jueves, 23 de marzo de 2023

A ver si nos entendemos



A ver, viste.


Nada, eso.


A ver si nos entendemos. Escuchame, escuchame vos un poquito.


A ver. 


Viste, viste.


Qué?


Nada, digo. Viste. A ver.


A ver si nos entendemos un poquito.


Todes.


Qué?


Digo todes, estoy en la cresta. En la cresta de la revolución de las marmotas.


Hay que estar a tono, viste.


Yo la manejo, meto el todes. Le hablo así, a la onda de la revolución de la zoncera. 


La manejo, trastabillo un poco y me quedo ahí, en el todes, porque si me lanzo a balbucear el idioma inclusivo quedo enredado en una intención fallida chapucera y mamarrachesca.


No me creo capaz de adquirir esa destreza de la estupidez. Es más, no me le animo.


Hay que creer mucho en la estupidez para alcanzar esa pericia y salir airoso como un domador de una fiera indomable.


Igual, a ver, igual digo que le meto el todes. Como para congraciarme con los tontos, que me vean con buenos ojos, que piensen que soy uno de ellos.


Que estamos juntos en esto y que por fin vamos a cambiar el mundo.


Porque viste, me meto en ámbitos que hablan con todes y quedo mal parado, como a trapié.


Y siempre pienso en irme, huir de esas alocuciones trabajosas y fallidas, porque siento que si me quedo las convalido, digo de algún modo, qué bueno que está esto.


Somos unos campeones, unos revolucionarios de pura cepa.


Entonces digo todes, pienso, porque en verdad no lo digo. No me animo a obrar como un farsante.


Además todos rápido se dan cuenta que estoy infiltrado de algún modo. Que no soy uno de ellos.


Que me conmuevo como un viejo prejuicioso ante el avance de la zoncera.


Y aunque pueda poner buena onda y los aprecie con todo el corazón, no me sacan un todes ni con un revólver en la cabeza.


Nada. 


A ver. A ver cómo te explico…



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