miércoles, 24 de noviembre de 2021

El chanta

Quisiera yo desenmascarar al chanta. Y lo voy a hacer con total determinación, claridad, sin concesiones.

Procuraré abordarlo para que estemos atentos y evitemos que nos joda con el proceder malicioso que lo caracteriza.

El chanta se cree vivo, y no se da cuenta que es un tonto.

Un verdadero zonzo que se cree más vivo que los demás y que tiene como propósito joder a sus semejantes valiéndose de las tretas más estúpidas. 

El engaño, la trampa, la mentira.

Un chanta es una persona que agarró el peor camino y se vale de artimañas tan precarias y endebles, como la mentira, que siempre tarde o temprano sale a la luz para descubrirlo y ponerlo en evidencia.

El problema del chanta es que si está comprometido con ser chantún, jamás agarrará el buen camino. No hay forma de señalarle que haciendo las cosas bien le va a ir bien, y haciendo las cosas mal, le va a ir mal.

Cree erróneamente que haciendo las cosas mal le va a ir bien.

Una zoncera por donde se la mire.

Pero a los chantas les va bien, puede decir alguien, como me dijo un chanta que tuve la mala suerte de cruzarme por la vida y procuré persuadir de que por ahí solo se encontraba el fracaso.

Si les va bien, es de manera esporádica, circunstancial, propia del corto plazo. Exitos burdos más o menos percibibles, pero tan fugaces como pasajeros.

Exitos precarios que les vuelven como boomerang para ponerlos tarde o temprano en su lugar.

Ningún chanta es en verdad exitoso, es esencialmente un fracasado con todas las letras. Porque en vez de creer en la bondad, el trabajo honesto y la inteligencia, cree en la trampa, la mentira y el engaño, cuestiones que expresan la bajeza de su persona y la maldad de su vida.

Además cuando el chanta está embalado, se entusiasma con la posibilidad de joder al otro en lo que fuera, eligiendo convertirse en un verdadero estafador.

Una de las cuestiones a las que el chanta no puede escapar es a las consecuencias que genera para su propia vida. Valerse de la mentira, la farsa, la maldad y el engaño, genera cotidianeidades trabajosas, sufridas, tensionantes, que nada tienen que ver con el bienestar de la persona.

El chanta actúa y tarde o temprano sufre las graves consecuencias que fomenta.

Siempre veo que el chanta es una pobre persona que construye una vida de mierda. 

Lo mejor es detectarlos a tiempo para alejarse de ellos tan rápido como se pueda, porque se camuflan con bastante habilidad. 

Aunque siempre son descubiertos.






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miércoles, 17 de noviembre de 2021

Los pies para adelante


No uno superando al otro con decisión y sin pausa. 


Los dos juntos en diagonal, frenando.


Seguramente a mí me ha pasado y por algo habrán estado así. Quizás porque el rumbo que debían ir no era el deseado o porque algún factor externo me quería llevar como sea a toda costa.


Otra razón, no encuentro.


Pero en verdad no hablo de mí, que hace tiempo corregí primero esa inclinación que frenaba, lográndome poner en vertical para posteriormente dar pasos con cierto sigilo quizás al principio, y luego sí salir corriendo sin prisa pero sin pausa.


Si no hubiera cambiado esa posición que pienso que quizás tuve por momentos, mi vida sería la misma siempre y a esta altura de los acontecimientos hubiera vivido poco en vez de haber aprovechado al máximo cada año, produciendo quizás sin saberlo un año distinto cada vez, que supera al año anterior y me indica sin el más mínimo resquicio de dudas, que haber logrado ponerme en vertical para superar la frenada, y luego disponerme a caminar y salir corriendo, fue una de las decisiones más inteligentes de mi vida.


Aunque como les decía, no iba a hablar de mí, sino de una persona relativamente cercana, si es que se me permite mentir un poco.


Yo digo, para allá. O para el otro lado. O para donde sea.


Vamos.


Y encuentro que está frenada, con los pies inclinados, sin voluntad de avanzar para sacarle el máximo provecho al tiempo y para construir en esa acción una vivencia mucho más interesante que concluye en ampliar posibilidades y enriquecer la vida.


A veces me pregunto en qué fallo, hasta dónde insistir, si debo aceptar esa elección ajena que en algún punto no me favorece y en verdad me perjudica. 


Y concluyo lamentablemente que hay que dejar al otro tranquilo, que ya explicité la inconveniencia de esa posición con toda la honestidad intelectual posible, que es su elección vivir poco y permanecer frenado.


