jueves, 6 de enero de 2022

¿Qué decirles?


Qué decirles muchachos, qué decirles, a ustedes y a las señoritas. Qué decirles a todos hoy.


No lo sé.


Aunque algo he de decirles, porque de eso se trata escribir y desplegar párrafos. Es como abrir la puerta y presentarse. 


Asumir el riesgo de jugarse ante la existencia.


Decir, aquí estoy, y luego predisponerse a abrir la boca para decir algo, o alguito. 


Porque siempre algo se dice, ¿no?


A veces parece poco pero cuando se mira con atención el solo hecho de decir algo, algo genera.


Qué le vamos a hacer.


Por eso me pregunto qué decirles, qué carajo decirles en esta oportunidad.


Claro que uno espera que esta dimensión del mundo de la escritura tan mágica como insondable venga a rescatarme y me haga decir cosas interesantes, propias de la lucidez que honra la inteligencia.


Eso siempre uno quisiera decirles, el resultado de esa perspectiva que puede resultar inquietante, perturbadora y enriquecedora, porque al decir se abren posibilidades de entendimiento, de comprensión, de clarificación sobre las cuestiones que fueran y de visualización de cosas que no se veían y que luego de que la palabra aparezca se pueden ver con nitidez para operar con ellas.


O simplemente para entender lo que no entendíamos, con el inestimable beneficio que cualquier entendimiento implica. Porque estar no entendido es estar embarullado, enfrascado, maniatado en el propio ser.


Con los entuertos, incomodidades y malestares que eso genera.


De ahí quizás la necesidad de entender y consecuentemente de algún modo liberarse para andar suelto y livianito en el despliegue que habilita la existencia.


De lo contrario la soga delimita demasiado, uno puede dar vueltas sobre si mismo y queda sumido a despliegues muy reducidos y poco meritorios, si es que en el mejor de los casos los realiza.


Porque si somos precisos y sinceros, cualquier ser maniatado no supera la insinuación.


Queda ahí.


Por eso no es joda muchachos, no es joda señoritas, cuando uno escribe algo se dispone a decir y a pesar de la imprudencia de lanzarse al vacío para abrir la boca y entregar lo que será dicho, todo depende un poco de la suerte y de los designios de la escritura que siempre sospecho que son los verdaderos causantes de los decirles con los que nos encontramos en los textos.


Es esa dimensión misteriosa y fascinante de la escritura la que habilita las palabras que luego se despliegan.


Los escribas solo tipeamos lo que ese mundo dicta.


Y lo que se nos antoja.


Quizás por eso no sé que voy a decirles aunque creo haberlo dicho todo.



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