jueves, 3 de noviembre de 2022

Escuchad…

Toda persona que quiere evolucionar en su propio pensamiento y avisparse a partir de las apreciaciones externas sobre las cuestiones que fueran, debe estar dispuesta a escuchar al otro con la mayor disposición y apertura posible.


De lo contrario puede cualquiera quedar encerrado en su propia mirada, creer que se las sabe todas y vivir en  sus caprichos.


Es una elección.


Están quienes hablan por demás y quienes hablar por de menos.


Quienes lo dicen todo de manera irrefrenable sin permitir un bocado ajeno, y quienes escuchan todo a modo estoico sin inmutarse ni pronunciar palabra.


También quienes zigzaguean de uno hacia el otro extremo y se ubican de algún modo en los matices.


Por intentar precisar de manera más o menos fallida cuestiones esenciales del asunto.


¿No?


Escuchar es ante todo un acto de humildad.


Toda persona segura de sí misma, de sus ideas y de la convicción de que siempre puede haber puntos de vista desafiantes, enriquecedores y superadores, escucha.


Y no solo lo hace con la humildad de saber que el otro tiene algo interesante que decir, lo hace también porque le resulta muy conveniente nutrirse de la mirada ajena que en definitiva es una posibilidad de transformación o mejora de sus propias perspectivas.


Por el contrario quien no escucha esta subsumido en su propio cuento, se basta falsamente a sí mismo y reniega de la inteligencia ajena por exceso de confianza o inseguridad propia. Porque tanto puede estar absolutamente convencido que sabe definitivamente sin más nada que agregar o bien que lo que sabe es muy endeble y es conveniente no abrirse a presumibles replanteos.


Claramente las personas inseguras o poco desarrolladas tienen miedo de escuchar. En el fondo tiemblan en sus propias convicciones y la palabra ajena en vez de percibirla como una posibilidad de valor inestimable la conciben como una amenaza preocupante. 


Quizás en esos casos haya un problema de ego, de poder mal entendido o…


Vaya a saber uno cuál es la última verdad del tema. 


Escribir es como desenfundar un arma y apuntar al blanco. 


Se desenfunda, se apunta y se dispara.


Luego se mira con atención a ver qué pasó con ese derrotero de tiros y se suele advertir que algunos merodearon cerca, otros salieron para cualquier lado.


Y cada tanto uno dio en el blanco.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Podés dejar tu comentario como usuario de Blogger, con tu nombre o en forma anónima. Seleccioná abajo.