jueves, 13 de abril de 2023

En difícil

 


Hace años dejé de leer textos intrincados que demandan decenas de páginas para dilucidar qué carajo quería decir el autor.


Siempre sospeché que el hombre que parecía desarrollar un conocimiento inaccesible incluso para él mismo tenía esencialmente dos posibilidades.


Estaba extraviado en un laberinto del que no podía salir y forcejeaba con una confusión propia indomable, quizás buscando un hallazgo tan dificultoso como esquivo.


O se valía de la suposición ajena que al ver lo incomprensible de lo que querrá expresar, creía que el autor residía en la estratósfera de la elucidación y que las limitaciones propias de un humilde lector eran inaccesibles a semejante nivel de intelectualidad que quería decir complejidades que excedían a todos.


Siempre me quedó esa duda pero con el tiempo vi que esos libros insufribles quizás para el autor y seguro para los lectores, iban en franco retroceso hasta su desaparición definitiva.


Debe ser porque no agarro un libro de esas innentendibles pretensiones ni con un revólver en la cabeza.


Creo en el valor real que tiene que ver con lo que se tiene para decir. Que no necesita embaucar a nadie y se despliega con la virtud de la simpleza.


Una destreza desafiante que quizás puede adquirirse con los años. 


Como lector exijo sin alzar la voz, que primero el hombre que escribe sepa lo que quiere decir, o tenga algo para decir.


Si anda embarullado, extraviado o apresado en la confusión, primero que se aclare.


Y que recién después publique el libro.




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