay nada que ocultar. Ni nada que mostrar.

Debe ser el viejo que reside en mí y está pidiendo cancha. Quiere hacer de las suyas.

Estaré atento para mantenerlo a raya.





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viernes, 17 de septiembre de 2021

Palabras

Hay que usar palabras para incidir en la realidad y transformarla. Entre otras cosas. Porque también las palabras se pueden usar para enredarse unas con otras sin decir absolutamente nada. Nada de nada. Y avanzar, renglón a renglón, en una supuesta intención de acceder a un decir que nunca se pronuncia. Gastando así oraciones, párrafos, páginas y hasta libros enteros. 

Yo he sido víctima de esa situación, como lo han sido miles o millones de personas. Que leíamos, leíamos, leíamos, páginas, páginas y páginas. Y nada de nada, o bien una idea que podía rescatarse a regañadientes, como extirpando una conceptualización precaria que costaba salir y solo con esfuerzo y esmero podía emerger y capturarse. 

Así de demorados, trabajosos, lentos e improductivos son muchos escritos. Muchos textos con los que nos encontramos en la vida. Y en la época universitaria se nos presentan e imponen. Uno tiene que vérselas con ellos, luchar, forcejear y atenderlos de principio a fin, procurando descifrar qué tienen para decir y exigiéndose para extirpar lo poco que puede rescatarse de tal despropósito. 

Eso pasa por supuesto en algunos escritos o textos tediosos, que no son la mayoría pero a veces son unos cuantos. El tema es, entonces, liberarse de esa prisión apenas se pueda. 

De ahí que si usted no disfruta, no toma nada positivo, productivo, inspirador, entretenido o lo que fuera de lo que lee, debe liberarse de inmediato. 

Escaparse tan pronto como pueda.





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martes, 7 de septiembre de 2021

La mentira

Eso de que la mentira tiene patas cortas es dudoso la verdad.

Parece más bien un premio consuelo para creer en la verdad. Pero asegurar que la mentira se descubrirá en breve es demasiado optimista. A esta altura todos sabemos que las mentiras pueden durar días, meses, años.

Y hasta vidas.

Así que no podríamos asegurar que la mentira tiene patas cortas. Por el contrario, puede tener patas largas y permanecer eterna.

De hecho convivimos con mentiras eternas que permanecen inalterables. Y no son pocos quienes quieren mentirse de inicio a fin. Y eligen eso. 

No voy a dar ejemplos.

Para eso está el lector que completa el texto, lo extiende muchas veces hasta donde el texto no llega y le hace decir lo que se le antoja.

Cosa que pasa habitualmente.

Está bien que eso sea así, porque es parte del juego. Uno escribe, el otro lee. 

Y aunque parece que está inmerso en una actitud contemplativa y pasiva, no nos engañemos.

El otro escribe también en el teatro de su mente. Y cuanto más inteligente es, más usa cualquier texto como trampolín para desplegar su intelecto. Llegando, no pocas veces, a elucidaciones muy virtuosas que exceden por mucho cualquier incitación escrita que parece decirlo todo.

Y este puede ser el caso.

Por eso la escritura es una bendición. Y la lectura es una bendición equivalente.

Un mundo extraordinario del que participamos todos. O por lo menos participamos quienes concebimos a este mundo como un milagro de Dios.

O algo así.

Claro que no todos vivimos los distintos mundos posibles como milagros de Dios. Nos perdemos mucho. Cuando somos menos curiosos, nos perdemos más.

Quizás nos vamos de la vida sin tocar el piano, un teclado, la batería o la guitarra.

Una locura a la vista de cualquier persona que tiene la bendición de participar de esos mundos.

O perdemos la posibilidad de jugar a la play. Por no tener la mínima disposición de destinar unos breves minutos de nuestro tiempo, al percibir quizás que cualquier intento inicial de descubrimiento, por las dificultades que implica acceder al mundo y dilucidar de qué carajo se trata el juego y qué controles hay que tocar, para hacer vaya a saber qué cosa, es una verdadera pérdida de tiempo.

¿En qué estábamos?

En la mentira.

No, después.

En que el lector hace hablar al texto. Que es en verdad un escritor. 

Ah sí, está bien eso.





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domingo, 5 de septiembre de 2021

El destino


Hace tiempo que descreo del destino y del futuro.

Así de renegado estoy.

