domingo, 5 de julio de 2020

¿Qué hay que hacer?

El ser humano es bastante tonto en muchos de sus aspectos, entre ellos la disciplina que lo lleva a lo que hay que hacer. A lo que supuestamente debe hacer. Queda así atrapado a sí mismo por voluntad propia, como si tuviera una obligación impostergable de la que no se puede escapar.


En algún sentido estamos maniatados, encerrados en nosotros mismos y en directrices que honramos sin siquiera forcejear o rebelarnos. Somos lo que somos y así andamos, entrampados por voluntad propia. Enredados en un deber ser que en la adustez es autoimpuesto.


¿A quién vamos a echarle la culpa?


¿A nuestros padres, a la abuelita, al sacerdote? Cualquier adulto que no se mienta sabe que hay un único responsable. Y es el que aparece al mirarse al espejo. Después, claro, uno pude balbucear, decir, suponer y hasta convencerse que hay un otro u otras circunstancias a las que bien puede referir, que son las verdaderas causantes de su ser. Que si a uno le permiten explicar con minuciosidad el otro va a entender de lo que hablamos. Porque, qué duda cabe, los hechos, los vericuetos de la vida, la palabra ascendente de cualquier mayor que habló con convicción hizo mella en la mente del niño y entonces así son las cosas. El niño puede cobrar forma de adulto pero esas implicancias lo persiguen como a la sombra y hasta lo constituyen.


Ahí está.


Entonces el adulto mayor es en verdad un niño alineado, que ha sido tan pero tan pusilánime que no ha logrado rebelarse a sus predichos, construir su propia filosofía y desalinearse de lo pautado. De lo que se le ha dicho e indicado para transitar la existencia. 


El sendero correcto.


El que se espera de todo buen mayor para resguardar su respetabilidad, no generar discordancia con la manada y preservar la aburrida comodidad que le aporta la previsibilidad.


Yendo también, por qué no, a misa todos los domingos.


Metáfora que no debiera enojar a nadie, porque solo se usa para contribuir al desarrollo de un concepto, de una idea que se procura problematizar y compartir.


La idea de la alineación y previsibilidad, que pude muy bien ser genuina y auténtica. Nadie va a decir que está mal ser previsible, cómodo, disciplinado y aburrido. Cualquiera puede ser todo eso junto o algo de eso si quiere o le apetece. O bien es por descuido.


Es decir, sin darse cuenta.


Porque seamos sinceros, no todos reflexionan, piensan y problematizan. Muchos semejantes son sin mayores entuertos. Viven.


Y sanseacabó.


Es una postura, una posición ante la existencia que también genera inquietud. Quizás son más vivos, más avispados. No se enredan en las palabras, solo se lanzan a la experiencia. Pueden quizás estar por voluntad propia en una dimensión más honesta, clara y profunda. Sin mediación simbólica alguna.


Con lo cual residen en el vivir sin mayores trámites.


No hay nada que objetar, solo que inquieta. Y no está mal observarlo. Es razonable ser respetuoso del otro, de sus arbitrariedades y de sus decisiones. Si uno pretendiera que el otro fuera como quisiera que fuera, estaría en problemas. En especial porque la decisión primera y definitiva es del otro. Con lo cual podemos influenciarlo y procurar persuadirlo, pero no determinarlo. Aún usando todos los trucos habidos y por haber, y siendo el otro despojado de recursos reflexivos, el poder definitivo reside en él porque es quien resuelve sus decisiones.


De manera que cada uno puede preguntarse qué tan alineado está. Cuánto cercano reside a la existencia. Y también podría preguntarse por este tema de la alineación.


¿Hace la vida que quiere o no?


Me inquieta la situación porque hace varios días que quisiera estar liberado de mí mismo y hacer lo que se me antoja. Pero estoy disciplinado, customizado y alineado.


Me falta rebeldía.



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