jueves, 26 de noviembre de 2020

La confianza


Siempre tengo confianza, sobre todo cuando reduzco al mínimo las posibilidades de que me jodan.

Cuando ando distraído o confiado en exceso es cuando corro riesgos y posibilito que cualquiera me embauque, me trampeé y se aproveche de mi buena fe.

Ocasionando el perjuicio correspondiente que fuera.

Por esa razón y porque no me gusta generarme problemas que puedo no tener, es que elijo andar sigiloso.

Miro para los dos lados.

Advierto situaciones escabrosas, propias del ser que cree en el engaño y lanza la trampa para que caigamos en ella.

El riesgo es el paso en falso que en general se puede producir cuando no hay de que agarrarse.

Solo de promesas, aseveraciones más o menos persuasivas y hasta juramentos de carácter inquebrantable que aportan en el mejor de los casos personas con buena fe.

Por eso ante esas disyuntivas de la vida, donde se juega el eventual engaño, uno debe saber si está dispuesto a beneficiarse con las promesas entusiasmantes del acuerdo que fuera o bien prefiere preservarse de ese beneficioso futuro inigualable que al mismo tiempo supone la aparición de notables dolores de cabeza.





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domingo, 22 de noviembre de 2020

La decisión

Desde hace años pienso que uno es el resultado de la calidad de sus decisiones.

Si no fuera por esa creencia tal vez viviría más impulsivamente, sin titubeos y enroques a veces quizás innecesarios.

Puedo aducir que los enrosques medidos y razonables son convenientes y beneficiosos. Pero algunas vueltas de más pueden llevar a zona de riesgo y quedar enredado o intrincado entre tantas volteretas.

Eso no quita que ante cualquier disyuntiva de la vida uno deba detenerse y pensar. Analizar toda la información presente y presagiar los distintos escenarios que pueden producirse a partir de la decisión.

Cualquiera que piensa bien lo hace.

Observa, analiza, proyecta las consecuencias de las eventuales decisiones, mira la realidad futura.

Se pregunta qué otras situaciones se presentarán. Y advierte en esa instancia qué haría al respecto.

Iniciando por supuesto el mismo proceso y volviendo atrás o hacia adelante las circunstancias que se producirían, que aún viven en la imaginación proyectada, y que se corroborarían en la realidad.

Cuando uno demora mucho también decide.

No quería dejar de apuntar esto para recordármelo. Debe ser cierto eso que a veces dicen que se escribe para uno.

En realidad no sé si a veces lo dicen.

Pero siento que escribo para mí más de una vez. Escribo para entender, comprender, dilucidar y descubrirme.

Para aclarar lo difuso, poder decidir con mayor efectividad y construir una mejor vida. 

Mejores circunstancias. Más paz, plenitud, felicidad.

Sol, mar.

Playa.

Aire puro, amigos, vivencias inolvidables. 

Lindo año 2009, 2010.

Dos mil once, doce, trece, catorce…

La vida es la consecuencia de nuestra imaginación, nuestra capacidad de evolucionar, transformarnos y construir la realidad.

Lindo año 2015, 2016.

Uno es el resultado de sus decisiones, que construyen su vida.

Nunca somos más que lo que nuestra imaginación nos permite.

Lindo año el 17, el 18.

Lindos meses, lindos días.

No hay tropiezos, son problemas, graves.

Sí, ya sé que son graves.

Pero voy a hacer unos mates, mirar por la ventana.

Ver el sol.

Lindo año el 19, otro año más memorable. Que permitió meterle vida a los días, ser más, crecer, hacer lo que uno siente.

Buena oportunidad para construir la vida 2019, sus meses, sus días.

Uno decide cada año, cada mes, cada día.

Construye la vida con las decisiones que toma, aunque alguien se victimice y aduzca cierta vez con razón que la culpa la tiene el otro en las circunstancias que fueran.

Y sí, está lleno de idiotas, de mediocres.

Ya lo dije y lo escribí varias veces, hay que esquivarlos. Usar caso. 

Hay gente que cruza en las esquinas sin mirar, de espaldas.

Literalmente.

O sale un tonto en bici de una cochera sin mirar y te atropella.

Te puede matar sin que lo advierta.

Pero uno decide, por eso el casco, andar despacio con toda la previsión como siempre. Suponiendo que está repleto de tontos el espacio público y hasta caminando un zonzo nos puede matar si nos atropella porque anda como loco en bici, auto o moto. O mira para atrás mientras va corriendo.

Pobre la viejita, el hombre, el joven o el niño. Pobre el inocente que recibió la agresividad de la zoncera impúdica y traicionera.

Y sí, la vida es un riesgo que incrementan los tontos, pero hay que reducirlo todo lo que se pueda. Sin dejar de vivir.

De exprimir los días.