😀

Primero, porque creo que es mejor creer que el destino se construye. Y segundo porque creo que el futuro no nos pertenece, con lo cual descentra de la vida.

Algo así.

Es decir, nos saca del presente para vivir en una suposición ajena que nunca nos pertenece.

No sé bien por qué me meto en estos temas, aunque por algo será. La escritura es una bendición que sirve para desenredarnos, clarificarnos, vislumbrar y superarnos.

En síntesis, para liberarnos de algún modo y elevar nuestro nivel de conciencia.

En eso ando.

Por conveniencia propia, creo. Porque si para algo estamos, entre otras cosas, es para destrabarnos lo más posible, desplegarnos y evolucionar. Con el consecuente beneficio que eso implica para la propia persona y para los demás.

Somos esencialmente semillas en expansión hasta el último día de nuestras vidas. Y esa es una buena creencia, y una buena elección.

Porque es un despropósito marchitarse antes y creer que porque uno tiene vaya a saber cuántos años la vida ya pasó. La clave y la forma de honrar la vida es viviendo con intensidad hasta el último minuto. No importa si uno tiene 90 años, cien, o ciento diez.

La vida se trata de vivir, y nada es mejor que honrarla viviendo con totalidad.

No es fácil.

A veces uno puede andar extraviado o contrariado para participar de las circunstancias necesarias que honren la existencia y desplieguen su ser en las más disímiles situaciones.

Recomiendo andar en bicicleta, disculpen el paréntesis.

Pero es válido, porque de alguna forma el ser puede sentir que un día en bicicleta es un día ganado. Conectó con la naturaleza, con la profundidad, con el disfrute, con la existencia.

Y contribuyó a su salud al mismo tiempo que vivió una experiencia agradable.

En fin, estábamos con el destino. Y algo habrá que decir al respecto.

La vida renace cuando uno se escapa de la concepción del destino y se libera de ella. Me parece un error creer en un destino determinado, es como cerrar el mundo para siempre. La antítesis de la esencia de la existencia que es el cambio y la evolución. La renovación a cada instante.

No digo lo que no digo.

Que hay que ser nuevo cada día o cambiarlo todo de un día para el otro.

Lo que digo, o mejor dicho, trato de decir, es que quizás es conveniente renunciar a la idea de destino porque no creo que aporte mucho. O para ser extremadamente honesto, no creo que aporte nada.

Nada de nada.

Por el contrario, invalida la vida.

El destino cierra la existencia, concluye el despliegue y marca lo definido.

Espanta en algún modo.

Es que voy a vivir en este departamento, en esta ciudad o en esta casa de ahora y para siempre.

Voy a ser esto y sanseacabó.

Qué.

Este era mi destino.

Y estoy feliz así. 

Bueno, eso está bueno, no? Y es absolutamente respetable, no hay una receta de la felicidad para todas las vidas. 

Cada uno tiene derecho a construir la suya. 

Pero creo que está mejor no cerrar el destino, sino construirlo cada día. Observándose, disfrutando de su presente y con la apertura siempre de renovarlo o cambiarlo por completo, según lo marque su espíritu o lo demande su ser. 

Siempre entusiasma lo nuevo, la posibilidad de evolución, cambio y renovación. Ahí afuera hay un mundo más interesante que el que vivimos.

Quizás por eso aún no sé si es en este departamento, en aquella casa o en aquel otro departamento. Si es en esta ciudad o en aquella otra.

Si soy realmente esto o seré aquello.

Pero bueno, que sea tal vez por tres años, por el tiempo del jardín de Santino.

Más interesante que aceptar el destino es construirlo.

Hoy y siempre.






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sábado, 28 de agosto de 2021

¿Es bueno quejarse?

Sepan ustedes que el taladro no cesa y yo persisto estoico con la mente en la cuestiones importantes que debo resolver. Imbuido en una pantalla que exige acción y decisiones, me abstraigo de ese taladro de mierda que no deja a nadie tranquilo.

Uno puede decir un taladro y otro muy bien podría decir del parlante bullanguero portátil que inventó quien merece la pena máxima.

Por la calle, el parque o la playa siempre aparece un susodicho que viene con el barullo a imponernos ruido a todos. Y los viejos o lo que no estamos tan viejos, protestamos, maldecimos y vemos la impudicia de quien nos impone sus caprichos para destruir nuestra libertad.

