Está todo orquestado
Siempre me inquietó la creencia innegociable que tienen muchas personas convencidas de que todo está meticulosamente orquestado.
Hay una suerte de mente, persona, o grupo de secuaces que tienen todo calculado y hacen y deshacen a voluntad para que el resultado que ellos pretenden se manifieste de manera inalterable.
Y los pobres diablos que seriamos la inmensa mayoría salvo ese séquito minúsculo de pergeñándores del futuro que se presentará inexorablemente, apenas si podríamos tener un rapto de rebeldía y suspicacia para balbucear o afirmar con todas las letras que todo, absolutamente todo, está orquestado.
Que hemos tenido la viveza de advertir la treta y lo hemos descubierto todo.
No me sorprende tanto esa creencia que dota de un poder estrambótico a unos supuestos vivillos que lo definen todo, sino la convicción al mismo tiempo de que el creyente de esa verdad es un pobre diablo que está a merced de los patanes y le queda tan solo denunciar esta calamidad que lo deja expuesto a los designios ajenos que definirán de algún modo su vida.
Antes me enojaba cuando me cruzaba con un semejante que me hacía saber de esta situación y al mismo tiempo luchaba por convencerme de que esto era así, las cartas y los resultados estaban definidos, y solo restaba aceptar apiolarme y suscribir a este falso avivamiento que solo sirve para dimensionar la capacidad de la fantasía y el ánimo de victimización que cualquier ser humano puede gustosamente aceptar.
Nada está orquestado ni fríamente calculado para producir realidades inquebrantables. A lo sumo algunos luchan por orquestar ciertas cuestiones pero al mismo tiempo hay otros que luchan por desorquestarlas u orquestar cuestiones en otros sentidos.
De modo que a la endeble teoría de la orquestación debería agregársele la existencia de fuerzas opuestas o tergiversadas que hacen una suerte de zancadillas a lo que un malhechor o séquito de infradotados podría estar pergeñando.
Es mejor evadirse de esos perspectivas debilitantes, asumir la responsabilidad que nos cabe y saber que la suerte no está echada ni es definida por secuaces que manejan todo.
A la cómoda rendición de la inacción hay que desestimarla o desenmascararla para no ser víctimas de la voluntad ajena y construir nuestro destino.
Si algo puede orquestarse es la posibilidad de construirnos como personas, hacernos cargo de quienes somos y quienes podemos ser, y vivir la vida que queramos.
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