viernes, 4 de julio de 2025

¿Cuántos viven dentro de nosotros?


No sé ustedes, pero yo tengo unos cuantos.


El primero y más elocuente es el gordo. Parece increíble pero dentro de mí se hace notar en cada situación que se presenta.


Dice, pedí el flancito también. Y pedilo con dulce, no seas maricón. Dulce como la gente, no un poquito, como decís. 


Embuchame como Dios manda.


El gordo está ahí, siempre al acecho.


Yo lo sé llevar bastante bien pero debo reconocer que se ofende muy seguido y se indigna con razón.


Poco o nada de postre, pocas porquerías. Migajas de pan. Facturas inexistentes. Helados excepcionales en desaparición. No sal. No azúcar. Nada de pizzas y hamburguesas. Los panchos no existen…


Ni siquiera chocolatitos le doy.


Se calienta con razón.


Encima cada tanto cedo y compro por ejemplo un almendrado que lo guardo en la heladera y luego me olvido. 


Traémelo forro, fue lo último que le escuché decir.


Otro que anda siempre ahí y es más protagónico es el reflexivo. El tipo no cesa de vivir en el mundo de la abstracción.


Es un empedernido indagador del ser humano y la vida.


Lee hasta la coronilla.


El tipo cree que detrás de los libros están las verdades. 


Pobre ingenuo.


Ya no sé qué carajo quiere encontrar. Qué quiere dilucidar a esta altura, porque siempre aborda nuevas inquietudes sobre la persona y la vida.


Para comprender y tomar buenas decisiones, dice. Para no andar como maleta de loco. Decidir quién uno quiere ser y construir la realidad con la mayor efectividad posible.


Para andar por la vida con luz alta, no con luz baja.


Y sí, si lo escuchás siempre tiene una racionalidad atendible. Así que lo dejo hacer de las suyas. Aunque le digo que lea menos y viva más. 


Con este me llevo bastante bien.


Como con el que escribe. 


El tipo dice lo suyo con autenticidad meridiana. No pontifica, sino que insta a la reflexión para que el otro en verdad resuelva.


Así se hace.


Yo lo dejo que se despliegue a su manera. Es todo espontaneidad y nada de pantomimas.


Me gusta.


El otro que hace de las suyas  es el inquieto gestor. Es un abre puertas de experiencias que si lo dejás no sabés dónde terminás.


Al tipo le doy rienda suelta con frecuencia. Y más de una vez me lleva a ámbitos inconfesables.


No puedo contar nada.


Disculpen.


Pero hay vida después de lo previsible. En lo que desconocemos, en circunstancias extrañas y a veces inimaginables.


También tengo un viejo rezongón que está al acecho y salta como leche hervida ante las innumerables situaciones que la decadencia suele presentar.


Sea por un perro que hace caca en cualquier vereda mientras el dueño se hace el distraído y se va luego sin juntarla, o por un tarambana que prende un parlante bullicioso en la playa imponiendo su música bullanguera.


O por un galán de los truchos que anda a explosiones insoportables por el escape que rompió adrede de su motoneta de poca monta.


Y vaya a saber por qué situaciones más.


El viejo se re calienta y es capaz de intervenir para educar a la idiotez.


Pero más de una vez lo freno. Los tontos no suelen tener capacidad de raciocinio y creo prudente refrenar al viejo para evitarle el sopapo o que termine con sus manos llenas de sangre en cualquier comisaría.


Después hay unos cuantos más. El deportista que tiene sus raptos de actividades frenéticas, el amiguero, el maratonista entusiasta que se anota con un amigo en toda maratón que se presente, el trabajador que no tiene horarios ni francos, el que vela por la justicia cada vez que el mundo se desbarajusta


El miedoso, el osado. 


El emprendedor, y el curioso que anda siempre buscando lo que a veces encuentra.


Mi desafío es darle el debido lugar a cada uno, sin que ninguno peque de excesivo protagonismo.


Debo saber cuando viene avanzando alguno, dejarlo hacer en parte lo suyo y luego replegarlo o educarlo.


Y debo tener la habilidad de convivir con todos sin que se armen despelotes.


Ejerzo como director de orquesta bastante permisivo para que todo fluya armoniosamente y sin desafinar demasiado. 


Está bien así, que cada uno haga lo suyo.





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jueves, 3 de julio de 2025

¿Sí o no?


