domingo, 18 de febrero de 2018

El bien pensado



Podría yo hablar del mal pensado y establecer quizás con mayor precisión sus lógicas, entrometiéndome en sus menesteres para observar su proceder y elucidarlo con más elocuencia. Podría profundizar tal vez en algunas cuestiones y señalarlo con mayor nitidez, cosa que generaría menores reparos de quien observa y críticamente muy bien analiza lo dicho. Porque por algo es un compañero de este mundo de escritos que se construye en conjunto, con alguien que tiene capacidad de elaborar desde la lectura, y otro que propone quizás alguna inquietud para la reflexión o el divertimento.

Somos un equipo.

Yo me preguntaba si el tipo que es bien pensado puede cambiar de actitud ante los reveses que le ofrece la existencia. Si las contrariedades que se le imponen por sus lógicas son cachetazos suficientemente fuertes como para movilizarlo y hacerlo replantear su vocación a ser bien pensado.

Me preguntaba si el tipo era quizás testarudo o negador, y no tomaba registro de la realidad que de tanto en tanto lo notifica. Y le dice, mire, aquí hay una pérdida de valores. Tenga cuidado. Hay un contexto de patrañas, engaños, vivilllos...

Pero si el tipo no escucha o es negador, no puede ver eso. Pienso. El tipo se juega por lo que es, y eso está bien. Nada mejor que alentarlo a ser él mismo. Entonces si es bien pensado, el tipo hace de algún modo bien. Se asume y se despliega desde su convicción, con los precios y perjuicios que le ocasiona. No importa si la realidad lo ajusticia o lo vapulea, si el tipo es bien pensado puede jugársela igual por el mismo camino. Quizás no le gusta sospechar, o no le gusta ver los indicios.

O peor, los hechos.

Porque si ve los hechos el tipo no tiene otra que darse la cabeza con la pared. Decir por ejemplo, pero qué hijo de puta, cómo pude haber confiado.

O, no puede ser, este tipo que se veía tan seriecito, tan responsable.

Miralo vos, cómo puede ser que sea un ladronzuelo, un farsante, un embaucador.

Pero nadie quiere darse la cabeza con la pared porque por supuesto duele. Entonces es razonable que el burdo truco lo invita al tipo bien pensado a mirar para otro lado o a taparse los ojos.

Pocas argucias son más efectivas para esquivar la realidad. Para dejar el mundo como está.

Y evitarse el arduo trabajo de poner manos a la obra y asumir las situaciones como si fuera uno un hombre estoico e innegociable, que con la madurez que le dieron sus años dice hasta acá. Y toma las decisiones que tiene que tomar.

Uno supone, no sé, pero el tipo bien pensado algo tiene que hacer.

O se juega por sí mismo, encaprichado en sus lógicas y se dedica a justificar y desmentir. O enfrenta la realidad.

No sé, no debe ser fácil porque siempre uno paga un precio. Y si el bien pensado decide seguir aferrado a sus lógicas más allá de las evidencias, por algo será.

Nadie está aquí para cuestionarlo.




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