domingo, 31 de diciembre de 2023

La palabra que incomoda



No me pregunten por qué me toca siempre a mí abrir la boca y entregar la palabra que incomoda, que es esencialmente la antagónica con la preponderante del grupo, que tiene en general una palabra unívoca, alineada, sincrónica y sumisa.

Esa última palabra la adoso porque se desprende del eco de palabras que se reafirman mutuamente en sonoridad o en silencio, dado que la palabra silenciosa también participa por supuesto del juego y convalida por omisión lo dicho establecido.

De modo que no me pregunten por qué tengo de algún modo la mala suerte de tener que andar pronunciando las palabras divergentes que no encuadran con lo que piensan todos al unísono.

En realidad debo confesar que no es mala suerte, sino buena suerte por elección dado que no se trata de palabras divergentes por el espíritu renegado que bien podría tener, sino por el espíritu que me incita a honrar la inteligencia, la rebeldía constructiva y la asunción del protagonismo necesario que implica hacerse cargo del asunto que fuera para generar los mejores resultados deseados antes de atestiguar cualquier realidad que acontezca o suscribir a perspectivas inconvenientes en todo o en partes.

Claro que repetir como loro o quedarse callado es una opción estimulante para la mediocridad, que reside esencialmente en la comodidad de quien elige ser un tibio que no se juega nunca por nada, ni siquiera por sí mismo.

Pero abrir la boca es una cuestión de dignidad, de lealtad intelectual con los otros y con uno mismo. De sana inconformidad para obviar la maldita comodidad y hacerse cargo del asunto que fuera con la buena intención de contribuir a producir la mejor realidad posible.

Es también una decisión inteligente que reafirma el ser, enaltece su dignidad y lo reconforta al aportar el valor que fuera movilizado por sus auténticas convicciones.

Porque al fin de cuentas la palabra que incomoda hace muy bien su trabajo y logra excedentes resultados, aun sabiendo por supuesto que no siempre es infalible y acertada.

Por eso honrar la palabra que incomoda es una suerte muy bien elegida.

Obviamente no es gratis porque produce enojos, incomodidades, acciones tal vez dolosas de quienes en vez de creer en la inteligencia para dilucidar las mejores decisiones posibles se sienten cuestionados o sucumben a su propio ego, pero en el fondo del ser el negocio es bueno.

Muy bueno.


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