sábado, 13 de febrero de 2010

Desatado


Hace un tiempo tomé una de las decisiones más inteligentes de mi vida. Resolví pegar el último tirón y desanudar la madeja.

En verdad era un ovillo repleto de nudos por todas partes. Un cúmulo de ciertas complejidades que tenían un ilusorio encanto. Y concluían en un desgaste de energía dilapidada.

Pero no, di el último tirón con decisión y entusiasmo.

Bien hecho que estuvo. Si no lo hubiera dado andaría enredado entre pensamientos y circunstancias.

Pero aquí estoy. Desatado.

Ahora cuerpo y mente están alineados. Si vamos para allá, vamos todos para allá. Si venimos para acá, venimos todos para acá.

De la mano y sin soltarnos. Somos uno en las buenas y en las malas.

No perdió encanto la vida ni cedió la aventura. La simplificación favoreció la plenitud e intensidad. Así que sólo me resta asegurarme que no se forme madeja.

Desatado me levanto. Desatado camino. Desatado avanzo.

Y cuando veo una persona ovidillada, por ovidillarse, o con vocación a anudarse. Me dan ganas de acercarme despacito, llegar con cordialidad hasta su oído y susurrarle.

Desatate.
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