Mirando el face o la seriecita.


O recluyéndose entre las paredes de cualquier hogar.


Y dejando de alguna manera la vida pasar, mientras otros tratamos de permanecer en pie para ir siempre con decisión hacia adelante creando una mejor vida.







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jueves, 11 de noviembre de 2021

Cross


Se dice que uno escribe siempre lo mismo, cosa que en parte creo que es cierto. Se escribe tal vez lo mismo porque es lo que se tiene para decir.

Dios dirá, bueno Josecito vos martillá con esto. Dale por ahí, persistí, insistí, remarcá. No cedas Josecito, seguí firme con ese mensaje.

¿Algo así?

Quién sabe, la escritura es una dimensión tan extraordinaria como insondable, que tiene muy presumiblemente voz propia. Habla por sí misma, más allá de que el autor se atribuya ser el causante de lo escrito.

En verdad, supongo, lo que emerge en esencia no le pertenece. Es una suerte de vehículo que facilita un decir que debía manifestarse.

Creencias si las hay.

De momento a la escritura es mejor respetarla, tratarla con cuidado, con afecto. Siempre tengo terror de que las palabras se ausenten, que la escritura se enoje conmigo y que no me quede nada más por decir.

Sería como morir en el mundo simbólico, algo que no podría permitirme.

Estoy para decir, para abrir la boca, para hacer que las palabras se desplieguen, que los párrafos avancen diciendo lo suyo, y que se produzcan las perturbaciones necesarias positivas que conduzcan a transformar la realidad en todos los aspectos desbarajustados que sean.

Es bueno que cada uno diga lo suyo y si es necesario que machaque. Que machaque todo lo necesario para ser consecuente quizás con su mensaje esencial. Así cumple presumiblemente con su misión de haber entregado tal vez lo que tenía asignado para decir.

 ¿Y ahora qué iba a decir?

Iba a decir esencialmente eso, que pasen al frente, que no miren para otro lado. Que no se hagan los distraídos ni caigan en la comodidad de los pusilánimes que no se juegan nunca por nada. Que levanten la mano e intercedan cada vez que deban interceder. Que crean en ustedes para decir lo suyo, más allá de los aplausos o silbidos. Eso no cuenta en lo más mínimo. Más allá de la indiferencia, que no tiene ninguna importancia. Lo relevante, lo esencial, lo crucial en este tipo de cuestiones es alzar la voz, proceder a paso firme y decir lo que se tenga que decir.

Le guste a quien le guste. Le pese a quien le pese.

Avancemos.

Los pueblos se empobrecen si acallan sus palabras los impresentables de turno y se corre el riesgo de terminar de rodillas frente a un par de monigotes, que exudan ignorancia y encima suelen estar guiados por la maldad. Mientras viven extraviados en la precariedad del ser que se entusiasma con la posibilidad de hacer daño.

La palabra asegura la libertad, por eso cualquier payaso de turno con aspiraciones a esclavizar a la ciudadanía procura reprimirla, ajusticiarla, silenciarla. 

Deben negar la posibilidad de pensar, de creer que se puede construir otra realidad posible. 

Solo buscan sumisión, ignorancia, esclavitud, cobardía.

Hay que devolver con cross de derecha para que los pueblos alcen la voz, las instituciones se impongan como ocurre siempre en todos los lugares del mundo y la ciudadanía viva con la libertad que se merece.

He dicho.






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domingo, 7 de noviembre de 2021

Los salvadores


Esto ocurre porque esencialmente la sociedad es mayoritariamente infantil y exige, reclama, implora la aparición de un susodicho que la salve de alguna manera. Una suerte de súper hombre o súper mujer que aparezca para decirle cómo son las cosas y resuelva cada uno de sus problemas.

Esto sucede porque hay un mercado de niños desesperados por un padre. Un padre salvador que indique cómo son las cosas y se entusiasme asegurando que va a resolver como sea cada uno de los problemas.

La gente se entusiasma, se ilusiona, cree con el alma en las buenas intenciones del susodicho de turno y espera confiada las elecciones. Cree ilusoriamente que ahora sí, que esta vez por fin las cosas cambiarán y el héroe o la heroína del momento traerá las soluciones que todos imploran.

Esto pasa porque hay un espíritu infantil en las entrañas de la ciudadanía que reclama un salvador que arregle los problemas y si es posible resuelva también su vida.

De ahí los vitoreos, el genuino entusiasmo, las palmadas y elogios a veces sentidos, y con frecuencia desmedidos, de los obsecuentes de turno.

