El mundo externo
Nada es más perturbador que el mundo externo que viene a inmiscuirse en nuestras realidades.
Uno puede despojarse de él en el grado máximo posible pero no logra escabullirse y desentenderse del todo.
Siempre al acecho y dispuesto a afectarnos el mundo externo vendrá.
Nos dirá que ahora atendamos tal o cual cosa. Que luego atendamos la otra.
Y así irá desplegando su reclamo de atención con las cuestiones más disímiles.
Situación que nos obliga a atenderlo de algún modo porque en la naturaleza de estas posibilidades no se encuentra la alternativa de la huida definitiva.
Si estuviera, sin dudas residiría ahí yo y tantos otros.
O tantos otros y yo.
Porque seríamos muchos los que quisiéramos residir en la libertad.
En la más absoluta de las libertades, donde nada requiere nuestra atención ni nos obliga a atender cosas diversas, para las cuales este mundo descuajeringado quedó orquestado reclamando nuestra mirada.
Uno puede pensar que es conveniente andar liviano por la vida, despojado y desposeído.
Desplegado como el aire, que fluye por decisión propia o por voluntad individual de las inclinaciones que el ser humano libre siente y lo movilizan, como si emanaran desde su autenticidad vaya a saber a qué parte.
Son todas predisposiciones en algún punto posibles pero idealistas. Porque el mundo cada día requiere atención de manera innegociable, es por eso que delimita y encarcela en nuestras propias vidas.
El truco más interesante es disminuir ese reclamo y llevarlo a la dimensión mínima de su existencia.
Destreza que puede desarrollarse paulatinamente con cierto esmero y cuidado.
Pero que no evita que el mundo se manifieste, perturbe e insista. Con la intención consciente o inconsciente de doblegar la liviandad del ser.
Mañana quisiera levantarme enajenado y evitar prender enseguida el teléfono para ver los mails y WhatsApp que siempre con urgencia requieren nuestro tiempo.
Dudo que podré lograrlo, porque el mundo persiste demandándonos la atención, de forma incesante y caprichosa.
Y a esta altura soy un rebelde domesticado.
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