No voy a pontificar diciendo que el sí abre camino, despliega experiencia y construye realidad.


A pesar de los obstáculos, dificultades y problemas.


Tampoco voy a decir que el no es la mejor manera de preservarse, evitar problemas evitables y dilapidar tiempos valiosos de vida.


Porque muchas veces no hacer es infinitamente mejor que hacer.


Así que no voy a andar diciendo una cosa y otra, alentando a que cualquier lector se sume al equipo del sí o al equipo del no.


Sería una intromisión de mi parte ejercer una suerte de actitud propagandística o peor aún, azuzar con vaya a saber qué argumentos la conveniencia de alistarse a un equipo u otro.


Intromisión e imprudencia, sería. Porque a decir verdad como en otras cuestiones esenciales de los vericuetos de la vida donde se juega la existencia, no hay palabra santa.


Ni indicación infalible.


Lo único que puede salvar a cualquier susodicho es su propio discernimiento, su capacidad de análisis para dilucidar por motu propio luego de embaucarse en exhaustivas disquisiciones estratégicas guiadas por supuestas consecuencias futuras de su pensar.


Y una vez que visualiza la luz o tiene una acabada presunción de ella, por más certera o falsa que fuera, jugarse entero por la resolución afirmativa o negativa.


Estando por supuesto alerta a las consecuencias del caso, a la nueva información que surja, para replantearse lo decidido o reformular su decisión.


Teniendo presente siempre que es buena la convicción que impulsa pero es terriblemente perjudicial la persistencia cuando llega primero al capricho y luego a la terquedad, cada vez que la realidad dice una y otra vez…


Por acá no.


No y no.


Tal vez toda esta perorata nos habilita a pensar y descubrirnos ante la evidencia que hay personas con predisposición predominante del sí, y peroinas con predisposición predominante del no.


Y tal vez, por qué no, hay sujetos de pura cepa.


En definitiva habiendo no dicho lo dicho, y dicho lo no dicho, insto a las fuerzas del universo a que nos iluminen para saber cuándo son tiempos del sí y cuándo es preciso decir no.


Porque somos nuestro propio destino.


Que las decisiones correctas emerjan desde todos nosotros y asumamos la perspectiva que fuera más acertada.


Hoy y siempre.


Amén.






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viernes, 13 de junio de 2025

¿Conviene tener más o menos?

 


Ah, buena pregunta.


Uno se hace preguntas con la intención de encontrar respuestas.


No para joder.


Se indaga porque detrás de la pregunta existe la posibilidad de descifrar cuestiones relevantes que pueden por ejemplo definir su existencia.


¿Conviene tener más o menos?


Tener una respuesta infalible y definitiva parecería ser una pretensión desmedida. Arribar a una precisión más o menos razonable que conforme puede ser algo esperable.


Lo primero que se me ocurre es que la elección está en el ser. Uno puede elegir tener menos o más.


Y puede buscar su propio equilibrio. No hay respuestas unívocas para todos.


Por ejemplo he notado que personas inseguras están inmersas en carreras que procuran tener siempre más de manera al parecer insaciable.


Primero una cosita, otra cosita, alguna cosa, otras cosas, muchas cosas.  Cososas. Cosotas….


Cuando menos lo esperan están desbordados de cosas y si no las manejan con la destreza de quien disfruta de las cosas innumerables, quedan embrollados en ellas, desbordados, consumidos en los tiempos que demandan preservarlas.


Esclavizados por ellas.


Agobia de sólo pensarlo, sobre todo porque con un par de cosas se puede ordenar el juego, andar livianito por la vida y ser feliz.

 

Cada uno sabrá dónde encontrar el equilibrio.


Atentos.


En mi caso la mochila no quiero que sea para nada pesada.


Lo cual no quiere decir que sea totalmente despojado y milite la mochila vacía. 


Es necesario tener donde dormir, algo para comer, y al menos una manta para no pasar frío, por metaforizar algo. 


Y también por supuesto unos pocos papelitos para que el capitalismo no imponga restricciones y no cierre implacablemente sus puertas en nuestras caras.


Vinimos sin cosas, nos vamos sin cosas.


Quizás el desafío es saber disfrutar y usar bien las cosas para que las cosas no terminen usándonos a nosotros.


Más importante que ser pobre o rico es ser libre y vivir la vida con liviandad.







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