Esto ocurre porque el espíritu infantil está muy arraigado, entonces aparece el susodicho o la susodicha de turno dispuesto a ubicarse en el pedestal del hombre o la señora resolutiva, que sabe todo o casi todo y por fin sacará a los pobres diablos de la desgracia.

Se terminará la malaria y seremos todos felices.

Por fin viviremos en un país normal, digno, donde se les termine el juego a los vivillos que se benefician del esfuerzo de todos mientras los exprimen y ejercitan los discursos parlanchinescos o payasescos. Para todos y todas. 

Donde a cada uno le vaya bien y no gaste la vida sufriendo los perjuicios que le impone un país bananero que amaga con ir al comunismo para el fracaso colectivo. Y donde todos se quieren ir menos los que viven de los demás y los que aún no lograron la ciudadanía.

Ya es tiempo que las cosas vuelvan a su lugar. Y ahora sí, vamos a salvarnos.

Necesitamos héroes verdaderos. Basta de simuladores.

Y esto no quiere decir que los salvadores no tengan buenas intenciones en muchos casos. O quizás en todos los casos. Quiere decir solamente que el espíritu infantil preponderante debe ser advertido a tiempo para que la realidad luego no vuelva a defraudarlo como ocurre sistemáticamente en la Argentina una y otra vez.

Sepamos compatriotas que ningún salvador va a salvarnos.

Es triste, pero es así.

Si nos vamos a salvar va a ser por el esfuerzo, el compromiso y el proceder que cada uno asumamos. Que es el granito de arena esencial que suma al conjunto.

Nos vamos a salvar por obrar como buena gente, por honrar los sanos valores y por rechazar de plano las prácticas mediocres e insanas de la viveza criolla.

Por ir por el buen camino y no creer en atajos, por eso nos vamos a salvar.

Por no rendirnos, por trabajar.

Por ponernos en guardia cada vez que un farsante nos quiere estafar.

Solo nosotros nos vamos a salvar.

Aceptemos la realidad con madurez de una buena vez y hagamos lo que podamos.

Votando por supuesto a quien creemos que va a salvarnos. Pero sepamos que es solo un representante de la filosofía que sustentamos.

Los protagonistas son cada uno de los ciudadanos.

Viva la libertad.





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jueves, 4 de noviembre de 2021

El desmérito


Es triste que se pretenda hacer creer que lo que está mal está bien. Es como pretender engañar, propender a fomentar disvalores en la sociedad que como es de esperar conducen a mal puerto.

En este caso, al puerto de la vagancia, debilidad, holgazanería, falta de esmero y carencia de ímpetu para la superación.

Un verdadero despropósito.

Solo quienes pueden estar comprometidos con la mediocridad que se caracteriza esencialmente por creer que todo es lo mismo pueden ser abanderados de semejante extravío. Porque el desmérito no constituye ninguna virtud, sino que representa esencialmente la degradación del ser humano.

Las personas no están para ser menos de lo que pueden ser ni para vanagloriarse de su falta de desarrollo, por el contrario, están para más, para ser la mejor versión de sí mismas, hacerse cargo de la extraordinaria bendición de tener potencialidades y desplegarlas en beneficio propio y ajeno.

El mundo se enriquece con cada persona que se esmera, se esfuerza, se hace cargo de desplegarse para ampliar sus posibilidades y para impactar positivamente en el mundo.

Justificar por qué está mal lo que dicen que está bien, es en verdad una desgracia, otro hecho lamentable de la decadencia. 

Hay que explicar lo básico, persuadir por el camino de los sanos valores, convencer sobre obviedades que increíblemente están cuestionadas por parlanchines de turno que sin querer queriendo procuran imponer concepciones que en vez de estimular al crecimiento personal, instan a replegarse, a ser menos, a no hacerse cargo de la superación personal.

En definitiva, a fomentar personas más débiles, más necesitadas, más ignorantes, más dependientes de salvadores truchos, mediocres, hipócritas e incapaces, que no saben ni quiénes son y pretenden dar cátedra gritando a viva voz lo que dicta su ignorancia.

Es increíble que vivamos estos tiempos, que los incapaces se envalentonen, hagan gala de la mediocridad y actúen convencidos de que son próceres.

Se me seca la chucha, dijo una legistaldora. Así estamos.

Inmersos en una desgracia impúdica que actúa con elocuencia.

Observemos y procedamos desde nuestras circunstancias para volver a poner las cosas en su lugar. 

Que la decadencia se acentúe o repliegue es una responsabilidad de todos.

No de todes. 





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