domingo, 13 de noviembre de 2022

La palabra que faltaba



En general el mundo no se transforma por la palabra ya dicha, sino por la palabra que faltaba.


Ese es el verdadero desafío.


Cuando leemos o escuchamos lo ya dicho reconfirmanos el conocimiento que tenemos y residimos en la certeza que otorga cierta tranquilidad. Pero cuando nos aventuramos a escuchar lo no dicho, aparece un mundo nuevo y de alguna forma sentimos que cierto despertar pugna por emerger y manifestarse.


Esa instancia suele ser inquietante y perturbadora.


Hay quienes se entusiasman hacia lo novedoso de las palabras que vienen a proponer un nuevo mundo, y quienes se resisten a siquiera escucharlas por el temor genuino de que el decir nuevo desestabilice el presente y abra la posibilidad de transformar la realidad o cambiarla para siempre.


La palabra que faltaba suele arribar de la mano de espíritus inquietos que tienen ímpetu por desacomodar lo establecido y creen que vale la pena disponerse a concebir, diseñar y vivir ciertas realidades superadoras.


Creen en lo que aún no se ve porque saben que se va a ver.


Tropiezan y caen pero siempre se levantan porque los impulsa la certeza de la superación, que constatan con recurrencia a partir de honrar esa actitud en la vida.


Los conservadores en cambio se perturban ante la palabra que faltaba porque la perciben desafiante, desestabilizadora y amenazante para lo previsible.


No quieren saber nada.


Prefieren residir en el mundo conocido.


Están bien así y tiene una inclinación decidida a combatir la palabra que faltaba, quizás por miedo, quizás por comodidad y presumible conveniencia. O tal vez por propia inercia de los espíritus acomodaticios y pusilánimes que eligen vivir obviando cualquier desafío por más prometedor que fuera.


En cambio cuando alguien se lanza al futuro para procurar alcanzar la palabra que faltaba, se juega por un mundo que puede ser y aún no ha sido construido.


Cree en el más que la realidad inmediata.


Dignifica la posibilidad de la superación, se hace cargo de la incomodidad que fuera, y en esa actitud impulsa la posibilidad del ser, marcando la diferencia y honrando su propia existencia.


Esa inclinación hace que tarde o temprano la realidad por fin se transforme de manera positiva.


Y en el mejor de los casos la vida cambie para siempre.


Por eso hace bien cada vez que se aventura a pronunciar o a escuchar la palabra que faltaba. 



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