sábado, 20 de junio de 2020

El reconocimiento


Cuanto más se diluye el ego menos necesario es el reconocimiento.

Lo mismo con la seguridad.

¿Qué pasa con la seguridad?

Cuanto más segura es una persona menos necesita el reconocimiento o directamente no lo necesita. Le basta con autoobservarse y reconocer sus logros sin que venga fulanito a decirle, mirá vos...

Sos un maestro.

Es todo un tema el ego porque uno conforma una identidad que se afecta por los ojos de los demás.

Cuanto más necesita ser reconocido y celebrado, más aplausos reclama de algún modo y mendiga como un ser necesitado de afecto que le digan que lo quieren, que lo adoran, que sin él el mundo carecería de sentido.

Por eso es un esclavo.

De alguna manera, no a todas luces.

No vamos a decir que el pobre hombre necesitado está dispuesto a someterse en todos los sentidos. 

Está inclinado, doblegado, manipulado por su propia carencia y guiado como marioneta por los ojos de los demás.

Eso ocurre cuando el ego llega a los extremos. El ser es por disposición ajena.

Aunque piense que es por convicción propia.

Por eso a mucha gente cuando le sacan la etiqueta que era el jefe, subjefe, director, presidente o vocal suplente, sufre o muere.

Por dar un burdo ejemplo.

Muere de quien le habían hecho creer que era y había aceptado con entusiasmo.

En la medida que madure, adquiera más conciencia y se desarrolle se puede ir liberando.

Advirtiendo que cada vez le afectan menos los aplausos y abucheos. Hasta que desaparecen de su radar.

Y toma toma sus propias riendas sabiendo quien es, sin preguntarle a nadie.

Eso puede hacer cualquier persona que quiera liberarse.

Pero seamos honestos, todos quieren ser esclavos.


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