jueves, 19 de abril de 2012

Decir



Hace tiempo me acostumbré a decir lo que pienso. Los temas pueden ser diversos o las situaciones fortuitas. Lo mismo.

Siempre decido revelar la trastienda. Abrir la boca y liberarlo todo.

Antes quizás con cierto titubeo. Ensimismado en mi mismo por temor a represalias o ajusticiamientos propios de la intolerancia.

Ahora con más tolerancia al capricho ajeno.

Así que digo lo que hay que decir, en el momento que una fuerza extraña indica con espontaneidad que hay que abrir la boca.

Tengo la ventaja de no ser provocativo, buscar saña o molestar al otro. Por suerte lo natural es la cordialidad y el respeto, con un trasfondo muy claro que indica un genuino interés de escuchar al otro. De saber cómo ve el mundo y entender las distancias que pueden separarlo del mío.

Es posible que esta práctica del decir espontáneo sea una técnica de liberación emocional. Un artilugio que permite sanear pequeñas o grandes turbaciones, que son inquietudes perturbadoras.

Quizás no es más que liberarse a sí mismo, para entregarse a los demás.

Al decir lo que uno piensa o siente, tal vez se aniquilen entuertos y se purifique el alma.

Para caminar tranquilo, y dormir como un angelito.



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