jueves, 11 de enero de 2024

Nadie se salva



Los adultos piensan que van a salvarse pero es en vano, nadie se salva.

A lo sumo se entretiene con juguetes mayor o menormente distractivos.

Pero salvarse, no.

Esto no debiera indicar que entonces es mejor rendirnos y sucumbir al pesimismo del resultado elocuente que tarde o temprano se impone.

Por ahí no es.

Porque ahí está el bajón, el desaliento, la depresión al final del camino.

Así que más vale ni dar un pasito para ese lado porque buscar el malestar es tal vez la peor de las decisiones.

¿Debido a qué, flaquito?

Que indefectiblemente vamos a transcurrir hasta el matadero.

Se me escapó.

Que indefectiblemente vamos a transcurrir, digo. Entonces para qué andar bajoneado, doblegado por la naturaleza de las cosas, entristecido por un final infeliz.

Más vale hacerse el boludo y mirar de alguna forma para otro lado, engañarse a gusto disfrutando todo lo que hay que disfrutar, siendo plenamente felices como Dios manda.

Amargarnos como acto de resistencia parece ser una posición zonza, que no lleva a ninguna parte, solo a sufrir el pesar y perder la alegría.

En la profundidad de la depresión la única certeza que se encuentra es la pérdida del día.

Más vale enfocar para otro lado, entretenerse con los juguetes que sea, y hacer algo para que se dignifique nuestra existencia.

No es solo cuestión de andar de parranda en parranda.

Como diría tal vez cualquier viejo que quiere preservar cierto orden y morigerar la exaltación del disfrute.

Supongo, no sé.


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