domingo, 28 de marzo de 2021

El hombre asustadizo


No le tengo miedo a la muerte.

Supongo.

Me convenzo.

Erróneamente, claro. Porque los hechos parecerían indicar otra cosa. Que esa creencia inicial y convincente no se corresponde con la realidad.

Porque ante la mínima insinuación de la muerte, esa supuesta creencia afirmativa e irrenunciable, cede de manera espontánea y se elocuencia en los hechos más inesperados.

Tenés taquicardia, escucho apenas el cardiólogo mira la computadora para anotociarme palabras más, palabras menos, si sigo en el juego de la vida o inicio una presunta marcha que podría estar precedida por un eventual suplicio.

No puede ser, me quejo. Vine caminando. ¿Será eso?

Son ciento veinte, ciento treinta. Muchas, reafirma frunciendo el ceño, como pidiéndome una explicación.

También tengo poco entrenamiento, me excuso mientras mi eventual amigo conjetura al ritmo que observa imperturbable las rayas para mí indescifrables de la computadora que ofrece la sentencia sobre la ergometría.

Le doy un poco más, pregunta.

Dale.

La máquina se empina, acelera, exige.

Todo bien, escucho.

¿Va bien? Procuro corroborar.

Sí, sí.

Sube la intensidad una vez más, y respondo estoico con la determinación de un joven viejo.

Pregunta si quiero más, y le digo que avance, que haga lo suyo.

Y me esmero y respondo con el insufrible barbijo siempre puesto y la convicción de quien está determinado en salir airoso.

Dale más, me envalentono.

Había escuchado que cuanto más duraba la prueba era mejor y sabía que estaba ahí para develar el destino.

¿Seguro?

Dale.

La máquina avanza más fuerte y exige que pase del esfuerzo trabajoso y perturbador al sacrificio detestable.

No decaigo ni me riendo. Sido, me exijo.

Sostengo.

Un poco más me digo en silencio, mientras advierto si todo va bien y puede concluir la prueba.

Todo bien, estamos.

La máquina cede de a poco y vuelvo a la normalidad.

Te voy a hacer una ecografía -escucho-. Así nos quedamos tranquilos. Esperame un momento.

Salgo y me siento. Creo que el mundo está controlado, que todo va bien.

O relativamente bien.

Me siento con la intención de recuperarme, miro el tele y aguardo.

Juan, me llaman.

Entro, me indica que me acueste y prende el aparato. Quiero ver las pulsaciones, dice el doctor.

Otra vez soy parte de un momento crucial de la vida. Todo puede cambiar en los próximos minutos.

Empieza a explorar el corazón con la vista clavada en el monitor mientras yo permanezco imperturbable.

Escucho los ruidos de la computadora y miro la pantalla que muestra imágenes indescifrables.

Todo bien Juan, era por las pulsaciones. Controlate en los próximos días porque no es bueno que en reposo pasen las cien.

Escucho el veredicto de este nuevo eventual amigo. Recuerdo que Dios siempre me da una mano. Y siento que las pulsaciones son tan solo una manifestación del hombre temeroso que piensa que llega el fin de su existencia.

Creo que se normalizarán pronto, tal vez cuando salga de la sala y vuelva caminando a casa.

No me voy a morir.





Leer Más...

domingo, 14 de marzo de 2021

La pantomima


En mi familia todos están embaucados en la pantomima. En mayor o menor medida participan de la farsa con distinto grado de habilidad.

Algunos lo hacen con mayor destreza y profesionalismo, con lo cual se mueven como peces en el agua y salen airosos sin pasar advertidos.

La simulación que despliegan con habilidad y esconde siempre la verdad ofrece resultados.

Por supuesto.

Ese es el motivo esencial de la asunción indeclinable de la pantomima y la vocación por actuar como farsantes.

Porque lo que se representa muy bien es la simulación que a los ojos de cualquier persona atenta oculta la verdad que emerge por los poros.

Todos actúan más o menos, y lo hacen con mayor o menor pericia.

Yo los admiro a todos.

A los más hábiles y a los más chapuceros, porque todos participan con entusiasmo del juego.

El que me cansa un poco a veces es el tío que se toma con excesivo empeño el trabajo de simulación.

Se esfuerza tanto en ese propósito que hace tiempo me cuesta compartir una charla burda e insignificante.

Pero lo comprendo porque está compenetrado con el juego y es su trabajo.

Como a todos les gustan las pantomimas y celebran la farsa, se suelen entusiasmar y ensalzar las simulaciones ajenas.

Mi madre me cuenta por ejemplo del sacrificio de algunos familiares o las penurias de otros que parecen pobres diablos y en los hechos tienen un excelente pasar.

Yo he pensado en intervenir cada vez que advierto el sutil engaño de quien ofrece la pantomima con relatos más o menos endebles, pero desisto siempre de hacerlo porque, como les digo, en mi familia se celebra la farsa.

Y la verdad nadie la tolera.





Leer Más...

martes, 9 de marzo de 2021

Nos vamos a morir

No sé por qué se inquietan tanto si al fin de cuentas nos vamos a morir.

Debe ser porque quizás administraron mal el tiempo.

Se prepararon para vivir pero no se prepararon para morir.

Grave error.

Uno debe prepararse para ambas cosas que al parecer son igualmente importantes.

Si se prepara para vivir le va mejor. No anda a los tumbos ni queda a merced de voluntades ajenas.

Usted construye su destino, por ejemplo.

No es poco.

Pero si no se prepara para morir, usted tiene un grave problema. Porque la muerte va a venir a buscarlo desprevenido.

Quizás se asuste, tenga miedo. No sepa cómo actuar frente a un hecho indeclinable.

Y qué va a hacer si lo agarra de grande y empieza a pensar sobre el tema quizás con cierta predisposición a la negatividad.

Sería un pésimo camino. El peor negocio de todos.

Por eso si bien me parece un error dar consejos, porque nadie mejor que cada uno para ofrecérselos, quisiera sugerir.

Balbucear. Instar...

Prepárece con ímpetu, determinación y coraje para la muerte.

Sin medias tintas, sin titubeos.

Agarrando el toro por las astas.

Puede ser lo mejor que le puede pasar.

Va a aprovechar al máximo su tiempo y va a vivir una gran vida.

Además de estar listo para morir en paz.





Leer Más...