viernes, 25 de noviembre de 2016

Otra vez Yoga


He vuelto a yoga y lo he hecho con toda la convicción del caso. Es decir, ajustándome estrictamente a las indicaciones que nuestra profesora, la buena de Susana, nos hace.

He notado otra vez que el ámbito está plagado de mujeres. Son señoras o chicas más jóvenes y apenas dos o tres varones.

Siempre me ha llamado la atención que seamos pocos los hombres que vamos. Suelen ser dos o tres y yo. Pero eso tiene por supuesto una explicación. Muchos hombres no van porque piensan que esto es cuestión de mujeres. Que no es una práctica digna de alguien que es bien macho. Y que quizás si se vuelcan a esta disciplina terminarán afeminándose por demás y facilitando la posibilidad de hacerse putos.

Quién sabe.

Pero algo de eso piensan, sobre todo en el interior. Donde el promedio de hombres en clase de yoga disminuye considerablemente.

Salvo a Acuña yo por ejemplo en mi pueblo de nacimiento, no he visto a ningún hombre jamás hacer yoga. Con la excepción por supuesto de mi amigo Carlitos, que es claramente una persona desarrollada y vivencia los beneficios que ofrece esta disciplina.

El resto debe tener miedo de embarcarse en la práctica o bien que algún otro pueblerino lo vea contorsionarse, hacer el gato, enroscarse en movimientos o terminar con el glorioso saludo al sol.

Cuestiones que podrían confinarlo al rótulo de maricón o medio gay.

O rarito, por solo precisar unas etiquetas de esas que con convicción y prejuicios se lanzan entre los pueblerinos por solo ver algunos atisbos de conductas sospechosas.

En fin, he vuelto a yoga y en mi intención de ser alumno disciplinado me he excedido. A Susana se le ha ocurrido innovar y enroscarnos de tal manera que he quedado dolorido. Especialmente por una contorsión que consiste en esencia en doblegar el torso, mirar en exceso hacia atrás, doblar una pierna sobre la otra y sentarse sobre los tobillos.

Mala idea.

Convencido de la destreza de Susana para disponer las posturas, no dudé en brindarme al ejercicio. Pero he sufrido el dolor debajo de las rodillas que aún persiste.

La próxima vez que surjan contorsiones excesivas me mantendré firme y me declararé en rebeldía.

Solo haré los movimientos que mi cuerpo permita.

No me enrosco nunca más.




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