viernes, 28 de abril de 2023

Parlanchín

 


Siempre creí en la escritura como una posibilidad invalorable para la elucidación, el entendimiento, la alternativa de elaborar emocionalidades, desarrollarse como persona...


Y tantas cosas más.


Los hechos de la práctica no han parado de reafirmar esas creencias de manera recurrente y sistemática.


Y el tema latente que se presenta al acecho siempre es el riesgo de morder la basquina y caer en instancia parlanchinezca.


Por eso pareciera conveniente ir con atención y tomando resguardos, porque si uno se envalentona, arremete sin miramiento y se lanza por las respuestas que reclaman las pretensiones ajenas, ya sabemos lo que curre.


Quien escribe en vez de adoptar a la narrativa como una dimensión que habilita el descubrimiento, indica paso a paso lo que se debe hacer para ser feliz, ganar dinero, alcanzar por fin la elucidación, y tantas otras pretensiones lícitas de quien busca resultados infalibles en terrenos farragosos.


Y no tengo absolutamente nada contra quien se brinda a explicar y asegurar cómo son las cosas. Sobre todo si lo hace en buena fe, con genuina responsabilidad, y no jura barbaridades.


Aunque aún en esa instancia de pifie supremo, también es lícito que responda con exceso de convicción lo que fuera. Diciendo que esto es así o asá.


Porque la responsabilidad de validar la respuesta es siempre de quien la escucha o lee.


Ah, ¿pero me dijo esto o lo otro?


¿Y?


¿Qué es el buen señor, un Dios en el oráculo que te tiene que decir todo?


¿Te tiene que indicar lo que tenés que hacer?


Además, ¿no puede fallar?


Disculpen esa disgresión en defensa del parlanchín, pero solo se coló por la convicción en la justicia.


Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa.


Las reglas de juego están más o menos claras, después no hay que quejarse.


Además seamos claros, un público impresionante quiere parlanchines. Los reclama, los necesita.


No quiere aventurarse a pensar por sí mismo para andar dilucidando o pergeñando síntesis más o menos efectivas.


Quieren afirmaciones que de algún modo les digan lo que deben hacer para lograr esto o aquello. Porque si no tendrían que elaborar por si mismos los caminos, los pasos.


Y deberían hacerse cargo luego de todos los resultados.


Algo mucho más trabajoso que preguntar por la respuesta definitiva y avanzar sin mayores cuestionamientos. Solo con la atención de cumplir las indicaciones a rajatabla.


Con la falsa certeza de que es por ahí la cosa. Y el premio consuelo de que si por ahí no era, hay alguien a quien echarle la culpa.


Por eso el abordaje de la escritura como un espacio que estimula la reflexión impulsando la responsabilidad ajena me parece una perspectiva sana y conveniente.


No hay Dios en el oráculo, ni voluntad de subirse al trono. Hay una intención de descubrimiento genuina que potencia la escritura como posibilidad.


Buscamos entre todos a partir de escritos inspiracionales.


Y luego cada uno se hace cargo de lo suyo.






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sábado, 22 de abril de 2023

Los fanáticos



Hace mucho que no escribo sobre los fanáticos, debe ser porque hace tiempo que no me cruzo con ninguno. O andan callados pasando desapercibidos, debilitados, sin fuerzas…

Vaya uno a saber.

Antes escribía a menudo porque me los cruzaba casi a diario, y me explicaban cómo eran las cosas con una postura inflexible que en síntesis consistía en defender lo que estaba bien con el mismo ímpetu que defendían lo que estaba mal.

Hablo de política.

Para no hacerme el distraído, pero hablo también del fanatismo, que simboliza esencialmente la asunción de la persona de la terquedad, el capricho y la negación de la evidencia. Porque lo que caracteriza al fanático es su defensa a capa y espada de su identidad, cueste lo que cueste.

Y pague el precio que haya que pagar.

Sea de un lado o sea del otro. Eso no importa. Lo que cuenta es la esencia que lo caracteriza.

