viernes, 28 de octubre de 2022

Democracia desbarajustada


El problema no son los políticos sino el sistema de representación.


De alguna manera sin querer queriendo los burócratas que llegan al trono, cuanto más mediocres, poco desarrollados e inseguros son, más ejercen la intención de arrebatar los pilares de la República para obrar arbitrariamente a diestra y siniestra sin mayores consecuencias que las que ofrece un país de insinuación bananera.


Se me escapó.


Decía que el problema es el sistema de representación, porque de alguna manera los personajes cambiantes que transitan los poderes que sostienen la República terminan siendo los dueños de la pelota, por voluntad propia.


Está mal, por supuesto.


La pelota es de la ciudadanía, del pueblo, de las instituciones, no de cualquier personalidad con ínfulas de grandeza que se entusiasma por el poder formal que ocasionalmente los ciudadanos le confirieron.


Este es humildemente el quid de la cuestión.


La pelota se mancha por inercia y se estropea siempre cuando la institucionalidad es frágil, vulnerable o carente de fuerza.


Cuando los séquitos de los mandamases que fueran en vez de estar colmados por espíritus éticos, reflexivos e inquietantes, están dominados por cobardes pusilánimes que lo único que los motiva son sus mezquinas intereses personales y son capaces de arrastrarse hasta la indignidad para decir una y otra vez, sí señor, no señor.


Le pertenezco.


Dejate de joder.


Por qué no tiene fuerza la institucionalidad en países de intención bananera, sería tal vez una primera pregunta que invita a encontrar la respuesta en quienes se benefician de esta situación que obran de manera de sostener el status quo y son quienes de algún modo terminan adueñándose de la pelota.


Para hacer jueguitos tan decadentes como repudiables y perversos.


¿Esto pasa por el bajísimo nivel educativo?


Probablemente, es una condición necesaria de las pretensiones tan abusivas como autoritarias que pretenden a voluntad atropellar a la ciudadanía con las arbitrariedades que fueran burlando las normativas e institucionalidades vigentes.


Disculpen si aparece un prejuicio. No todo es tan blanco ni negro, pero valga el latigazo para los impostores.


Se lo merecen.


Me cansa de solo escribirlo, porque la película se repite y en la farsa quedan embaucados hasta los burócratas de buenas intenciones, que no son pocos y envalentonados vaya a saber por qué fuerza divina, creen que esencialmente solo con ellos va a transformarse el mundo.


Como si fueran ellos los iluminados y el resto una manga de idiotas.


Si no se reconstituye la institucionalidad y no se recupera el valor de la norma, el cuento va a ser siempre el mismo, todos vamos a atestiguarlo.


Veremos los aplaudidores una y otra vez. Y Jesucristo estará presente entre nosotros siempre con un nombre distinto.


Cambiarán un poco los desenlaces pero ya todos sabemos que el final es el mismo. Y el cuento es verdaderamente malo, triste y desolador.


Está en las manos de cada ciudadano empezar a cambiarlo.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Podés dejar tu comentario como usuario de Blogger, con tu nombre o en forma anónima. Seleccioná abajo.