sábado, 20 de enero de 2024

Los imbéciles

 


Siempre me parece advertir que los imbéciles están contentos y son intensamente felices.

De ahí debe ser mi alegría.

🤔

Todos debemos tener algún grado de imbecilidad, desconocerlo sería tal vez injusto, impreciso y negador.

Ahora…

Una cosa es un desliz, un desatino, una acción más o menos a las pérdidas que raye la imbecilidad, pero otra muy distinta es ser un imbécil de pura cepa, un auténtico idiota, que está tomado por la filosofía de los tontos y se mueve a voluntad vanagloriándose de la zoncera, o peor aún, sin advertirla en lo más mínimo.

Y no me refiero solo a los tarambanas que andan con cara de boludos cargando los parlantes bullangueros.

O a los que andan en auto con parlantes insoportables para imponerle el bullicio insufrible a los que cruzan.

Me refiero también a los que se mueven con un disimulo elocuentemente reconocible que hacen cagar el perro en los jardines del vecino o en la vereda pública y se van creyendo que nadie advirtió el hecho que en síntesis lo único que dice es que se cagan en los demás.

Literalmente.

¿Ya dije lo de los galanes  que aturden con los caños de escape estruendosos de las motos?

¿Tan imbéciles pueden ser o habrá señoritas que caen en la magia de la idiotez?

Quién sabe.

Y claro que podría seguir rezongando y enumerando cuestiones, pero es mejor calmar al viejo rezongón que tengo adentro, tranquilizarlo un poco y prepararle unos mates para que se calme y no termine intoxicando su propia emocionalidad por la imbecilidad ajena.

En algún punto hay que saber convivir con los imbéciles, poder aceptar que cada vez son más.

Y están en todas partes.


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