domingo, 6 de noviembre de 2022

El aplauso



Nadie va a decir que no es lindo el aplauso y el reconocimiento. 


De hecho me ofrecería de lleno tal vez a esa vicisitud porque creo que debe ser tan saludable como reconfortante.


Por eso quizás en cierto momento pensé que se debería hacer un programa televisivo en el teatro que sea una suerte de homenaje a algún vecino de pueblo. Y el evento consistiría esencialmente en aplaudir calurosamente al vecino, luego de presentar un video con su vida.


Creo que ahí debería terminar el programa, sin palabras, para que se profundice en el hecho, en el sentimiento y en la vivencia.


Ya sabemos que la verdad tiene mucho más que ver con el sentir que con el decir.


Así que es mejor quedarse ahí en el momento y no decir nada.


Nada de nada.


Aunque en realidad no iba a comentar del programa sino a explorar el tema del aplauso y el reconocimiento. Se ve que ese hilo quedó colgado y quizás lo agarro con la intención de que genere la posibiiidad de la ocurrencia.


Porque la palabra visualiza, habilita y finalmente construye. Luego de la acción comprometida, por supuesto.


No se trata de residir en el mundo parlanchinezco.


Entonces decía…


El aplauso es sanador, bueno, reconfortante.  No creo que sea buen negocio decir, bueno a mí me importa un bledo que me aplaudan.


No, no.


El aplauso sincero es una caricia al alma.


Y una osa es una cosa y otra cosa es otra cosa.


Abrirse al aplauso no significa alinearse al aplauso. Esa decisión desde mi humilde pero convencido hasta el momento punto de vista, es inconveniente, porque apresa y encausa.


Quita la libertad.


Es como andar hurgando, a ver que están aplaudiendo por acá, che.


Ah sí, yo sé hacer esa morisqueta.


Miren.


Digo entonces resumiendo para ir finalizando por hoy, que cada uno haga por supuesto lo que se le antoje, porque es su propia víctima de su pensamiento, de sus decisiones, y de sus acciones.


Y superada esta salvedad básica, digo también que el aplauso es sanador y reconfortante, por lo cual es conveniente brindarlo en vez de mezquindarlo.


Por último, y con esto sí me despido, digo que el aplauso puede aprisionar a espíritus endebles que no están asentados en quienes son,  con lo cual pueden quedar sujetos a que el aplauso los guíe y delimite.


Sin más nada que decir, les deseo que reciban muchos aplausos y que no sean tan pijoteros de no darlos.


Son gratis y hacen bien.



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