Porque fanáticos hay de todo tipo y color.

Y la patología es la misma.

Es extraño comprender esa elección por el fanatismo porque implica engañarse a uno mismo, para militar muchas veces lo que niega la evidencia y la elocuencia desenmascara sin mayores reparos.

Pero el fanático hace oídos sordos a la realidad, a los hechos, a la información objetiva que pueda exigirle replantear su posición, y se encolumna en su postura inflexible, rígida, innegociable.

Es muy difícil que un fanático cambie de opinión ante lo que fuera porque lo que defiende en verdad es su identidad, su estantería para comprender el mundo. Y no está dispuesto para nada a repensar sobre las síntesis que lo terminan constituyendo como sujeto.

Es más, si por su fanatismo tiene que enemistarse con alguien, es capaz de hacerlo. 

Aunque parezca una locura.

Aunque esa decisión simbolice la idiotez con la que una persona puede obrar en la vida, ocasionando un perjuicio propio en favor de un tercero que muchas veces ni siquiera conoce.

Son abnegados, prejuiciosos, negadores, testarudos, y embaucadores de ellos mismos.

Con gusto y convicción.

Y quiero aclarar que no tengo absolutamente nada contra los fanáticos porque respeto su elección. Lo único que me inquieta es que no los veo por ninguna parte, hace tiempo que no los cruzo por ningún lado y cuando sospecho que por fin encontré alguno, me termino quedando con la duda porque no dice nada, no pronuncia sonido alguno. Ni siquiera balbucea. Y mucho menos grita.

Es como que le robaron la voz.





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viernes, 21 de abril de 2023

Los tránsfugas



Me resisto a pensar que existan los tránsfugas y que algunos seres obren bajo los lineamientos propios del sinverguenza que es capaz de mentir, engañar y trastocar impune la realidad para obtener algún beneficio.


Me resisto en verdad.


Pero existen y actúan con la impudicia propia de quienes se creen vivos, convencidos de que están un paso adelante.


Que son verdaderos avispados.


Que valiéndose de artimañas propias de los seres mediocres y jodidos, logran sus resultados.


No se dan cuenta que lo único que hacen es elocuenciar su mediocridad, su bajeza, su incapacidad para que les vaya bien en la vida obrando bien, con trabajo y honestidad.


Eligen ir por el otro camino, el de la insana picardía, el de la maldad, el de la burda trampa.


Evidencian en verdad que son unos perdedores, que honran con entusiasmo la degradación del ser humano en sus accionares penosos de poca monta que a lo único que aspiran es a la estafa.


Y que en el mejor de los casos le producen sus insanos triunfos pasajeros. Logros que  le servirán para recordar lo sinverguenza que es.


Si algún día tiene la valentía de mirar la verdad de frente.


Elegir joder al otro y estafarlo para que le vaya bien, demuestra que el tránsfuga de vivo e inteligente no tiene nada.


Porque de lo contrario tendría éxito yendo por el buen camino, que es el único que ofrece consistentes resultados y preserva siempre la tranquilidad de consciencia.


Pobres tránsfugas cagadores.


Se creen vivos y ni siquiera sospechan que son tontos.


Lo único que seguro saben en el fondo de su ser es que son gente de mierda.






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martes, 18 de abril de 2023

¿Qué es el éxito?


Éxito es una palabra que conviene configurar individualmente, despojado de las suposiciones ajenas que pueden establecer o indicar que éxito es esto o aquello.


Aunque el más común de los significados colectivos hace que la palabra éxito merodee por los objetivos de tener dinero, fama y poder.


¿Es por ahí?


Para muchos sí, y nada habría que decir al respecto si se tiene la auténtica filosofía de respetar estrictamente la voluntad del otro que en base a sus decisiones y conductas construye su propia vida.


El tema es cuánto cada uno quiere alinearse o dejarse embaucar por esos objetivos que son esencialmente expectativas ajenas.


