lunes, 18 de diciembre de 2023

El desafío de pensar


Por uno mismo.

Es algo bastante infrecuente en individuos que integran las masas, que por inercia, comodidad o holgazanería prefieren alinearse al pensamiento colectivo antes que hacerse cargo de desarrollar su intelecto.

No es cierto.

¿Quién cuestionó? ¿Quién osó poner en cuestión lo que apenas se empezaba a balbucear?

Uno nunca sabe, debe ser que dentro de uno lo habitan multitudes como se dice, entonces el cuestionador o puntilloso, el hombre mesurado y preciso, alertó sobre la improcedencia de las generalizaciones, sobre las determinaciones absolutas que tienen la pretensión de erigirse como verdades únicas e incuestionables, conclusiones que dicen sobre lo que fuera que es así o asá.

Punto.

Entonces...

La cosa podría ser más o menos a así. Son más los que eligen sacarse de encima el desafío de pensar por sí mismos y están más dispuestos a sumarse a lo que piensan los otros, algo que se observa en los grupos como parte de su naturaleza intrínseca.

¿Estás seguro que son más?

Sí, los conté.

El tema es más o menos así...

Uno, dos o tres, se muestran de tal lado, perspectiva o decisión, y cuatro cinco y seis se ven movilizados por comodidades propias a coincidir que es por ahí y que ellos en menor o mayor medida piensan esencialmente lo mismo.

Ni hablar si cualquier mandamás alzo la voz primero.

De modo que podríamos escribir que el mundo de pusilánimes y acomodaticios es impúdicamente coincidente con la voz del jefe, el grupo o la masa.

Y solo unos pocos sanos rebeldes que honran su dignidad más que la pleitesía dicen lo que piensan una y otra vez, aunque estén en minoría o absoluta soledad. Aunque todos los pusilánimes del mundo se ofendan por las disidencias, las fundamentaciones que develan la torpeza de la idiotez ajena, se agrupen y se abalancen para desacreditarlo o acallar la elocuencias  de las verdades.

Es porque quien piensa por si mismo y se hace cargo de su voz sin la más mínima voluntad de transfigurarla, cree en sus convicciones, en su propio discernimiento, en el valor inestimable que aporta para cambiar el mundo. Y repudia la cobardía de ser acomodaticio y traicionarse a sí mismo.



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