miércoles, 29 de marzo de 2023

El complicado


Yo podría decir injustamente que estoy hablando de mi, que acepto la etiqueta y que la definición me describe a pie de puntillas.


¿Se dice así?


Después lo busco, pero siempre me abro a las palabras que quieren pasar, presumiblemente estén encarceladas en las profundidades vaya a saber uno de qué universos, y al disponernos a escribir, saltan, bailan, se entusiasman y se liberan.


Como saliendo corriendo para aparecer en el mundo.


Diciendo, aquí estoy.


A pie de puntillas, luego lo busco.


Me suena que iba donde surgió, espero tener suerte. Porque si el concepto fuera distinto me debatiría en dejarlo o sacarlo.


Aunque seguramente lo deje, porque volver a encarcelar palabras que se liberaron no es digno de ningún escritor.


O persona que escribe.


Yo no soy complicado, lo que pasa es que no soy condescendiente con las incomodidades y me hago cargo del mundo desbarajustado esencialmente propio y también ajeno, cuando ese mundo viene torcido, amaga elocuentemente a torcerse o avanza de manera impropia, injusta y perjudicial.


Buena síntesis.


Que más quisiera yo que hacerme el boludo ante los desfasajes que fueran y mirar para otro lado con el beneficio de los espíritus pusilánimes que evitan incomodidades y residen siempre fuera de la batalla que invita al combate para acomodar el mundo y no convalidar que las cosas sean como no deben ser.


Si fuéramos todos tan mediocres, tan cómodos, tan alfeñiques de la debilidad, los malos avanzarían más rápido, con más profundidad, y la realidad estaría totalmente estropeada, alicaída, arruinada en cada uno de sus aspectos.


Así que si a usted le dicen que es complicado por decir lo que piensa, por asumir las incomodidades que requieren corregir el mundo, por defender sus intereses más cotidianos y los que se promueven para la posteridad.


No se enoje y agradezca.


O no diga nada.


Lo importante es que siempre haga lo suyo.





Leer Más...

jueves, 23 de marzo de 2023

A ver si nos entendemos



A ver, viste.


Nada, eso.


A ver si nos entendemos. Escuchame, escuchame vos un poquito.


A ver. 


Viste, viste.


Qué?


Nada, digo. Viste. A ver.


A ver si nos entendemos un poquito.


Todes.


Qué?


Digo todes, estoy en la cresta. En la cresta de la revolución de las marmotas.


Hay que estar a tono, viste.


Yo la manejo, meto el todes. Le hablo así, a la onda de la revolución de la zoncera. 


La manejo, trastabillo un poco y me quedo ahí, en el todes, porque si me lanzo a balbucear el idioma inclusivo quedo enredado en una intención fallida chapucera y mamarrachesca.


No me creo capaz de adquirir esa destreza de la estupidez. Es más, no me le animo.


Hay que creer mucho en la estupidez para alcanzar esa pericia y salir airoso como un domador de una fiera indomable.


Igual, a ver, igual digo que le meto el todes. Como para congraciarme con los tontos, que me vean con buenos ojos, que piensen que soy uno de ellos.


Que estamos juntos en esto y que por fin vamos a cambiar el mundo.


Porque viste, me meto en ámbitos que hablan con todes y quedo mal parado, como a trapié.


Y siempre pienso en irme, huir de esas alocuciones trabajosas y fallidas, porque siento que si me quedo las convalido, digo de algún modo, qué bueno que está esto.


Somos unos campeones, unos revolucionarios de pura cepa.


Entonces digo todes, pienso, porque en verdad no lo digo. No me animo a obrar como un farsante.


Además todos rápido se dan cuenta que estoy infiltrado de algún modo. Que no soy uno de ellos.


Que me conmuevo como un viejo prejuicioso ante el avance de la zoncera.


Y aunque pueda poner buena onda y los aprecie con todo el corazón, no me sacan un todes ni con un revólver en la cabeza.


Nada. 


A ver. A ver cómo te explico…






Leer Más...

viernes, 17 de marzo de 2023

Está todo orquestado



Siempre me inquietó la creencia innegociable que tienen muchas personas convencidas de que todo está meticulosamente orquestado.


Hay una suerte de mente, persona, o grupo de secuaces que tienen todo calculado y hacen y deshacen a voluntad para que el resultado que ellos pretenden se manifieste de manera inalterable.


Y los pobres diablos que seriamos la inmensa mayoría salvo ese séquito minúsculo de pergeñándores del futuro que se presentará inexorablemente, apenas si podríamos tener un rapto de rebeldía y suspicacia para balbucear o afirmar con todas las letras que todo, absolutamente todo, está orquestado.


Que hemos tenido la viveza de advertir la treta y lo hemos descubierto todo.


No me sorprende tanto esa creencia que dota de un poder estrambótico a unos supuestos vivillos que lo definen todo, sino la convicción al mismo tiempo de que el creyente de esa verdad es un pobre diablo que está a merced de los patanes y le queda tan solo denunciar esta calamidad que lo deja expuesto a los designios ajenos que definirán de algún modo su vida.


Antes me enojaba cuando me cruzaba con un semejante que me hacía saber de esta situación y al mismo tiempo luchaba por convencerme de que esto era así, las cartas y los resultados estaban definidos, y solo restaba aceptar apiolarme y suscribir a este falso avivamiento que solo sirve para dimensionar la capacidad de la fantasía y el ánimo de victimización que cualquier ser humano puede gustosamente aceptar.


Nada está orquestado ni fríamente calculado para producir realidades inquebrantables. A lo sumo algunos luchan por orquestar ciertas cuestiones pero al mismo tiempo hay otros que luchan por desorquestarlas u orquestar cuestiones en otros sentidos.


De modo que a la endeble teoría de la orquestación debería agregársele la existencia de fuerzas opuestas o tergiversadas que hacen una suerte de zancadillas a lo que un malhechor o séquito de infradotados podría estar pergeñando.


Es mejor evadirse de esos perspectivas debilitantes, asumir la responsabilidad que nos cabe y saber que la suerte no está echada ni es definida por secuaces que manejan todo.


A la cómoda rendición de la inacción hay que desestimarla o desenmascararla para no ser víctimas de la voluntad ajena y construir nuestro destino.


Si algo puede orquestarse es la posibilidad de construirnos como personas, hacernos cargo de quienes somos y quienes podemos ser, y vivir la vida que queramos.





Leer Más...