lunes, 21 de noviembre de 2022

Hablemos…



¿De qué?


No sé, vamos a hablar, vamos a ver si en esa intención surge algo o llegamos a alguna parte.


¿Por qué todo tiene que tener un final? ¿No podría ser un escrito sin final?


Mirá si estamos alineados con la expectativa que somos de alguna manera corderitos que siguen la norma, escribimos una y otra vez hasta el final. Como si esa fuera una disposición inquebrantable, un hecho rígido y concreto que hay que respetar y que representa claramente una sumisión inobjetable hasta de los supuestos espíritus rebeldes o díscolos, o vaya a saber qué tipo de espíritus de apariencia combativa.


¿Contra qué?


No sé, será contra lo establecido, lo pautado, las cosas como son, el mundo prefigurado.


El hombre y la mujer mueren si creen que las cartas están dadas y nada se puede cambiar porque irremediablemente ya sabemos cómo son las cosas.


Digo como para balbucear algo, tirar un poco del hilo, porque como dije, hablemos…


En la conversación bien intencionada siempre algo aparece, inspira, aporta, hace pensar.


Uno no es el mismo después de una buena conversación, porque si se adentró al juego con compromiso puede beneficiarse notablemente y en síntesis…


Sí, avivarse.


Por metaforizar la conclusión del resultado, que desglosado quiere decir darse cuenta, tener esos momentos de eureka, donde uno siente que despertó, comprendió, vio lo que no había visto justo antes porque vaya a saber qué palabra, párrafo o idea gatilló esa claridad que hasta el momento resultaba esquiva.


Uno siente que a partir de ese momento de elucidación memorable sabe, ya no es el mismo. Lo ha comprendido todo.


Todo de una vez y para siempre.


Además uno conversa para nutrirse, no solo para apiolarse.


Aunque muchos conversan inútilmente solo para demostrarle al otro que está equivocado. Así de inseguros son.


En vez de disponerse a escuchar, aturden. Atropellan, hablan sobre el otro, perdiéndose por insana convicción, la bendición que una buena conversación puede suponer.


Creo que la inteligencia implica una aproximación distinta, conversar para nutrirse, aprender, transformar la propia mirada con ánimo de superarla. Conversar para escuchar con genuino interés lo que el otro tiene para decir y para elucubrar mientras tanto instancias de mayor elucidación al permitirnos soltar nuestro propio decir, que bien desplegado tal vez algo interesante nos trae.


Sobre este te


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