miércoles, 22 de diciembre de 2021

Los impuestos progresivos


Podría no pronunciarme, hacerme el distraído y elegir ser cómplice del despropósito y la injusticia.


No voy a hacerlo.


Mirar para otro lado es propio de la actitud pusilánime de quien nunca se juega por nada.


Y si el mundo está desbarajustado, amaga o va decidido al peor de los puertos, no es tiempo de hacerse el distraído, sino de afrontar la tendencia inconveniente para replantearla y rectificarla.


No, no es para allá.


Para el lado de impuestos progresivos que son esencialmente la intención de robarle más a los más exitosos.


A los que más valor generan.


Para simplificar.


En términos simples es cobrarles un porcentaje mayor a quien tiene una mejor posición económica que en el sano capitalismo es consecuencia de haber aportado mayor valor a la sociedad.


Es decir, para graficar...


Usted gana 1 millón al año, entonces paga por decir algo 1%. Pero si gana 1.200.000 paga 1.3%.


¿Le parece justa la norma?


No es justa porque si usted gana 1.300.000 y paga igualmente la tasa del 1%, usted ya aporta más que el que gana 1 millón.


¿Debería ser castigado por ganar más cuando gana más porque su aporte es mayor?


Entonces, ¿por qué si usted aporta más con la misma tasa debe pagar encima una sobre tasa?


Para sintetizar, por el avance de la ignorancia, el despropósito, la envidia y el resentimiento.


Y la preponderante e irrenunciable filosofía vigente en el país propiciada por los burócratas parlanchines que están determinados a nivelar para abajo.


Como no pueden generar las condiciones para que todos seamos ricos, generan las condiciones para que todos seamos pobres.


Lamentablemente.


Ir por el camino de los impuestos progresivos es la elocuencia de la ignorancia que en vez de alentar la creación de valor y productividad, alienta a ir a menos y replegarse, generando como consecuencia un país más pobre, con desincentivos para generar empresas y consecuentemente empleos.


Lo cual hace pensar que tal vez sea más peligrosa la ignorancia que el resentimiento.


Aunque posiblemente el resentimiento sea más peligroso que la ignorancia.


Esa sería la única duda.



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