La opinión disidente
No conozco a ninguna persona inteligente que persista con ánimo caprichoso en su misma opinión.
Conozco gente inteligente de convicción, que se juega por lo que piensa pero siempre están dispuestos a replantearse sus miradas para superarse.
Están en las antípodas de los testarudos e inmodificables que creen tener su verdad incuestionable y han de dar la vida para demostrarte al otro que está equivocado.
La gente más inteligente que conozco en vez de estar recolectando datos para darse la razón y convencerse que está en lo cierto, se entusiasma por desafiar su pensamiento pensando dónde puede estar equivocada y qué convendría redefinir de su perspectiva.
Por eso escucha con atención e interés. Sobre todo si alguien piensa distinto.
Además, en vez de enojarse por la palabra disidente, se alegra.
La escucha absorto como al niño que le cuentan un cuento.
Hay un tema de seguridad.
Cuanto más inseguro es alguien más necesita tener razón y que cualquier salame le diga que es un genio.
El pensamiento disidente en vez de estimularlo le resulta una amenaza intolerable.
No lo puede ni escuchar
Siempre pienso que este es un motivo esencial que explica la proliferación de pusilánimes obsecuentes del mandamás en nuestro país.
Líderes inseguros terminan rodeados de ese tipo de mediocres y quedan con gusto embaucados por ellos.
Todo para que le digan siempre que tiene razón hasta en sus equivocaciones más notables y regodear su ego que no acepta ningún tipo de apreciación que contribuya a reflexionar o contradecir su opinión.
Sospecho que cuando alguien quiere volverse inteligente debe creer en el pensamiento disidente, propio y ajeno.
Debe preguntarse con ánimo de cuestionarse para redefinir su mirada. Más que reafirmarse y darse la razón.
La oportunidad de mejora no está en seguir pensando como piensa, sino en evolucionar hacia un pensamiento de mayor calidad.
Si no cambia de opinión nunca y se aferra a sus supuestas verdades va a vivir en la precariedad propia de su capricho y entendimiento.
Permanecerá engañado por sus certezas rodeado de pusilánimes que ejercen el oficio de darle siempre la razón.
Con los importantes perjuicios que esa actitud ocasiona.
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