Valoradas por la muchedumbre.


Se puede ir como corderitos hacia esas metas o preguntarse un poco si es por ahí el éxito propio o está en otro lugar.


Cada uno sabrá.


¿Para vos?


Bueno, eh…


¿En qué estábamos?


Ah sí, para mí la verdad que no es por ahí de manera determinante y mucho menos concluyente.


Dentro de esos parámetros, que son dinero, poder y fama, quizás el único que me interesa es el primero.


El dinero.


Y me interesa hasta ahí, en su justa medida. Hasta que me da tranquilidad y garantiza mi libertad.


Ni un pasito más.


Porque además en algún aspecto general estoy en las antípodas de la ambición y tengo la convicción que menos es más.


Nada como andar livianito por la vida. No arrastrando un mundo material que puede desbordarnos tanto como apresarnos.


Los billetitos justos, y un poquito más diría.


La fama creo que es peligrosa porque claramente el reconocimiento reconforta, pero agiganta el ego y restringe la libertad que reside con mucha mayor solvencia en el ser que no es reconocido.


Que está despojado de la mirada del otro.


Y el poder, ¿para qué? Es muchas veces una obsesión de la persona insegura, que no está madurativamente asentada y necesita demostrar que es alguien para existir y lograr convivir con el sentimiento de minusválida que lo atormenta.


Hipótesis, si las hay.


Aunque el poder bien utilizado es una dimensión constructiva. Pero sin problemas de inseguridad o de ego, difícilmente alguien se interese en tener poder.


En fin…


¿Entonces?


El éxito creo en primera instancia que es una definición y asunción personal. Porque es responsabilidad de cada uno construir su propia perspectiva que deriva posteriormente en las consecuencias que debe afrontar.


Y luego si me preguntan o quiero responderme, creo que para mí el éxito es ser.


Ser con cuerpo y alma quien uno es.


Hacerse cargo de la vida que tenemos y de la vida más interesante que podamos construir.


Y desarrollarnos como personas para desplegarnos en las situaciones que sean contribuyendo desde el lugar que estemos a los demás.


Éxito sería entonces ser con todas las letras la mejor persona que en nosotros podamos construir.


Y entregarnos auténticamente a los demás para contribuir desde lo que somos, más allá de que los otros valoren o no nuestra existencia.


Y más allá también de los irrelevantes o estruendosos aplausos o silbidos que podamos conseguir. 






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jueves, 13 de abril de 2023

En difícil

 


Hace años dejé de leer textos intrincados que demandan decenas de páginas para dilucidar qué carajo quería decir el autor.


Siempre sospeché que el hombre que parecía desarrollar un conocimiento inaccesible incluso para él mismo tenía esencialmente dos posibilidades.


Estaba extraviado en un laberinto del que no podía salir y forcejeaba con una confusión propia indomable, quizás buscando un hallazgo tan dificultoso como esquivo.


O se valía de la suposición ajena que al ver lo incomprensible de lo que querrá expresar, creía que el autor residía en la estratósfera de la elucidación y que las limitaciones propias de un humilde lector eran inaccesibles a semejante nivel de intelectualidad que quería decir complejidades que excedían a todos.


Siempre me quedó esa duda pero con el tiempo vi que esos libros insufribles quizás para el autor y seguro para los lectores, iban en franco retroceso hasta su desaparición definitiva.


Debe ser porque no agarro un libro de esas innentendibles pretensiones ni con un revólver en la cabeza.


Creo en el valor real que tiene que ver con lo que se tiene para decir. Que no necesita embaucar a nadie y se despliega con la virtud de la simpleza.


Una destreza desafiante que quizás puede adquirirse con los años. 


Como lector exijo sin alzar la voz, que primero el hombre que escribe sepa lo que quiere decir, o tenga algo para decir.


Si anda embarullado, extraviado o apresado en la confusión, primero que se aclare.


Y que recién después publique el libro.