En esas circunstancias siempre pienso en ir a decirle al buen muchacho que está jodiéndonos el momento a todos los que queremos disfrutar el silencio, leer o evitar esa música pedorra chengue chengue que nos quema el cerebro.

Y que prejuiciosamente pensamos que puede ser la causante de su zoncera, que se manifiesta en ese acto tan tonto como elocuente de creer que con la música a todo volumen nos va a salvar a todos.

Pero en general no me acerco porque tengo muy pocas expectativas sobre la incidencia de mi eventual accionar sobre la cuestión y no quiero enredarme en ninguna discusión pendenciera que obviamente me exceda y en el peor de los casos, me deje además de aturdido, al borde del sopapo.

Así que solo observo y a lo sumo como acto de rebeldía miro desde lejos con cara de malo. Como diciendo, no se da cuenta que es un desubicado que está obligando a todos a escuchar esa pedorrada o lo que fuera.

Hasta ahí.

El tema es que la queja vuelve a la persona tóxica y arruina su emocionalidad. Luego tiñe su mirada viendo todo negativo.

Nada es más beneficioso que evitar un quejoso y escabullirse de él tan rápido como sea. Con lo cual a veces es bueno hasta escaparse de uno mismo.

La técnica es muy adecuada y parece ser la más conveniente. Por eso muchos la utilizamos casi de manera automática. Apenas nos percatamos de nuestro pensamiento o vemos que alguien arranca por la huella de la queja, escapamos como podemos, torcemos la conversación interna o externa si tenemos margen para hacerlo, y si no podemos huimos lo más rápido posible.

Y eso no quiere decir que nos tapemos los ojos y oídos frente a la realidad decadente que se manifiesta y exige reacomodarse. Porque nada es peor que la actitud pusilánime de la cobardía.

Simplemente quiere decir que evitamos intoxicarnos y quedar con una emocionalidad negativa, que nos haga ver que el mundo es un verdadero despropósito.

Porque por supuesto no es así.

La queja sirve en su justa medida. Para movilizarse, para decirse, bueno esto hasta acá. Mucho más no lo tolero. 

Ahora a actuar.

Para eso sirve la queja. Es como pellizcarnos, un poquito.

Nos pellizcamos un poquito y molesta. Nos pellizcamos un poquito más y duele, se vuelve algo intolerable.

Ahí es que hay que accionar.

Advierto ahora que el taladro sigue de manera indeclinable. 

Esta vez no creo que baje a evitar lo que no se puede evitar, están construyendo lo que se ha roto y la tendencia natural del mundo es arreglarlo. Así que está bien así.

No voy a ser yo un viejo rezongón que se apersona para pedir clemencia.

Iré a caminar para evitar que la queja me atrape otra vez.





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viernes, 20 de agosto de 2021

Los malos

Yo no creo en los malos.

Y si bien son peligrosos, pienso que no les tengo miedo.

Aunque es una suposición, por supuesto. No está debidamente corroborada. Quizás porque la técnica infalible del escape hace que la ausencia de participar en situaciones con malos evite la corroboración.

Es decir, saber qué tan jodidos son.

La posibilidad de aprender desde afuera es suficiente. Uno mira.

Uno mira, no?

Y sí, mira y entonces va como entendiendo. Como dándose cuenta del proceder ajeno. Y es ahí donde lo advierte todo, o casi todo.

Ve al bueno, ve al malo.

Ve el mundo que vive el bueno, ve el mundo que vive el malo.

Ve cómo procede el bueno y ve también cómo procede el malo.

La vida es un escenario que está a la vista de todos y basta abrir los ojos con atención para ver lo que cualquiera esté interesado en ver. No es necesario poner un ojo en la hendija de la cerradura para observar muchísimas cuestiones.

Y al malo se lo puede ver con bastante facilidad por estos tiempos, porque arremete sin miramiento en las más disímiles circunstancias.

Siempre se lo ve como entreverado, enojado. Debe ser que el carácter malicioso le imprime cierto disgusto que lo lleva a comportarse como una persona jodida.

Pendenciera.

El malo siempre parece torcido, inclinado a la contienda, con la clara intención de hacer daño o vulnerar al otro tanto como pueda.

Es un ser fallido.

Extraviado.

