lunes, 11 de febrero de 2013

Descubierto



A
veces le muestro a una persona cercana mis escritos antes de publicarlos.

No es falta de confianza, suele ser un exceso de ella.

Quizás un despropósito de inocencia o ingenuidad permita que sea descubierto. Que ustedes por fin me descubran, se den cuenta de una buena vez.

Y yo tenga que irme con los escritos a otra parte.

Por eso prefiero que alguien me alerte.

Quiero hacer un alto aquí.

Frenarme.

Decir que esto no es tan así. Que sin querer miento un poco. (leer más)

Porque en verdad lo que ocurre es que suelo no respetar la opinión del otro. Del bien intencionado.

Si bien la escucho, con interés y atención, no siempre soy consecuente con la disposición de la mirada ajena.

Publico.

Contra la sugerencia y a favor de cierta inconveniencia.

Es por la sensación reconfortante que me produce liberar lo que debió ser reprimido.

Ocultado para siempre.

Así que suelto, libero y me voy. Sin ninguna preocupación.

En realidad, no es nada raro lo que podrían descubrir. De hecho el culto es a la transparencia, al exabrupto de sinceridad del ser. Pero determinado rasgo que se manifieste en exceso podría desalentarlos.

Lo cierto es que no me puedo permitir que se termine la escritura. Se detengan los dedos que quieren jugar con el teclado. Y se aniquilen los escritos que tendrían que venir.

Por eso prefiero que alguien me alerte, me advierta. Me descubra primero.

Con la única finalidad de aferrarme a este blog para no tener que marcharme.

Así no se termina el juego.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Podés dejar tu comentario como usuario de Blogger, con tu nombre o en forma anónima. Seleccioná abajo.