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miércoles, 5 de abril de 2023

Hablemos…



A ver, a ver…


¿De qué querés hablar?


No sé, la verdad no sé. Solo quiero soltar las palabras. Creo que están quizás en un sótano reprimidas pugnando por salir.


Y algo deben querer decir.


Porque pareciera que la naturaleza de la palabra es la expresión. Es decir, aparecer de algún modo para ser visualizada en la lectura o escuchada si se manifiesta oralmente.


No sé.


¿Qué te hace suponer eso?


No sé, no sé.


Es solo una suposición, una hipótesis, digamos. No es más que eso, una intención de respuesta más o menos razonable que siempre puede ser fallida.


Mirá vos.


¿Y por qué andás con estos menesteres, no tené que trabajar vo?


Es que hay algo que tiene que ver con la emancipación de las palabras que esencialmente constituye una instancia necesaria para la sanación definitiva.


Y yo me quiero curar.


¿De qué?


No sé, de palabras reprimidas, de emocionalidades quizás mal curadas, de sujeciones simbólicas, recuerdos mal definidos o ideas limitantes que me restringen y apresan.


O etiquetas que me han zampado. Definiciones que han procurado apresarme y debo aflojar.


De tantas cosas, sospecho.


¿Y para eso soltás palabras?


En algún aspecto creo que sí, que algo de eso habrá. Además de soltar palabras para incidir en la realidad, alentar a los buenos, persuadir a los malos y cambiar el mundo. Pero ya sabés, son hipótesis, intenciones de respuestas razonables que esencialmente son más o menos fallidas.


Pero que a las palabras hay que soltarlas, no tengas dudas.


Hay que soltarlas.





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domingo, 2 de abril de 2023

Para adelante



Siempre escuché a varias personas decir que si no fuera por la finitud postergaríamos todo.


Total, lo podemos hacer mañana, pasado mañana, la semana que viene, o no sé cuándo.


Con esa explicación justifican las bondades falsas necesarias de la finitud.


Los que no necesitamos esa premura, la comprendemos y aceptamos.


Pero déjennos acá.


De última, si no lo hacemos hoy, lo hacemos mañana, o cuando sea.


¿En qué estábamos?


En ir para adelante.


Bueno, allá vamos.


El tema es así Juancito.


Así…


Uno tiene tres alternatuvas esenciales, intentar quedarse quieto, ir para atrás o lanzarse hacia adelante.


En el medio el ser obviamente deambula en las distintas direcciones, pero presumiblemente puede distinguirse una disposición, una inercia, una orientación esencial de cada persona.


Por ejemplo aquellos que se la pasan hablando del pasado o quedan estancados en recuerdos de una vida que terminó, eligen de algún modo ir para atrás, con su atención, sus pensamientos, sus relatos y energía.


Es tal vez la supocision de recuperar una vida perdida que pudo ser significativa pero a pesar de los esfuerzos por rescatarla esencialmente se se esfumó.


Están las fotos, los relatos, las experiencias…


Pero en la cotidianeidad no hay mucho más.


Cuesta creerlo pero hay gente que reside en el pasado.


La otra alternativa es procurar instalarse en lo que es, siendo los mismos y viviendo la vida que supimos construir.


Aburrido.


Disculpen, se me escapó.


Hay gente súper feliz y fluida en su rutina cotidiana. 


Si está bien, si uno es feliz, si contribuye, se siente vivo, vital, etcérera.


Etcétera.


Qué se puede decir. Esta bien así.


Puede ser divertido, disfrutable, cómodo…


Punto.


Y por último está la posibilidad de lanzarse, de forcejear de algún modo con lo que supimos conseguir, con lo que somos y con lo que es, para construir lo que queremos que sea.


Lo que puede ser.


Es decir, la convicción por una instancia de superación y realidad que concluya de algún modo siendo más interesante, intensa, enriquecedora.


Etcétera.


Que la que tenemos.


Bueno, eso.





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