sábado, 13 de febrero de 2010

Revolear la Mesa


No sé por qué pero hoy se me ocurre pensar en las personas que revolean la mesa.

Tengo una sonrisa en la cara como un niño que está por hacer una travesura. Y sin saber muy bien qué estaré por escribir me lanzo a los renglones.

A jugar, tal vez piense. Y salga con la sonrisa a recorrer la página en blanco.

Doy fe que he conocido a personas que andan por la vida mirando con cariño el mantel. Para disfrutar en el momento menos pensado la sensación de tomar la tela con las manos. Sin importar los vasos, platos y cosas que hay encima.

Con el propósito de celebrar su cometido.

Revolear el mantel.

Muchas veces sospecho que lo hacen con una sonrisa y cierta sensación íntima y silenciosa, que les produce un bienestar tan energético como circunstancial.

El gran Alberto. La gran Mabel. Otra vez lo han hecho. Miradlos…

Tal vez los impulsa una suerte de poder irrelevante y mal educado. Que sólo procura reconfortarlos en su acción.

En verdad el mecanismo de tomar cada tanto el mantel y revolearlo hace a la identidad de su víctima. Están atrapados en cierta lógica que contribuye a dotarlos de un nombre y un apellido.

Por lo cual lo que defienden no es el despropósito de la acción. Si no, la preservación de la mirada del otro. El ser que en verdad no les pertenece.

Pero no vale ir a esa ceremonia. En realidad no entiendo por qué doblé en la esquina, si yo sólo iba a jugar.

Ufa.
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