martes, 24 de enero de 2023

El viejo protestón

 


Le digo a Flavia que el hombre hacía bien porque la escritura sirve en parte para incidir en la realidad y transformarla positivamente. De modo que ese escritor hacía muy bien su trabajo y se encargaba de observar los desbarajustes para ajustarlos de algún modo o bien para incentivar la liberación de las fuerzas que los ajusten.


Pero en ningún caso convalidaba el despropósito o se hacía el distraído del mundo desalineado.


Por eso le decían que era un viejo peotestón, dije.


Pero su contribución era inestimable, cumplía su deber y al enfocar los temas que merecían enfocarse, centraba las otras miradas sobre los mismos e incitaba a poner decisiones y manos a la obra para hacerse cargo de los asuntos que fueran con intención de resolverlos.


Lejos de mirar para otro lado apuntaba y disparaba sobre el blanco.


Y le daba.


No puedo estar más de acuerdo.


Y yo de manera más medida, mesurada pero alineada con esa perspectiva de observar los asuntos que fueran necesarios acomodarse, también desde este humilde lugar escritural he obrado con voluntad de arreglo y solución a las cuestiones que sean.


No me ha doblegado la mediocridad, la justificación del despropósito ni la decadencia, que preocupa hacernos creer que esto es lo que hay.


Que está bien así. Que no se puede hacer nada.


Encima al andar por la vida con los ojos abiertos uno se encuentra con los parlantes bullangueros, las cacas de los perros en las veredas y plazas, la mugre que le aportan a la ciudad los mugrientos indolentes tirnando lo que fuera, o los estruendos insufribles que ocasionan los galanes motociclistas que andan a puras explosiones con sus caños de escape pensando que así seducirán a sus niñas…


Y tantas cosas más.


Por no decir la falta de semáforos, o la deficiencia en el compromiso del obrero que sea en las circunstancias que fueran.


Hay un cúmulo de situaciones, circunstancias y procederes que exigen de alguna manera que cualquier escritor los enfoque con intención de azuzar las fuerzas que luego pongan manos a la obra en esos asuntos con la finalidad de superarlos.


Cualquier persona que escribe sabe que la palabra facilita la transformación del mundo. 


Abre camino para que las cosas negativas no sigan siendo como son. Para que el conformismo de la aceptación sea superado por la transformación positiva que insta la inteligencia.


Por eso ese hombre que se hacía cargo de las cuestiones que debían acomodarse era visto como un viejo protestón.


Y por eso los que escribimos somos muchas veces dignos viejos protestones.



 

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Podés dejar tu comentario como usuario de Blogger, con tu nombre o en forma anónima. Seleccioná abajo.