jueves, 5 de enero de 2023

El engaño



La desconfianza es tal vez la perspectiva más saludable para evitar el engaño. Protege frente a la mentira y consecuente estafa que podríamos sufrir.


El ser desconfiado es un reaseguro para evitar caer en la trampa de vivillos que necesitan del engaño y el consecuente perjuicio al otro para que presumiblemente les vaya bien.


Y no hablo porque compré un auto fundido o de único dueño.


Hablo en general sobre la cuestión esencial. Como si estuviera de alguna forma escondido detrás de matorrales.


Disparo sobre lo esencial pero no veo el sentido de abrir los matorrales, pasar al frente y decir es por esto o aquello.


Miradme.


Escapo cuando puedo de la autorreferencia para centrarme siempre en lo humano.


Los menesteres y cuestiones que nos atañen a todos. Con intención de dilucidarlos, comprenderlos, y desentrañarlos para manejarnos de la mejor manera posible con la existencia y nuestra realidad.


Decidir y actuar.


¿Decía?


Ah, sí, el engaño.


El problema es que hay muchos adherentes a esa filosofía degradante. Debe ser por los beneficios de corto plazo, además de porque al alistarse a esa filosofía eligen ser unos verdaderos hijos de puta.


El nivel de satisfacción que tiene quien vendió el auto fundido es equivalente al nivel de cagador que es.


Digo para metaforizar.


Porque no compré un auto fundido ni nada, solo procuro observar el engaño.


Lo vi de cerca por mi padre.


¿Tu padre?


Sí, mi padre fue siempre el más confiado del mundo y gracias al actuar de él aprendí la teoría de la desconfianza.


Porque fue a la vez el mayor emprendedor que conocí.


Que conozco, por suerte.


Solo se pueden morigerar, atenuar, reducir o eliminar los perjuicios a los que nos exponemos, si sospechamos.


La confianza es presa fácil del engaño.


Y el exceso de ella es el caldo de cultivo de los estafadores.


Así que yo al ver al confianzudo de mi padre y observar los perjuicios recurrentes que sufría por engaños de vivillos de turno, decidí subir la guardia y darle lugar a la desconfianza.


En un momento quizás me excedí para lograr engaño cero. Pero cuando rápidamente advertí que con exceso de desconfianza uno no va a ninguna parte, vive poco y logra menos, me abrí a la confianza que posibilita perjuicios administrados.


Así que avanzo con la dosis de desconfianza justa y la dosis de confianza justa también.


Lo que quiere decir en síntesis que me joden hasta donde de alguna manera tolero que me jodan.


Aunque a veces obviamente uno hace mal el cálculo y el perjuicio es mayor, pero nunca excesivo.


La intención es que los perjuicios del engaño sean previsibles y no elocuentemente desmedidos y sorpresivos.


Es que el nivel de conciencia está muy deteriorado, los engañadores son muchos y andan por todos lados.


Los mediocres, incapaces, tramposos y vivillos han proliferado. Pareciera que cada vez hay menos gente buena, del nivel de nuestros abuelos.


Cuídense.


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