lunes, 8 de enero de 2024

La mirada al frente


Uno podría despedirse de la vida pensando si quisiera también en esta cuestión que no es un hecho menor, sino tal vez uno de los más relevantes de la propia existencia.

Mirá vos.

Es que entre las arbitrariedades que muy bien disponemos se encuentra la posibilidad de andar por la vida con la vista al frente o mirar para los costados, percibiendo lo que hace fulanito o menganito, para compararnos, condicionarnos o definir nuestra propia existencia.

¿Cuál es el problema?

Ninguno si uno elige lo que fuera, el tema es que no se ponga a joder al otro. Diciendo por ejemplo, pará, pará, pará un poquito.

¿Por qué carajo vos te vas a Costa Esmeralda y yo me tengo que quedar a bañar en la pelopincho del patio?

Por decir una pavada, porque como el materialismo es siempre una de las cuestiones relevantes de quien mira para el costado, es propicia una burda metáfora que lo sintetice.

Pero la vista al costado no se reduce a cuestiones materiales, abarca también desde el barrio o la ciudad que vive el otro, hasta los aspectos físicos, o incluso hasta los pibes que cualquiera decidió tener, aunque parezca una locura.

Por ese motivo debe ser tortuoso vivir con la vista al costado, además de agobiante e intranquilizador.

En el fondo de esa elección está la inseguridad de la persona que en vez de centrarse en su propio querer, en su propia vida, pierde el tiempo mirando al costado y queda incluso embarullado por acciones o realidades ajenas que quizás no tienen que ver con su auténtica verdad propia.

De modo que va sin querer querido siguiendo a circunstancias o vidas que muy probablemente terminen desalineadas con su propio ser.

Porque muy posiblemente no es por ahí.

Esto lo apunto por ejemplo porque hay incontable gente que puede ser infinitamente más feliz lanzándose de bombita en la pelopincho de su patio, que residiendo en el palacio de Versalles. Lo sé por un estudio científico infalible, creo que podría ser uno de ellos.

En cambio las personas más desarrolladas y maduras, las personas seguras de sí mismas, que siguen su propio camino, no tienen tiempo ni disposición para ver qué carajo tiene o hace el otro, y se centran en su vida.

De modo que dejan al otro tranquilo, y si lo miran es muy de reojo con la única finalidad de inspirarse para ver si hay mundos posibles o interesantes que podrían abrir.

Pero esencialmente miran derechito, se guían por su genuino interés, sus auténticos deseos.

Y construyen su propia vida sin perder tiempo mirando para el costado.


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