Nunca fumé un porro porque advierto los perjuicios y las dificultades de las adicciones. Siempre se aprende de la experiencia ajena.

Quizás por eso estoy a las vueltas. Nada es más difícil que cerrar mundos disfrutables. Y hacer que haya sido lo que es.

Mejor espero, no voy a vender la moto.





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sábado, 14 de noviembre de 2020

Un día a la vez

 

Voy a hacer una suerte de confesión con ánimo de contribuir para favorecer el sentido crítico y la reflexión inteligente ajena, influenciando de la manera más sana y positiva que pueda.

Para eso escribo.

Desde hace tiempo, con intención y la mayor convicción del mundo. Que aveces por supuesto está como reticente o dubitativa.

No siempre uno tiene claro lo que quiere decir.

Pero en este caso, sepan, lo diré todo. De manera clara y sencilla. Sin rodeos, titubeos, ni mayores preámbulos que retarden lo esencial para distraernos en lo accesorio.

Vivo un día a la vez.

Sospecho en principio que puede ser porque me estoy poniendo viejo. El viejo de alguna manera tiene mayor oportunidad de avivarse.

De darse cuenta.

Entonces si vivió con cierto espíritu curioso propio del aprendiz que quiere desentrañar la madeja, algo advierte. 

Primero sospecha, pero luego vislumbra.

Y finalmente ve.

Ve con una claridad que nunca podía advertir antes de la sospecha y que solo se vuelve evidente luego del entendimiento.

Por supuesto el entendimiento es dinámico, cambiante, impermanente.

Pero cuando aparece o emerge con toda la fuerza es funcional y efectivo.

Por eso es conveniente estar abiertos a esa suerte de elucidaciones finales que nos dicen que es por acá.

O por allá.

Y nos sirven.

Corroboramos, reafirmamos y sostenemos.

Es como el gimnasio en algún punto. 

Uno, dos. Uno, dos.

Advierto, corroboro, reafirmo.

Es así, de nuevo…

Hay que vivir un día a la vez para que no se nos escape la vida. Si ya se escaparon días, semanas o años, no importa.

No se escapa un día más.

Aunque debo desdecirme y aclarar que no hay que, nada. 

Cada uno debe hacer lo que quiere, lo que siente. Lo que dicta lo más auténtico de su ser.

O lo que se le antoje.

Quizás solo sugiero la conveniencia de vivir un día a la vez para celebrar que estamos vivos, honrar la existencia.

Y aprovechar el tiempo.

Vivir cada día es una oportunidad que conviene tomar. Tonto sería si la dejase pasar.




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jueves, 5 de noviembre de 2020

Nos vamos a morir..

 


Porque sencillamente nuestra generación o los contemporáneos han estado zonceando entre cuestiones de aparente urgencia de las cotidianeidades diversas y han desatendido drásticamente la determinación de resolver el tema más importante de todos.

La muerte.

Tonteando de alguna manera la finitud se encamina a doblegarnos a todos. 

Mientras levantamos un barrilete o miramos vaya a saber qué información vanamente importante pero en apariencias significativa, marchamos como corderitos hacia un final de nuestras vidas.

Sí, me quejo.

Pueden decir ustedes, ¿pero vos qué hacés para quejarte? 

Bueno, me quejo porque esa queja está de alguna manera en el radar de mis posibilidades. Me quejo porque creo en verdad en la queja como fuerza movilizadora para producir cambios. 

Y también me quejo, sepan ustedes, porque es fácil quejarse.

Mucho más difícil es enfrentar con convicción indeclinable el problema que fuera, poner manos a la obra y resolverlo. 

Y, si el objetivo no se alcanza, llegar hasta el mayor avance posible tendiente a solucionar lo que fuera y encaminar nuestras intenciones o caprichos hacia sus consecuciones finales.

¿Qué hay que hacer?

En mi convencida opinión hay que dejar un poco de ver la telenovela o los enredos de las urgencias diarias para centrarse en lo importante con ánimo de avanzar con toda la determinación del mundo y lograr por fin abrir cierta ilusión.

Ilusión que podría prometernos primero vivir doscientos años.

Y luego, vivir tanto como queramos. Jóvenes, lúcidos y fuertes.

Por supuesto, acá nadie está proponiendo que seamos viejitos con achaques imposibilitados de hacer deporte, andar en bicicleta, practicar el salto del tigre o discursear lo que fuera con cierta razonabilidad para que el espíritu crítico quizás mal intencionado, escuche o lea, y luego diga.

Miren las pavadas que dice ese viejo gagá.

Nada de eso, lo que necesitamos y debemos construir es la posibilidad de vivir primero muchísimos más años y luego eternamente.

Hagan ustedes lo que puedan, pero hagan algo.

Yo prometo no aburrirme ningún domingo, sea lluvioso o soleado.






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