viernes, 27 de enero de 2023

Espíritu de lucha

 


Debo confesar que en los objetivos que me importan tengo espíritu de lucha.


No una lucha caprichosa y obstinada, una lucha siempre determinada pero razonable.


Una lucha que se vale de las posibilidades de la inteligencia para ejercer las maniobras que se juzguen convenientes.


Y la acción consecuente con ellas.


Una lucha que impone desafíos, superar incomodidades, enfrentar obstáculos y resolver situaciones. Una lucha que exige involucrarse, mirar, pensar, analizar.


Y proceder.


Con voluntad, con acción y decisión innegociable hasta lograr el objetivo que fuera de la mejor manera posible.


Sin aceptar resultados mediocres.


Me sorprendo en instancias que la vida presenta irguiéndome de pie para actuar siempre de la mejor manera, sin dudar un solo instante sobre la posibilidad de desentenderme del asunto, caer en la improductiva comodidad y mirar irresponsablemmente para otro lado.


Por el contrario, el espíritu de lucha implica hacernos cargo de lo que fuera.


Saber que todo no da lo mismo.


Que si algo está mal o más o menos, está mal o más o menos.


No hay nada más que hablar.


No se puede convivir con eso salvo que uno quiera ser cómplice de la incómoda comodidad, la dejadez, los desbarajustes y caer en la actitud debilucha que acepta lo inconveniente y se acostumbra a vivir con eso como si fuera algo natural, lógico.


No.


El espíritu de lucha impulsa de inmediato a ponernos de pie y decirle de algún modo a la realidad que se presenta desbarajustada, bueno vamos a actuar, nosotros no vamos a atestiguar tus expresiones desalineadas, vamos a incidir de la mejor manera posible para encausarte primero y luego hacerte hablar en el tono que nosotros queremos.


Es decir, que la realidad que fuera no se nos imponga, sino que nosotros la construyamos.


No estoy siendo claro.


Mejor así, porque una verdad absoluta, una precisión abusiva de lo dicho pierde el encanto y anula la creación de sentido que es responsabilidad del lector inteligente.


Uno solo provoca con el ánimo de inquietar, de mover el avispero, y contribuir sanamente a la reflexión superadora.


El otro es el que define si el texto dice una cosa u otra, y además se apalanca en lo escrito como un trampolín que lo impulsa a una instancia superior de entendimiento y creación.


Cada uno sabrá qué espíritu de lucha tiene, cómo nutrirlo y por qué cosas conviene desplegarlo.


Porque es riíiculo andar luchando por cuestiones que no valen siquiera la pena de ponerse en guardia.


El espíritu pendenciero del que lucha por todo amarga su existencia. Por eso la lucha debe ser muy medida, muy puntual. Solo cuando valga la pena.


Conviene andar relajado, contento y bailando. Antes que andar con el ceño fruncido para desenfundar en las más disímiles circunstancias.


¿No?


Yo no tengo nada que decir de mi espíritu de lucha porque me descubro siendo un respetable luchador de la realidad que acontece.


Ando relajado pero cuando debo luchar  no salgo corriendo para otro lado.


Miro la realidad, la analizo y lucho.


Cada vez que la realidad que se manifiesta indeseada me invita a luchar.


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