Debe ser por eso la infelicidad y amargura que puede percibirse con frecuencia en la profundidad de su ser.

Tal vez es por eso la cara de desdicha que tarde o temprano refleja en la vida.

Quizás piensa que destruye a los demás, pero en verdad se destruye a sí mismo.

Lo único positivo de los malos es que ser malo es una elección. Con lo cual a partir de hoy pueden elegir ser buenos.

Dejar de joder a los otros y hacer el bien.

Deberían hacerlo para corroborar el consecuente beneficio de vivir en paz con uno mismo y con los demás.





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martes, 17 de agosto de 2021

¿Qué es lo importante?

Me parece interesante hacernos preguntas que puedan conducir a guiar nuestras vidas de manera inteligente, eficiente y conveniente.

Con lo cual es bueno aprovechar la posibilidad de preguntarse y detenerse luego en la pregunta para explorar, indagar, problematizar y vislumbrar las mejores respuestas.

Si nos preguntamos sobre lo relevante, priorizamos lo importante. 

Pero también, por supuesto podemos preguntarnos por lo irrelevante o por lo que queramos.

Ahí está el tema en cuestión.

¿Nos estamos haciendo las preguntas relevantes o estamos embaucados en inquietudes poco significativas?

Mmm.

Difícil saberlo, habría que pensar, mirarse como desde afuera y ver en qué se anda. 

Si uno se mira desde afuera se ve en perspectiva. Va para allá, viene para acá.

Firulete.

¿Qué hace de vuelta para allá?

Bueno, hay gente que no aprende de la experiencia, ni propia ni ajena.

Pero estamos embaucados.

¿Embaucados?

Sí, dando vuelta como firuletes en coyunturas que se repiten desde hace años. La Argentina es una calecita que gira en torno a la inflación, la devaluación, la desocupación…

Etcétera.

Siempre los buenos contra los malos y en el medio la ciudadanía observándolo todo.

Tratando de acertar.

¿Qué cosa?

Cuáles son los buenos y cuáles son los malos.

Siempre que el ser quede de alguna manera con la facultad de ejercer el libre albedrío. Unica condición necesaria para poder resolver con respetable criterio.

De lo contrario se transforma en fanático y pierde el juicio, porque llega a ver bien incluso lo que está mal. Escucha solo lo que quiere escuchar y ve solo lo que quiere ver.

Por ejemplo.

¿Entonces?

Lo importante sospecho que es el tiempo, la vejez, la muerte.

Qué podemos hacer cada día para honrar la existencia y contribuir en cada una de las circunstancias en las que participamos.

Esas son las cuestiones quizás más relevantes que requieren la mayor atención para eficientizarlas y resolverlas. 

Mejor uso del tiempo, mayor ralentización de la vejez o reversión, y postergación hasta lo máximo posible o anulación de la posibilidad de morir.

En el medio, superarnos y contribuir.

Definitivamente ahí debería estar la atención, la energía y el empeño. Por eso las compañías más exitosas del mundo hacen otras compañías financiadas con millones de dólares que se enfocan en estas cuestiones con objetivos de éxito muy claro para resolver las enfermedades, la vejez y la muerte.

Eso lo hacen Google, Microsoft, Facebook, entre muchas otras.

No sé por qué estamos entonces todos los días leyendo que aumentan los precios, contemplando cómo se pelean los cacareantes de turno y viendo que la plata no alcanza para nada. 

Debe ser porque la urgencia indica que la prioridad irrenunciable es tener para comer.

Y quizás estamos advirtiendo que en vez de facilitar las condiciones para que aspiremos todos a ser ricos a partir de nuestro propio esfuerzo, generan las circunstancias propicias para que seamos todos pobres.

¿Qué deberíamos preguntarnos para que esa intención negligente ajena cese?

¿Cómo podría la ciudadanía mejorar el sistema democrático para que no sea estafada sistemáticamente por burócratas que trabajan por sus privilegios e intereses en vez de honrar la representación circunstancial asignada trabajando en verdad por el bien común?

¿Estaremos siendo ineficientes sucumbiendo ante la cotidianidad en vez de hacernos las preguntas importantes?

¿Qué es lo verdaderamente importante?

¿Construimos cada día la mejor salud posible con las decisiones que tomamos?

¿Quiénes podríamos llegar a ser?

¿Qué quisiéramos hacer sí o sí antes de morirnos?





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