martes, 3 de julio de 2012

La explicación


La explicación es una trampa en la que estamos todos inmersos. Vivimos imbuidos en un universo de explicaciones que sobrevuelan entre todos nosotros. Es como una nube que nos aglutina a todos y nos atraviesa.

Lo que caracteriza a la explicación es que tiene la posibilidad de salir siempre airosa. De caer siempre bien parada.

A esta altura todos sabemos muy bien. Claro que lo sabemos…

Que se puede explicar cualquier cosa.

Con la misma determinación, el mismo énfasis y la misma convicción.

Ahí está el entuerto. El meollo del asunto.

Donde en verdad valdría la pena detenerse. Hacer una pausa y releer. Porque es exactamente ahí, en esa instancia, donde se dice todo.

Donde se dice lo que se tiene que decir.

El resto es quizás una parafernalia de palabras necesarias para justificar el texto. Para pintar algunos párrafos y que la cosa sea un poco más extensa.

No estaría bien que todo se reduzca a una frase. Sería como hacer que el mundo aparezca y desaparezca en un chispazo.

Una ráfaga que casi se vuelve imperceptible. Porque esa es la característica esencial de esa instantánea y fugaz aparición.

De modo que si uno se queda con la ráfaga es posible que lo pierda todo. Que no alcance a percibir un carajo.

Y se quede con las manos vacías.

De ahí, entiendo yo, la necesidad de un sustento y un humilde desarrollo. Algo mínimo, pero suficiente.

Porque la explicación lo merece, la atención a su naturaleza lo merece.

De lo contrario andamos por la vida como ciegos. Como si fueramos unos tontos que no sabemos lo que pasa. Expresamos niveles de conciencia precarios y nos limitamos a respirar.

Así que hoy nos detenemos en que la explicación tiene la posibilidad de explicarlo todo.

Todo con igual claridad, certeza y determinación.



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