sábado, 17 de septiembre de 2011

El Cuerpo


Siempre andaba bien.

Pero el cuerpo se me cansó de golpe el otro día.

Raro.

A la noche empezó a manifestarse. Lo advertí desde el comienzo. Con un dolor en la garganta que exigía atención.

Estaba en la cama a oscuras cuando lo detecté. Entonces empecé a susurrar palabras.

- Hola, hola…

Ahí mismo advertí las dificultades. La voz se empeñaba por salir, pero un fuerte dolor replegaba sus intenciones. Y reducía el sonido a volúmenes insignificantes.

Otra palabra para otra certeza.

La comunicación con la noche se transformó en una relación complicada. Las palabras dolían como puñaladas. Y pronto se impuso el silencio.

De golpe llegó el sueño.

Seis o siete horas sin saber más nada.

Ni yo dije más palabras. Ni el cuerpo exigió que me replegara.

Fue al despertar donde el cuerpo se reveló sin miramientos. La voz no se escuchaba, y yo estaba atrapado en este paquete de huesos y músculos. Con una picazón en la garganta que me provocaba.

Me levanté refunfuñando por esta imposición de la naturaleza. Fui hasta el baño. Abrí la boca frente al espejo y no noté nada raro. Así que me lavé los dientes y perfilé para la puerta.

Nos vamos de todos modos, pensé.

A sacar sangre para cumplir con los análisis.



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